Capítulo 1

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-Está delgada de nuevo -acarició mi panza con suavidad y cariño.

-¡No! Seguro le duele -quitó su mano de inmediato.

-¿Por qué no despierta? La extraño mucho -sonreí aún con los ojos cerrados. Solo escucharlos me daba paz.

-No, siempre se enoja cuando la despertamos -silencio.

-¡Ya sé! Despertémoslo, como es un bebé, no puede enojarse -sus risitas traviesas pudieron conmigo y abrí los ojos para verlos por fin.

Y ahí estaban, me levanté de repente cuando me percaté de que esta vez no era un sueño. Los tres pegaron un pequeño salto asustados por mi brusco despertar, pero de inmediato me regalaron la sonrisa que Gustav había puesto en ellos para mí. Mi corazón iba a explotar, por fin iba a explotar de alegría.

-¡Mis amores! -sollocé y al reaccionar los tres corrieron a mis brazos felices.

-¡Mamma! -chilló mi trío en italiano.

-¡Cielo santo! -temblaba de ansiedad, ¿Y si en realidad era un sueño? Si ese era el caso, quería disfrutarlos todo lo que pudiera-. Déjenme verlos -se acomodaron como siempre sobre mí.

-¿Por qué llora mamma? -lanzó mi niño en una extraña combinación de idiomas.

-Porque estoy feliz de verlos. Mamma los extrañaba demasiado -los abracé de nuevo y sus pícaras risas me dieron años de vida.

El llanto de un bebe exigiendo mi atención nos sacó de nuestra burbuja y solo en ese momento pude percatarme de la hermosa cuna a unos metros de la cama.

-¡Se despertó Enzito! -gritó eufórica Alessandra y corrieron a su encuentro. Me levanté poco después acortando la distancia, casi corriendo y por fin pude verlo.

Dejo de llorar inmediatamente me vio y aunque estaba segura de que yo era un completo desastre, él me miraba con atención.

-¡Mi vida! -lo sostuve entre mis brazos sin pensarlo, yo quería verlo con claridad, pero las lágrimas no me daban tregua.

Pensé que había tenido suficiente, pero estaba completamente equivocada, pues al escucharme me regalo la sonrisa que solo yo podía sacarle a su papá.

-¡Oh, mi amor! ¿Te acuerdas de la voz de mamá? -volvió a reír ahora mucho más confiado y llené su hermosa cara de besos.

Volvimos los cinco a la cama y los miré, había pedido tanto por este momento que era increíble darme cuenta de que ahora lo estaba viviendo.

Los niños estaban en excelentes condiciones, quería creer que era por el tiempo que tenía sin verlos y que en realidad el par de libras que ahora notaba en sus cuerpecitos eran solo cosas de mi imaginación. Los revisé completamente a los cuatro.

-¿En serio les estás contando los dedos? -una voz penetrante me regañó y por impulso puse mis manos sobre ellos como si necesitara protegerlos.

-¡Nonno! -mis hijos se escaparon de entre mis manos y fueron corriendo hacia el hombre, que les dio dos besos en las mejillas a cada uno. El bebé empezó a mover sus piernitass y bracitos eufórico al verlo. Me sentí traicionada por un momento.

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