Acto 4: Capítulo 1

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Carcosa, 11 de marzo de 1888

—Volveré en dos semanas, lo prometo —el violinista la intentó consolar con una sonrisa, caminando a paso rápido por la gigante y concurrida estación de trenes de Reordan.

Llegaron a la puerta de embarque del tren sin ningún tiempo de sobra. En minutos la maquinaria entraría en marcha, dejando el caos de la urbe atrás.

—Te extrañaré, ¿lo sabes? —murmuró su amada al verlo voltearse, listo para despedirse.

—Serán menos de dos semanas, regresaré en un pestañeo —la abrazó, antes de robarle un beso recatado—. ¡Aprovecha el tiempo que tendrás lejos de mi insoportable presencia! —se rio al alejarse, subiendo las escaleras que daban al vagón con apuro.

—Lo intentaré —Elise prometió en voz alta, siendo acompañada por los silbidos descontrolados del vehículo y los elocuentes gritos del conductor—. ¡Buena suerte!

—¡Gracias! —en seguida se colgó de una de las ventanas, gesticulando un amoroso adiós—. ¡Disfruta tus vacaciones de mí!

Ella se rio, negando con la cabeza. En segundos, el tren empezó a andar. La estación se llenó de humo mientras la locomotora partía, ruedas girando y ganando velocidad. Orgullosa de su talento, pero triste por su partida, cruzó los brazos, con una expresión de anhelo resignada.

—Vuelve pronto, Jean-Luc...


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Carcosa, 12 de marzo de 1888

Al día siguiente, como era de esperarse, la empresaria se despertó extrañando la presencia del violinista. Pero, por más que quisiera quedarse en casa, sentada en su nostalgia, suspirando y reclamando al universo sus profundas ganas de volver a verlo, todo permanecía igual en la gris, competidora Carcosa. Y eso significaba que tenía un negocio al que atender, una carrera que solidificar, un futuro al que conquistar. Así que se levantó, con un respiro profundo, y continuó con su jornada habitual. Abrir el restaurante, servir clientes, echar a unos cuantos fanfarrones de su propiedad, mantener un ojo cercano en el personal de la cocina, administrar cuánto dinero entraba y salía de la caja... Nada sorprendente, nada de muy divertido.

Afuera, el calor seguía fuerte, pese a no contar con apoyo de un sol abrasador. El cielo en que residía había sido cubierto por un grueso mantel de nubes, que amenazaban con azotar la ciudad otra vez, con una de sus famosas y violentas lluvias. Sin embargo, hasta ahora, las únicas gotas de agua que descendían eran las del pegajoso e incómodo sudor que cubría las caras de todos los Carcoseños, incluyendo a Elise. Al menos —pensó, limpiándose la frente con la manga de su camisa— su padre no había aparecido por allí para comenzar uno de sus berrinches aún. Eso era reconfortante.

Pero claro que su paz no duraría mucho. Porque con la ausencia del ebrio, vino a retomar su puesto alguien mucho más irritante e indeseable, aunque por motivos completamente diferentes. Fingiendo simpatía, se acercó al invasor, cruzando sus brazos en una postura defensiva.

—Claude Chassier, que bueno verlo por aquí otra vez.

—¿Supongo que mi hermano ya se ha ido a Merchant? —preguntó, algo agitado, mirando con desconfianza a sus alrededores.

—Sí, ya se ha ido. Ayer fue su partida, de hecho—respondió, ojeándolo con curiosidad—. ¿No lo sabía?

—¡Pensé que se marchaba hoy! —se excusó, cansado—. Claramente me equivoqué... y lo peor es que tenía noticias que darle.

Traición y Justicia: El pasado es un misterio / #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora