Capítulo 25

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Lo veía devorar el plato que tenía en frente, ¿por qué él siempre tenía hambre?

-Luciano, ¿puedes explicarme de que viaje hablabas? -se suponía que venía a explicarme lo que habíamos hablado en la mañana, pero solo había pasado la noche obligándome a cocinar y ahora solo comía.

-Necesito que me acompañes a hacer unas cosas -enarqué una cejas.

-¿Por qué? -pregunte y tragó lo que tenía en la boca.

-¿Por qué no?

-¿Por qué tan de repente?

-Las cosas que debo hacer me resultaran más fáciles si tengo pareja.

-¿Pareja? -asintió-. ¿Quieres que finja que soy tu novia? -asintió.

-¿Por qué haría algo así?

-¿Por qué no?

-¿Por qué si? -me mató con la mirada.

-Olvidadlo, Camila -lanzó ofendido, pero no paró de comer. Sonreí.

-¿A dónde iríamos? -sinceramente no tenía nada mejor que hacer.

-Posiblemente, Florencia y América -casi me atragantó con lo que estaba comiendo. Definitivamente, ese plan tenía que ver con los Palumbo.

Justo cuando iba a contestarle recibí un mensaje de texto.

Renato: ¿Por qué ese hombre está sentado en mi silla?

Malditas cámaras. Volví a poner el teléfono sobre la mesa ignorándolo.

-¿Qué tendría que hacer?

-Ya te lo dije, solo debes fingir que eres mi pareja y hacer lo que yo te diga para que todo salga bien.

-¿Es peligroso? -pregunté tentando.

Renato: ¿De qué hablan?

Lo ignoré de nuevo.

-Si me haces caso no tiene por qué serlo -lo pensé un momento. Evidentemente, quería estar cerca si él intentaba hacer algo.

-Está bien, ¿Cuándo nos vamos?

-Nos vamos mañana a Florencia -asentí.

-¿Qué clase de ropa debería llevar?

-Lleva ropa casual, ya luego si necesitas algo especifico lo compramos ahí -asentí con una sonrisa macabra, eso si me gustaba, comprar. Él rodó los ojos.

Renato: Tengo hambre.

Renato: Dame comida.

Renato: Dame comida.

La vista de Luciano viajó hasta mi teléfono y nuestras miradas chocaron.

-Es una amiga, está embarazada y no sabe quién es el papá -lancé sabiendo que no preguntaría más. Asintió y volvió su atención a su plato.

Abigaíl: ¡¿Puedes parar de enviarme mensajes?!

Renato: no.

Terminamos de cenar y luego de acordar algunos detalles del viaje se fue. Mi celular empezó a sonar poco tiempo después y rodé los ojos.

-Enzo, en serio eres necio -lancé inmediatamente conteste.

***

Para mi sorpresa, Luciano era del tipo ecológico o en su defecto, tacaño, pues decidió a último momento que el viaje a Florencia lo haríamos en auto y no en avión, con la excusa de que no valía la pena dañar el planeta por cuarenta minutos de viaje. Como venganza, había pasado las casi cuatro horas de viaje jodiéndolo.

-Entonces, ¿Cómo te gustan las mujeres? -me miró hartó de mí.

-Altas, rubias, ojos azules o marrones, buenos pechos y que no jodan -lo maté con la mirada. Literalmente le gustaba todo lo contrario a mí. Estaba ofendida.

Me volteé mirando por la ventana y comencé a ignorarlo. Creo que fue su momento favorito en todo viaje para él y Brutus, quien nos servía de chofer.

Mi estado de ánimo cambio de inmediato al llegar, estar en Florencia definitivamente era estar en casa.

-¿Habías visitado Florencia antes? -preguntó al ver cómo sonreía. Negué mintiendo.

-¿No soy el mejor por haberte traído? -lanzó orgulloso de sí mismo y volví a verlo. Enarqué una de mis cejas.

¿Todos los italianos eran bipolares o yo solo tenía mala suerte?

-Debiste traer a una de las rubias tetonas del bar -mi atención volvió a estar en la ciudad que tanto conocía y extrañaba.

-No podían -dijo solo por joderme y rodé los ojos.

El camino que empezábamos a tomar me estaba poniendo nerviosa.

-¿A dónde vamos? -pregunté.

-Iremos primero al hotel y nos instalaremos. Hoy no haremos mucho más. Debo ir viendo cómo van las cosas.

Cielo santo, que no sea lo que creo. Cerré los ojos, recé.

-Llegamos -dijo Brutus y sentí como detenía el auto. Abrí uno de mis ojos y me tensé.

Maldita sea mi suerte.

El hombre abrió la puerta para mí y me bajé del auto sin tener más opciones. Luciano se acercó a mí y extendió su mano hacia mí, la cual acepte y empezamos a caminar hasta la recepción.

Trataba de no hacer ningún tipo de contacto visual con nadie.

-¿Por qué este hotel? -le susurré.

-El dueño es un conocido mío -lanzó sonriendo sarcástico. Puto hipócrita.

La suite presidencial estaba reservada para nosotros y caminábamos por las instalaciones con paso seguro, al menos él, yo me moría de miedo.

Todo estaba yendo perfecto, casi llegábamos a la habitación, una vez ahí, podría avisarle a los Palumbo donde estaba.

-No puedo creer mi suerte. Camila, desde hoy eres mi puto amuleto -el hombre a mi lado susurró mucho más que emocionado y mi estado actual de miedo ahora era puro terror.

Aseguró nuestras manos unidas y caminamos hasta uno de los jardines.

-Russo, estaba por llamarte -el hombre reconoció la voz de inmediato y su mirada viajó de Luciano a mí y por último nuestras manos entrelazadas.

Mi exesposo se recompuso a tiempo y aceptó la mano que le ofrecía mi supuesto novio. El pequeño que él tenía en brazos me miró fijamente, disimuladamente coloqué mis lentes y miré a otro lado.

-Los presento -se dirigió hasta mí-. Es mi novia, Camila -Gustav extendió la mano hacia mí con cortesía y yo la acepté-. Cariño, él es Gustav Russo. Es el dueño del hotel.

-Mucho gusto -me limité. Alessandro acomodó su cabecita en el hombro de su padre y me miró con curiosidad. Su carita triste y nariz roja fue suficiente para saber que estaba enfermito.

Ignorarlo y confundirlo así me estaba matando.

-El gusto es mío -dijo.

-Veo que hoy haces doble turno -lanzó Luciano viéndolo con mi bebé en brazos.

-Sí, hoy los niños vinieron de visita -Gustav había dicho eso para mí, definitivamente. Me tensé.

-Cariño, necesito ir al baño -dije viendo a Caruso. El busco con la mirada a alguno de sus chicos de seguridad, pero gracias a Dios ninguno estaba cerca.

-Te esperaré aquí -asentí y fingiendo no saber exactamente donde ir, me escape de su vista.

Fui hasta la oficina de seguridad y entré sin tocar, Carlos, Julio y los demás chicos en la habitación me miraron con sorpresa, necesité unos segundos, estaba agitada por los metros que había corrido hasta ahí.

-Vayan por Alessandro, ¡ya! Gustav está con Caruso ahora. ¿Dónde están las niñas? ¿Dónde está Enzito? -todo se descontroló. Empezaron a hablar a través de los radios.

-Las niñas están con Nana en una de las habitaciones. Enzito está en una cita médica con el señor D'accardi -lanzó uno de ellos y respiré aliviada.

-Sáquenlos de aquí -Julio dividió a los chicos y se pusieron en marcha de inmediato.

-¿Qué hacen aquí? ¿Por qué mierda no avisaste? -los mate con la mirada.

-Obviamente, no sabía que venía para acá, Carlos. Les envié un puto correo diciendo que vendría con él a Florencia. ¿Qué demonios hacen los niños aquí? ¿Por qué nadie me lo dijo?

-No vi ningún correo -rodé los ojos-. ¿Quién fue que pidió ver a los niños? -gruñó viéndome mal.

-Debo volver, por favor, saquen a los niños de aquí -salí de la oficina y cuando ya estaba a pocos pasos de Caruso, un par cositas abrieron los ojos con sorpresa al verme.

-¡Mamá! -chillaron al unísono y se soltaron de su seguridad. Como pude, las tomé en brazos, escondiéndonos tras la pared más cercana.

Luciano estaba de espaldas y no logró ver ni escuchar nada, pero Gustav, quien si estaba de frente a la escena, fingía prestar atención a lo que le decía Caruso.

Era evidente que pagaría todo mi Karma con estas niñas, ¿cómo me habían reconocido desde lejos y con lentes oscuros puestos? Llené sus caritas de besos y ellas saltaban emocionadas al verme.

-¡Hola mis amores! Mamá las extraño tanto -estaban creciendo dolorosamente rápido. Las coloqué en el suelo.

-Escúchenme, ahora irán a casa de tío Dylan -asintieron-. Mamá hablará algunas cosas con papá y luego voy a verlas, ¿si? -asintieron emocionadas y llenaron mi cara de más besos.

-Pórtense bien, nos vemos más tarde -los chicos de seguridad la tomaron en brazos y se marcharon ahora mucho más tranquilas.

El alma me volvió al cuerpo cuando vi que también se habían llevado a Alessandro. Luciano se levantó de la silla en la que ahora estaba sentado en compañía de Russo y haló el asiento a su lado para que me sentara. No me sorprendió de él, era un caballero, incluso cuando no estabamos fingiendo.

-¿Ya almorzaron? -era más que claro que Gustav ahora estaba más relajado con los niños fuera del hotel-. Permítanme invitarlos, tenemos muy buenos chefs -sonreí emocionada, moria por comer de nuevo mi plato favorito.

-Sí, ya comimos -mi sonrisa cayó al suelo cuando escuché a Caruso. ¿Cuándo comimos?-. Pero te aceptamos la invitación para la próxima, nos quedaremos aquí unos días -Gustav asintió y sonrió con disimulo al ver mi cara de decepción.

-Disculpe, señor, la habitación ya está lista -Brutus se había acercado a nosotros.

-Russo, iremos a instalarnos ahora -los tres nos levantamos-. Si no estás ocupado, más tarde podemos seguir con nuestra conversación.

-Claro que sí, estaré en mi oficina. Estoy seguro de que para esa hora del día Palumbo ya estará aquí, quedamos en vernos hoy -asintió satisfecho y nos despedimos.

Inmediatamente nos alejamos lo suficiente de Gustav, le lancé lo que quería desde hace mucho.

-¿Cuándo comimos? Mentiroso, muero de hambre -gruñí y mi estómago me acompaño poco después.

-No es seguro comer aquí, ya Brutus traerá algo de comer -rodeé los ojos.

-¿Quién te crees? ¿La reina Isabel?

-El rey Carlos -respondió con seguridad-. Justamente porque no quiero estar como ella, no comeremos aquí.

Cabrón.

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Esto cada vez se pone mejor o peor, depende a quien le pregunten xD

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