El ministro de justicia Claude Chassier siempre se ha negado a hablar sobre su pasado, pese a las constantes indagaciones de su hijo, André. Pero cuando una serie de violentos asesinatos comienzan a ocurrir a su alrededor, amenazando su seguridad, l...
Con una botella de whisky colgando de una mano y el bastón afirmado por la otra, el ministro de justicia se sentó en el sofá. Desvelado, traumatizado, aprisionado por sus propias mentiras, confrontado por la mismísima gente a la que había herido.
A su izquierda, sus dos víctimas principales se miraban con entendimiento, discutiendo quién empezaría a relatar la historia, quién sería el primero en hacer trizas su ya fracturada apariencia de buen hombre.
A su derecha, de brazos cruzados, su hijo los examinaba a todos con impaciencia.
La situación no tenía cómo empeorar.
—¿Qué te ha dicho tu padre sobre nosotros? —Elise se decidió a romper el hielo, cruzando los brazos.
—Bueno... hasta ahora sólo me ha contado lo básico. Por ejemplo, cómo se conocieron, cómo mi tío vino a parar a Carcosa...
—¿Nada más?
—No, en realidad no.
—No sabes casi nada entonces —se rio el jefe de los Ladrones, inconforme—. ¿Por qué eso no me sorprende? Es claro que...
—Solo le conté lo que ocurrió hasta que Jean fuera aceptado en la Orquestra de Merchant —Claude lo cortó, dirigiéndose directamente a la mujer.
—O sea, ¿antes de que...? —ella gesticuló, angustiada.
—Sí.
Ante la revelación, Elise inhaló hondo, hundiéndose de hombros luego en seguida. No tenía otra opción. Para satisfacer la curiosidad de su hijo y hacerlo entender la verdadera odisea que era su vida, se veía obligada a relatar uno de los mayores errores de su pasado.
—Pues bien... supongo que no tengo otra alternativa —cerró los ojos, concentrándose en revivir una a una sus memorias, decidida a no omitir nada—. Empecemos entonces por la tarde en la que Jean dejó Carcosa...
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