Acto 2: Capítulo 3

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—¡Idiota, idiota, idiota! —Jean se dijo a sí mismo, dando pequeñas cabezadas en contra la puerta de entrada de su departamento—. ¡¿Por qué tienes que ser un idiota?!

Furioso por sus propias decisiones, cruzó los brazos, caminó hacia el duro sofá de la sala de estar y se sentó, por un instante.

—¡Debería haber hablado! —corrió  una mano por su cara—. ¡Mierda! —Y se levantó otra vez, moviéndose de un lado a otropor la habitación.

Su cerebro no paraba de humillarlo, recordando una y otra vez como había abandonado a Elise frente al Colonial, luego del trato amable y comprensivo que le había dado. Si tan solo hubiera estado más estable aquella noche, tal vez hubiera reaccionado de mejor manera. Pero, paralizado por la aparición inesperada de su padre, no se sintió preparado para entretener una conversación así de delicada. Así que huyó, como el bastardo orgulloso que era.

—Es culpa de mi padre... siempre es culpa de ese viejo—balbuceó, ajustándose los lentes—. Si no se hubiese aparecido por allá, todo esto habría sido evitado...

—¿JEAN?  ¿ESTÁS DESPIERTO? —gritó una voz desde el otro lado de la puerta principal. Bronca, grave, indecisa; las letras se apegaban unas a las otras de forma dispareja. Claramente, el sujeto estaba borracho.

—¿Claude? —inquirió, acercándose a la entrada.

—¡Sí!... ¡Soy yo!... ¿Puedes d-dejarme entrar?

—Claro, solo... espera un minuto.

Abriendo el cerrojo, se deparó con otra sorpresa desagradable. Frente a sus ojos —en un estado vergonzoso— se hallaba su hermano, vestido con un pantalón gris holgado y una camisa de rayas, manchada de vino. Por razones que no lograba entender, también tenía un sangriento corte en su cabeza y su abrigo había desaparecido.

—¿Qué diablos te pasó?

—Una... —eructó—. Una pelea de bar. Le gané a un tipo en un juego de apuestas y se puso infantil. Así que... v-vine a tu casa, a tu muy, muy, muy hermosa casa, a pedir asilo y piedad para los desamparados... Y por desamparados me refiero a mí. Solo a mí.

—Lamento decirte que el único desamparado que conozco aquí soy yo—sonrió ante su teatralidad, ayudándolo a entrar en el departamento—. Pero te dejaré dormir en el sofá... solo por esta noche.

—¡Gracias, oh salvador! ¡Héroe de nuestra patria, mártir de nuestra nación! —besó dos veces su tez.

—Ya cállate—lo apartó, en seguida arrastrándolo al sofá.

Se había olvidado de cuán amoroso se ponía su hermano después de algunos tragos.

—¿Y cómo te fue con tu... n-novia? —preguntó Claude, apartando su despeinado cabello negro de los ojos.

—¿De qué hablas?

—Bueno, el viejo teniente coronel me dijo que te habías ido del  Colonial con su dueña... así que uní los puntos.

—No hay puntos, solo un espacio vacío. ¿O acaso la ves por aquí?

—¡Ohhh! ¡Míralo, tan a la defensiva! —exclamó, dramático, riéndose de la modestia y timidez del violinista, mientras él se retiraba de la sala, entrando al baño—. ¿Qué haces? ¡No me abandones!...

—¡Deja de gritar! ¡No te estoy abandonando!... Solo busco algo para limpiar esa herida que tienes en la cabeza. —respondió, moviendo algunas cosas de lugar—. Me pregunto cómo te la hiciste.

—Pues piensa en esto... un hombre agresivo, un juego de póker perdido, seis botellas de vino vacías. Súmalo todo... ¿Cuál es el resultado?

—¿Un... clon de nuestro padre?

Traición y Justicia: El pasado es un misterio / #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora