Sueños hermosos, realidades deprimentes.

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Capítulo 34: Sueños hermosos, realidades deprimentes

Annabeth deja de mirar como el auto de Percy se aleja.

Siente un raro cosquilleo en el cuerpo. Ese encuentro con Perseus no fue muy cariñoso, aunque seamos honestos, ¿qué esperaba? ¿Que Percy saliera del auto, la besara y le dijera «te amo»? Sencillamente, ha sido muy ridículo eso de seguirlo y hablar con él.

Percy ya no quiere verla, hasta se ha olvidado de darle celos a Rachel.

Suspira. No entiende al pelinegro. Hace unas semanas, la besó en el parque Olimpo, luego la vuelve a besar, le regala rosas y es amable con ella y finalmente, la deja tirada, dejando bien claro que ya no quiere saber de ella.

Después dicen que las chicas somos las difíciles.

Vuelve a soltar un suspiro, sacude la cabeza y aleja sus pensamientos. Perseus ya se ha ido, es mejor dejarlo marchar y no sufrir más por él.

En el patio del colegio Harrinson, tiempo después del encuentro con Percy...

Por más que lo intente Annabeth no puede concentrase. Tendrá que estudiar matemáticas en otro momento. Vuelve a guardar el libro dentro de su mochila.

Está dispuesta a irse cuando lo ve acercarse. Es algo casi irreal, Percy está caminando hacia ella con una tranquila sonrisa en el rostro. Annabeth se pone de pie, deja la mochila verde en el suelo y espera a que él le hable.

—Annie tengo que decirte algo y es muy importante —dice el chico, ella abre la boca para decir algo pero él no la deja—. ¡No vayas a gritarme! No voy a decirte nada malo, lo juro.

—No iba a gritarte —replica la rubia. Percy sonríe una vez más.

—Mejor así. Annabeth, lo que voy a decirte es algo que no me sale fácilmente —Percy toma aire antes de continuar—. La verdad es que me gustas, me gustas muchísimo, pero nunca fui lo suficientemente valiente para decírtelo. Cuando tú me confesaste tus sentimientos el corazón se me detuvo de la alegría, aunque no te dijera nada. Pero es que, compréndeme, es difícil confesar tu amor a una persona que has odiado toda tu vida.

Annabeth se queda atónita. Lo comprende a la perfección. Sabe lo difícil y complicado que es decirle a alguien que lo amas cuando semanas antes era tu persona menos favorita.

—Vaya, Percy. ¿Lo dices de verdad? ¿No estás jugando?

—Annabeth, no. Yo no juego con estas cosas —el chico sonríe aún más—. ¡Me gustas, Annabeth Chase! ¡Yo, Perseus Jackson, amo con todo mí ser a ésta linda rubia! —Annabeth también sonríe, nunca se había sentido tan feliz en su vida—. ¿Qué dices, Annie? —pregunta él tomando su mano—. ¿Quieres hacerme el chico más feliz y afortunado siendo mi novia?

—Dioses, Percy. ¡Claro que quiero! —ella se lanza en sus brazos abrazándolo con mucha fuerza. Al fin ese chico es suyo, y no lo va a dejar ir.

Cierra los ojos para darle el beso más dulce de la historia. Pero algo la detiene, los labios del chico nunca llegan. En su lugar, escucha en zumbido de una mosca pasar cerca de su oído.

Abre los ojos. Está muy decepcionada. Sólo ha sido un tonto sueño.

¡Como te odio, Percy! ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora