—¡¿Tu padre qué?! —exclamó Claude, tan sorprendido por las noticias como su novia.
Después de una búsqueda exhaustiva en los Archivos —junto a Marcus y el secretario del ministro Theodore—, él había encontrado un permiso médico enviado por el alcalde de Merchant unos cuantos días atrás, que ausentaba a Aurelio de sus servicios públicos como gendarme por dos semanas. Cuando Elise entró humeante a su despacho lo estaba leyendo, pasmado con la mera existencia del documento.
Marcus, quien estaba sentado en el diván, jugando con las puntas de su bigote —algo que siempre hacía cuando su sosiego era perturbado—, parecía estar más preocupado con la información que sorprendido.
—Sí, él es el secuestrador de Jean... y además de querer dejarnos a todos en la miseria, también nos ha amenazado de muerte, lo que es maravilloso —respondió la empresaria con sarcasmo, apoyando ambas manos en su cadera—. Aurelio ha pasado de los límites.
—Créeme cuando digo que no es la cosa más terrible que ha hecho en su vida —el oficial suspiró, acostumbrado a sus artimañas—. Sólo para que lo sepa de antemano, ¿de qué color querrán sus ataúdes? —añadió, e hizo que la dueña del Colonial girara sus ojos, irritada.
Sin darle mucho peso al comentario, Claude se sirvió otro vaso de whiskey.
—Debe haber otra opción para detenerlo que no involucre suspender la boda —Elise dijo, viendo a su prometido beber cuatro dedos de alcohol puro una sola bocanada, bajando su vaso con una mueca de desagrado.
—Claro que la hay, estamos hablando de una ley. Las leyes están hechas para ser rotas o modificables, y tú... —Marcus apuntó al joven—. Eres el ministro de justicia, el único hombre en toda la nación con el poder necesario para decretar su invalidez federal.
—Usted tiene razón.
—Sí, sí, pero anular una ley tan grande y antigua requeriría una audiencia ministerial y nuestra boda es en tres días...
—Podemos arreglar una para mañana, no creo que nos demoremos más de una hora —insistió el gendarme, levantándose—. Sé que tenías el día libre, pero esto es un asunto que no puede esperar.
—Supongo que tendré que cancelar mi despedida de soltero...
—No seas tonto, puedes venir aquí por la mañana, presentar tus argumentos para el retiro de la ley e ir a divertirte por la noche. Tienes tiempo.
—Pero Jean está herido...
—Yo lo cuidaré —Elise lo interrumpió, intentando aliviar un poco de su estrés—. Puedes salir con monsieur Marcus, ¿cierto? —el hombre asintió—. Pues bien. Asunto resuelto —ella añadió, viendo a Claude levantarse de su silla y caminar a su dirección—. Ahora ustedes dos hagan lo suyo, vayan a hablar con el primer ministro; mañana sí o sí tienen que invalidar esa ley. Y yo ahora tengo que regresar a casa y ver cómo anda tu hermano. En mi desespero lo terminé dejando solo allá... con permiso.
Estaba a punto de salir por la puerta, cuando su futuro esposo la agarró del brazo y con gentileza la hizo darse la vuelta, mirándola con ojos cariñosos.
—Ten cuidado —imploró, antes de ser tranquilizado por un corto beso de su parte.
—Lo tendré, lo prometo.
Sin más nada que decir, ella se retiró, dejando a ambos hombres solos en el escritorio.
—Espero que esto no se vuelva otra guerra entre Aurelio y tu familia.
—Yo también, Marcus... yo también.
---
—¿Qué diablos haces aquí? —Lilian se volteó a cuestionar, luego de ver el inesperado reflejo de Jean-Luc en el espejo del camerino de las bailarinas.
ESTÁS LEYENDO
Traición y Justicia: El pasado es un misterio / #PGP2024
RomantikEl ministro de justicia Claude Chassier siempre se ha negado a hablar sobre su pasado, pese a las constantes indagaciones de su hijo, André. Pero cuando una serie de violentos asesinatos comienzan a ocurrir a su alrededor, amenazando su seguridad, l...