Acto 2: Capítulo 1

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(23 años atrás)

Puerto de Levon, 24 de enero de 1888

Aquella era una mañana agradable. El cielo era azul, las nubes blancas y el viento, suave. Además, el calmo mar permitía que los pescadores paseasen despreocupados con sus barcos, admirando las cristalinas aguas de la bahía en la relajada búsqueda de su tesoro. Enviaban sus redes vacías a las olas y las traían de vuelta repletas de cardúmenes de atún y jurel, de langostas, camarones y jaibas, que por la tarde descargarían a la tierra y venderían frescas en los mercadillos de la plaza central. Por mientras, las señoras que exploraban la explanada de negocios y comerciantes se contentaban con luchar por las mejores hortalizas y frutas, moviéndose a paso rápido por entre la competencia, tirándole un puñado de monedas al vendedor antes de apoderarse de su compra.

 Por mientras, las señoras que exploraban la explanada de negocios y comerciantes se contentaban con luchar por las mejores hortalizas y frutas, moviéndose a paso rápido por entre la competencia, tirándole un puñado de monedas al vendedor antes de...

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Observando con asombro el masivo escenario, bajo los reconfortantes rayos del sol, Claude Chassier soltó un suspiro perezoso. Desde lo alto de la casa de sus padres, la Mansión Escarlata, podía ver todos los rincones de la ciudad portuaria. La previamente mencionada Plaza central, la Catedral de Sierra, la Biblioteca Regional, el Café Le Fleur, el Gran Teatro; todos lugares que su familia solía frecuentar a menudo —eso es, cuando no estaban ocupados teniendo una de sus clásicas peleas—.

Mientras admiraba la belleza de su ciudad natal, escuchó la dulce melodía de un violín besar sus oídos. Con una agilidad jovial, deslizó sus piernas hacia uno de los bordes del tejado, usando sus manos para engancharse en el canalón y colgarse del techo. Experto en sus maniobras, se abalanzó hacia la ventana de su habitación y cayó adentro con un estruendo calculado. Ileso, se enderezó la espalda, aplanó la ropa y salió hacia el pasillo, como si nada hubiera ocurrido. Siguió el sonido que lo hechizaba hasta bajar las escaleras, luego se apresuró en llegar a los aposentos de su hermano.

En aquel entonces, él era un hombre distinto; un muchacho distinto. Claramente no tenía noción del giro que tomaría su vida en unos pocos años, cuando todo lo que amaba se fuera arrebatado de sus manos. No, en aquel momento, él vivía en paz. Y la casualidad con la que marchó hacia la habitación de Jean lo comprobaba.

—¿Ya estás tocando a estas horas de la mañana? —fingió sorpresa, abriendo la puerta—. Eso sí es dedicación.

—La práctica hace al maestro —respondió su hermano, bajando su violín—. ¿Y tú? ¿Viniste a espiarme?

—No espiarte, apreciarte —contestó con un aire sofisticado—. Tengo que ser tu admirador número uno desde ahora. Así, cuando estés tocando en el Teatro de Carcosa, tendré un asiento gratis en los balcones.

—Ah, claro —se rio, negando con la cabeza—. Claude, es más probable que te ganes un asiento gratis siendo el próximo ministro de justicia que por conocer a un violinista cualquiera de la orquesta.

—Uno nunca sabe —alzó sus hombros—. Tal vez seas el próximo Paganini*.

—Si vendo mi alma al diablo, a lo mejor.

Traición y Justicia: El pasado es un misterio / #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora