—¡Antonio Camellieri! ¡Es bueno verte!
El periodista se dio la vuelta, asustado, encontrando en la puerta de sus aposentos la terrorífica silueta de Jean-Luc Chassier, enmarcado por la tenebrosidad del pasillo, con las facciones iluminadas por una sonrisa macabra.
—¡¿Cómo diablos entraste aquí?! —exclamó el hombre, paralizado, viendo al criminal deslizarse como una culebra hacia sí.
—Deberías tener más cuidado... y pensar en la seguridad de tu hogar.
—¡¿Qué?!
—Es peligroso dejar la ventana abierta por la noche, siempre puede entrar un ladrón.
Sin aviso, sin hesitación, levantó su bastón al aire y zurró de lleno la cabeza del reportero. El infeliz cayó al suelo con un alarido estridente.
—¿QUÉ TE HICE? —indagó, usando sus manos a modo de escudo, empeñándose en detener cada porrazo que recibía, pese a sus infructuosos resultados.
—¡A mí no me hiciste nada! —rugió—. ¡A tu hijo sí! —persiguió al miserable ser que se retorcía por el suelo, arrastrándose como una lagartija hacia la pared, en un patético intento de escape—. ¿Por qué lo odias tanto?
—¿Qué?
Con una fuerza descomunal, Jean volvió a pegarle, ahora en el pecho.
—¿POR QUÉ LO ODIAS TANTO? —bramó, apartando el bastón.
—¡PORQUE ES UN ANORMAL!
Jean miró a Antonio a los ojos, iracundo, antes de soltar un aullido salvaje, exacerbado por su cólera. Sin ningún tipo de control sobre su cuerpo o sus emociones, dejó que la oscuridad interior lo sobrellevara. Con cada golpe que recibía, el semblante del periodista se deformaba más y más, desesperado por una pausa en sus ministraciones, que nunca vendría. Entre pedidos de ayuda y súplicas de clemencia, el atacante carcajeó. Pronto, un lago rojo se extendió por el parquet, besando sus pies, completando su obra.
El verdugo entonces se apartó, exhausto, ensangrentado, frenético. Al volver a observar la cara de su víctima, su corazón se detuvo. En vez de ver el rostro agrio de Camellieri, su mente conjuró la fantasmagórica complexión de su padre, Peter Chassier.
—Anormal... —balbuceó el moribundo, con una sonrisa burlona, desafiante—. Bastardo...
—¿Q-Qué?... ¿qué h-haces aquí?
Los ojos del veterano se estrecharon, las líneas que definían sus mejillas se elevaron y de su quejumbroso pecho surgió una risa áspera, vigorosa, extremadamente socarrona. Jean se sentía incapaz de respirar. De pronto, toda la rabia que en su interior hervía fue combinada con una dosis fatal de pesadumbre. En un instante de impulsividad, alzó su arma una última vez. Con un golpe asesino, destinado al centro de su cabeza, no solo la consciencia de su progenitor desvaneció, la suya también.
—¡Jean! —lo sacudió Elise, despertándolo de su sádica pesadilla.
Sobresaltado y corto de aliento, se sentó, revisando sus alrededores, procurando orientarse, tranquilizarse. Estaba en su casa, en su habitación, cubierto de sábanas y sudando ríos. Todo había sido un sueño.
—¿Qué haces aquí? —le inquirió a su acompañante, consciente de que la misma dormía sola, en la habitación de visitas.
—Empezaste a gritar. Me desperté pensando que te había pasado algo y corrí hasta aquí. Cuando llegué estabas moviéndote por todos lados, por un momento pensé que estabas convulsionando... ¿Qué te pasó? —preguntó, viéndolo practicar algunos ejercicios de respiración, luchando contra la agitación que lo poseía.
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Traición y Justicia: El pasado es un misterio / #PGP2024
RomanceEl ministro de justicia Claude Chassier siempre se ha negado a hablar sobre su pasado, pese a las constantes indagaciones de su hijo, André. Pero cuando una serie de violentos asesinatos comienzan a ocurrir a su alrededor, amenazando su seguridad, l...