Claude estaba sentado en la silla de su oficina, leyendo otro reportaje más sobre las repetitivas huelgas que ocurrían en el sur del país, cuando sus contemplaciones fueron interrumpidas por un impaciente martilleo en la puerta. Descansando sus manos arriba del escritorio, dejó que el periódico resbalara entre sus dedos con un suspiro cansado.
—Pase.
Apenas terminó de hablar y un muchacho joven entró al recinto, jadeante y con una expresión acalorada.
—André... ¿Qué te pasó? ¿por qué tan apurado?
—Un carruaje chocó afuera. Por poco no me veo involucrado.
—¿Estás bien?
—Sí... —exhaló, sonriendo—. Sólo un poco sobresaltado.
André-Jacques Chassier era un muchacho tan alto, pero no tan robusto, como su padre. Su cabello castaño rara vez se veía organizado, prefiriendo desafiar la gravedad a mantenerse fijo en su lugar. Sus ojos castaños eran iguales a los de su madre, pero a diferencia de ella, él usaba unos redondos lentes de prescripción, que le destacaban la prominente nariz —heredada de su lado paterno—. Y, aunque se afeitaba con frecuencia, era regular ver a ambos lados de su cara la sombra gentil de unas patillas, que a años intentaba crecer, sin conseguir grandes resultados.
En aquel día en específico, Claude notó que su hijo parecía estar presumiendo su elegancia y cuna de oro, a juzgar por sus ropas caras, de cortes europeos. Llevaba puesto un terno negro y un chaleco azul real. De su cuello colgaba una bufanda gris oscura, que se había comprado en uno de sus múltiples viajes a París. En sus manos, guantes fabricados con la más cara de las telas, y en sus pies, zapatos nuevos y bien lustrados. Debía haber estado en alguna reunión o encuentro importante en la mañana, ya que normalmente no se veía así. A André nunca le había importado demasiado mantener una apariencia refinada, prefiriendo ser más simple en sus gustos —una característica que ambos compartían y apreciaban—.
Pero eso no era lo único que tenían en común. Sus ambiciones también eran muy similares.
El joven —tal como Claude lo había soñado, a su edad—, era un escritor promisorio, que desafiaba constantemente los valores tradicionales de la familia moderna, la doble moral popular y la hipocresía política, con sus humorísticos relatos anónimos en los periódicos más controversiales de la nación.
Poseía un sinfín de admiradoras secretas, cuyos intentos de descifrar su identidad eran interminables, y había logrado a la corta edad de veinte y tres años ser la influencia artística más destacada del país.
Alejándose de su carrera literaria, su vida pública también era respetable. Trabajaba como interno en el Times —uno de los diarios más leídos de la nación— y en los fines de semana enseñaba francés en un orfanato cercano a su hogar, dando clases de redacción y lectura a niños pobres.
Sin duda alguna era la representación viva de todo lo que Claude alguna vez había soñado ser y no fue. Un hombre idolatrado por su creatividad, genialidad, buen carácter, honestidad, compasión y coraje.
Una versión admirable de sí mismo.
—Dame los detalles de la escena—insistió—. ¿El choque dejó algún herido?
—Ya sacaron a dos hombres del carruaje. Todavía tienen que sacar al chofer del otro automóvil, que quedó destrozado. Pero no, hasta ahora no hay heridos... Al menos no graves.
—Graves o no, es mejor prevenir los riesgos. Pídele a mi secretario que contacte a un médico, o que llame un carruaje para llevar a los involucrado al hospital...
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Traición y Justicia: El pasado es un misterio / #PGP2024
RomanceEl ministro de justicia Claude Chassier siempre se ha negado a hablar sobre su pasado, pese a las constantes indagaciones de su hijo, André. Pero cuando una serie de violentos asesinatos comienzan a ocurrir a su alrededor, amenazando su seguridad, l...