Acto 3: Capítulo 1

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Carcosa, 13 de marzo de 1912

—André... no puedo continuar —respiró Claude, alzando su mano hacia su cabeza, esperando de alguna forma detener todas las memorias que le revolcaban la mente.

—¿Estás bien? —le preguntó su hijo, alarmado por su destemple.

—Sí... solo mareado.

Era más que obvio que el ministro no estaba mareado, sino cansado, achacado por su propia culpa.

—Es mejor si descansas un poco —asintió el escritor, levantándose y dirigiéndose a la puerta—. Volveré en unos minutos más y ahí podremos continuar.

Antes que diera el primer paso al exterior, la voz de su padre lo detuvo.

Antes que diera el primer paso al exterior, la voz de su padre lo detuvo

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—De hecho... —esperó a que el joven se volteara para continuar—. Creo que sería mejor si continuáramos mañana. Marcus me llevará a casa más tarde y lo único que querré hacer es dormir.

—De acuerdo —accedió André con un suspiro frustrado, y pocos segundos antes de que cerrara la puerta, agregó:—Pero volveremos a hablar. Quiero que me digas la verdad. Toda la verdad.

—La conocerás —afirmó su padre, fingiendo una sonrisa—. Te lo prometo.


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—Dime que no lo hiciste —rogó el jefe del departamento de policía, a tiempo de que el ministro se levantara de la cama—. Dime que realmente no lo hiciste...

—No pude Marcus, no pude continuar —alegó el hombre, saliendo exasperado de la habitación, siendo seguido de cerca por Pettra.

—¡Claude! ¡Tienes que decirle la verdad a tu hijo, maldita sea!

—¡Y lo hice! —se defendió, cruzando el angosto pasillo del hospital con prisa que su pierna lisiada le permitía tener.

—¡Pero no toda! —el otro atacó, jalando al ministro por el brazo y obligándolo a detenerse. No lo dejaría huir de sus problemas otra vez—. Jean... él está vivo, lo quieras o no. ¿Qué versión de la historia quieres que tu hijo escuche primero? ¡¿La tuya o la de tu hermano?!

Marcus parecía estar al borde de un desmayo. Su cara, enrojecida y sudorosa por el estrés, se retorcía en una mueca de reproche. Sus manos parecían pinzas, lo retenían como si aún fuera un niño travieso al que tenía que educar.

—¡Puede que tengas razón! ¡Me corrijo, tienes razón! ¡Pero el pasado duele! ¡Revivir todos mis peores errores al frente de André duele! ¡Es una maldita tortura!... ¡Pensar en ella!...

—¡YA SE HAN PASADO VEINTE AÑOS DESDE QUE ELISE MURIÓ!

—¡¿Y HACE CUÁNTOS FUE LA MUERTE DE TU HIJO?! —el ministro rugió de vuelta, soltándose de las garras del oficial—. ¡NO TE ATREVAS A DEMANDARME QUE SUPERE MI PÉRDIDA, MARCUS! —al ver pasar a unas cuantas enfermeras, claramente indignadas por el volumen de la conversación, respiró hondo, e intentó recobrar su calma—. ¿Me dirás que aún no sufres por eso? ¿Me dirás que no te acuerdas de tus errores todos los días? ¡¿Me dirás que no sientes tu corazón rompiéndose, cada vez que lo mencionas?!

Traición y Justicia: El pasado es un misterio / #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora