Acto 4: Capítulo 5

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La conversación que a casi media hora mantenían estaba cargada de revelaciones sobre la actual vida de Elise, desde sus nuevos acuerdos comerciales a la relación cada vez más fragmentada que tenía con su padre —que le había escrito unas cuantas cartas ofensivas y subidas de tono—, y su reciente acercamiento a Claude.

El contexto que la empresaria creaba con cada palabra enunciada la ayudaba a alzar cierto suspense en el aire, al mismo tiempo que suavizaba la gravedad de las noticias que a cualquier momento entregaría. Suponía que, si lograba que Jean entendiera la complejidad de su circunstancia, tal vez entendiera las razones detrás de sus decisiones.

Lo que no era el caso, lamentablemente. De hecho, la incesable habladuría solo lo volvía más y más impaciente, y para cuando la noticia principal al fin llegó, su irritación ya había alcanzado su tope.

—Ustedes se van a casar... —él repitió, sintiendo su corazón desgarrarse en su pecho.

—Sí —ella asintió, por primera vez desde que habían empezado a charlar siendo incapaz de mirarlo, cruzando sus brazos con un respiro profundo—. En dos semanas.

El violinista entonces soltó una risa áspera, dolorosa, casi incrédula frente a la absurdidad de afirmación. No solo estaba envenenado por una tristeza lánguida, también se sentía poseído por una furia diabólica, mefistofélica. No era exagerado decir que quería incendiar la ciudad completa, quemarlo todo y desaparecer en las cenizas. Había sido traicionado, reemplazado y abandonado; no por un par de extraños rastreros, sino por dos ratas inmundas a las que había considerado familia.

—Felicidades, supongo —respondió con amargura, levantándose de la banca donde estaba sentado junto a la empresaria, en la sosegada oscuridad del parque Pompadour, paralelo a la calle frontal del Teatro.

—Lo siento...

—Para de disculparte, por favor —imploró con rabia, observando a la futura esposa de su hermano de manera escrupulosa—. Ya sé que lo sientes, caso contrario no estarías aquí. No me hubieras dicho nada, tendría que averiguarlo yo solo en alguna portada de diario —el violinista entonces empezó a caminar en círculos y el silencio entre ambos logró volverse aún más incómodo. Hasta ahora no lograba entender lo que había pasado. Su hermano, al que siempre había confiado con sus secretos más oscuros, le había arrebatado a la mujer a la que amaba. En menos de un mes—. ¿Estás segura de esto?

—¿A qué te refieres?

—Apenas lo conoces —Jean argumentó y ella abrió la boca para hablar, pero terminó sin decir nada—. No sabes nada sobre él.

—Eso no es verdad...

—¡Es un mujeriego! ¡Detesta los compromisos! ¡¿Cómo diablos piensas mantener una relación con alguien así?!

—Tu hermano ha cambiado —ella respondió, levantándose de la banca—. Me contó todo lo que ha hecho. Me habló sobre sus amantes, sus vicios, sus problemas... todo. Él confía en mí y yo confío en él. Sé que me ama...

—¿Pero acaso tú lo amas? —el otro cuestionó, encarándose con rabia.

—¿Por qué crees que acepté casarme con él?

—No respondiste mi pregunta.

—¡Lo hice!

—¡No, respondiste mi cuestionamiento con otro!

—¿Y qué tiene de malo?

—¡Que no me estás respondiendo!

—¡No sé qué quieres que diga!...

—¡LA VERDAD!

—¡ESTÁ BIEN! —Elise estalló, frustrada por el rumbo de la conversación—. ¡LO AMO A ÉL Y A TI! ¡A LOS DOS!... ¡¿ESTÁS FELIZ AHORA?! ¿ERA ESO LO QUE QUERÍAS OÍR?  

Traición y Justicia: El pasado es un misterio / #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora