Capítulo 45

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Era consciente que constantemente iba a eventos que requerían que me vistiera acorde a la ocasión, pero sinceramente, esta vez, no podía encontrar nada que me desagradara de mi atuendo.

Habíamos optado por un vestido largo, que parecía tatuado a mi piel, el cual, iba sujeto a mi cuello con elegancia, sin embargo, mi espalda estaba completamente descubierta, con un escote que acababa a pocos centímetros de mi culo. Mi maquillaje hoy fue un poco más profesional, logrando cubrir a la perfección mis moretones. Mis labios rojos, a juego con el color del vestido.

Unas elegantes ondas de agua terminaban mi look, logrando conseguir el atuendo perfecto para la fiesta a la que debía asistir. Salimos y Brutus me esperaba con el auto listo.

-Pórtate bien, por favor -repitió por décima vez en la noche.

-Sí, sí... -rodé los ojos. Besó mis dos mejillas y me ayudo a subir al auto.

No iba a mentir, estaba adolorida, pero esto era lo menos que podía hacer por Luciano. Para mi sorpresa, nuestro viaje no duro más de treinta minutos y el chico que hoy era mi seguridad, se detuvo a una esquina de la entrada.

-¿Qué pasa?

-Ese es el auto del Señor Caruso, no sé por qué se detuvieron. Esperemos aquí -esperar no era una opción para mí, pues la espalda me estaba matando por haber estado todo este tiempo sentada.

-Iré a ver si está bien -tomé mi bolso.

-Abigail... -me dijo y lo miré-. Compórtate, hablo en serio -asentí, por su tono, sabía que no era una opción.

Me ayudó a salir y caminé unos pasos hasta el auto que teníamos en frente. El hombre estaba viendo hasta un punto muerto, como si se encontrara en un limbo del cual no podía salir. Toqué la ventana y volteó a verme de inmediato.

Sus ojos expresaron de repente tantas cosas que no pude descifrar lo que pensaba en realidad, posiblemente él tampoco lo sabía.

-¿Abigail? ¿Qué haces aquí? -lanzó bajándose del auto.

-Me dijiste que fuera tu novia por dos meses, ¿no? -sonreí-. Tienes suerte, aún te quedan algunos días -lancé coqueta y solo en ese momento su vista viajó por todo mi cuerpo.

-¿Estás bien? No creo que deberías estar...

-¿Quieres que me vaya? -dije interrumpiéndolo.

-No dije eso, lo que quiero decir es...

-¿No estoy bonita? -lo irrumpí de nuevo y suspiró.

-Nunca te había visto más hermosa, extrañaba tus ojos verdes -le sonreí de nuevo. El chico había pasado estos días con Abigail y le había devuelto a su Camila de repente.

-Vamos -estiré mi mano y él la aceptó enseguida.

Llegamos al cumpleaños del único heredero de una de las dinastías más poderosas en Italia, el joven cumplía mi edad, pero más que la celebración de su nacimiento, era un evento netamente de negocios.

Su padre estaba por retirarse y empezaba a dejarle algunas responsabilidades a su joven hijo. Caruso, no era del tipo fiestero, así que era obvio que estar aquí tenía un motivo, conseguir que el chico le venda uno de los terrenos más codiciados en toda roma.

La familia Petro era conocida, más que todo, por sus elegantes restaurantes, los cuales estaban esparcidos por toda Europa. Uno de ellos, pronto cambiaria de ubicación y desde que el rumor se esparció, más de uno mostró interés por poseer el lugar.

La cantidad de personas en la fiesta era manejable, como si alguien hubiera seleccionado exquisitamente los invitados. Caminábamos hasta una de las mesas y podía sentir por todo mi cuerpo como el efecto de las pastillas empezaba a cesar.

-Caruso... -la voz detrás de nosotros hizo que ambos, por obvias razones, nos tensáramos. Volteamos al mismo tiempo. El hombre a mi lado reaccionó después de un par de segundos.

-D'accardi... -respondió aceptando la mano que le brindaban. Los tres Palumbos me comieron con la mirada de la misma forma. Sinceramente, no entendía como Luciano no se había dado cuenta antes que en realidad yo era Abigaíl.

Caruso me pegó hasta él con posesión, olvidando mis lesiones. Inevitablemente, me quejé. Los cuatro ahora me miraban preocupados. Enzo incluso había dado un paso hasta mí. Les sonreí calmándolos.

-Volví al gimnasio, me duele todo -reí nerviosa y todos se relajaron y continuaron hablando.

Admiraba la forma en la que mi acompañante podía fingir que no quería matar a los tres hombres frente a él.

Enzo tenía muchas cualidades, pero tenerme de frente, mientras otro hombre posaba su mano peligrosamente cerca de mi culo, no era algo que pudiera tolerar por mucho. Él estaba a punto de ebullición, debía irme o esto acabaría mal. Me acerqué al oído de Luciano.

-Iré a sentarme un rato -susurré.

-¿Estás bien? -asentí y le regalé la mejor sonrisa que pude. Se acercó a mi cara y me sorprendió, besando mi nariz con cariño. Le regalé una sonrisa y negué divertida viéndolo.

Al parecer, recordaba que en una de nuestras conversaciones, mientras yo era Abigaíl, le había comentado que Gustav siempre besaba mi nariz como saludo y estaba segura, que solo lo había hecho para joderlo. Antes de irme, eche un vistazo hasta Russo, que miraba el hombre frente a él sin dar crédito.

No pude evitar reír y llevé mis manos hasta mis costillas cuando las sentí crujir, acción que paso desapercibida para todos, menos para el psicópata de Enzo. Quien enarcó una de sus cejas viéndome.

-Iré a sentarme un rato, chicos. Lamentablemente, yo no tengo sus zapatos -lancé coqueta y di la vuelta yendo hasta la primera mesa que encontré.

Busqué en mi bolso las pastillas que acabarían con mi pena de una vez por todas. Me importó poco que alguien estuviera viéndome sacar todo lo que traían dentro de mi carterta, pues si o si debía encontrar los putos medicamentos. Parecía una adicta que dependía de su droga.

No estaban.

Busqué con la mirada a Brutus entre la multitud, quien, como siempre, estaba pendiente de todo y vino hasta mí de inmediato.

-¿Qué pasa?

-¿Puedes ir a revisar si deje mis pastillas en el auto? -me miró. El hombre estaba harto de mis constantes despistes. Rodó los ojos y solo se fue, otro de los chicos de seguridad ocupo su lugar, como si necesitara estar en constante supervisión.

¿Qué pensaban? ¿Qué me iba a escapar? ¿A dónde?

Los minutos pasaban y el cumpleañero por fin hizo su entrada, era joven, muy guapo, ridículamente rico e inteligente. Lamentablemente, inexperto. Los cuatro hombres con los que acaba de estar lo miraban como si el pobre fuera una presa que estaban por cazar.

-No está -gruñó mi guardaespaldas. Cerré los ojos sabiendo qué la pasaría muy mal.

-Está bien -dije y tomé dos copas de la bandeja del mesero que pasaba justo detrás de nosotros-. Me quitaré el dolor a la antigua -suspiró y simplemente volvió a su lugar. Para cuando volví la vista hasta los chicos, Caruso venía caminando hasta mí.

-Te duele, ¿cierto? -negué lentamente, cuando hablaba en ese tono me daba miedo. Suspiró -Ven, vamos a casa -tomó mi bolso con intenciones de marcharnos.

-Luciano, estoy bien, solo me lastimaste cuando me halaste de esa forma -le regañé-. Viniste a trabajar, ve, estoy bien -me miró tratando de tomar una decisión. Poco después, se sentó a mi lado y me hizo mirarlo.

-Abigaíl, compórtate... -si me pagaran por cada vez que me decían eso, ahora sería billonaria-. Cuando te deje sola sé que al menos uno de tus esposos vendrá a hablarte -gruñó-. No les cuentes que sé quien eres, no juegues con tu vida de esa manera -me miró con seriedad.

-No hay forma de que no vuelvas a casa conmigo hoy, así que, por mi paz y la de ellos. Pórtate bien.

Asentí. Sinceramente, no tenía ningún plan de escape, pues no estaba ni condiciones físicas ni mentales para que resulte.

-Trataré de ser breve y nos vamos, sé que te duele -asentí-. Y no tomes tanto... -dijo al verme con mi tercera copa en la boca y se fue.

Ni las predicciones de Nostradamus fueron tan acertadas, pues tal como me acababa de decir Caruso, Enzo se acercó a mi desde que me vio sola. Me miró unos segundos sin decir nada.

-¿Qué paso? -preguntó sin más.

-¿Qué paso con qué?

-¿Qué tienes? -insistió.

-Nada -resopló. ¿Por qué estaba tan enojado?

-Abigaíl, ¿por qué te gusta testar mi paciencia? Juro que no cumpliré cuarenta sin tener problemas cardiacos por tu culpa.

-¿De qué estás hablando, Enzo?

-¿Qué mierda es ese vestido? -dijo por fin lo que carcomía su paz.

-¿Me queda mal? -ladeé mi cara viéndolo coqueta, él no estaba listo para que yo reaccionara de esta manera.

-Te quedaría mucho mejor si te lo pones solo para mi, en casa -el hombre estaba tan celoso que había olvidado por completo que estábamos divorciados.

-¿Por qué le modelaría este vestido a mi ex? -el mesero trajo otro trago para mi y lo acepté con gusto.

-Deja de jugar con mi puta paciencia, Abigail... -gruñó.

-Cielo santo, qué genio, ¿hace cuanto no coges? -lancé divertida para joderlo un poco más.

-No hace tanto -dijo tomando de golpe el trago que traían en las manos-. Si la memoria no me falla, cogí antes de ayer -mi sonrisa cayó al suelo. El que se divertía ahora era otro.

***

La fiesta había avanzado con normalidad y yo podía jurar, que para este punto, ya tenía más de una botella de vino en mi sistema. Veía a lo lejos a los hombres abordando al cumpleañero con sus posibles propuestas, él, solo sonreía y asentía, fingiendo no estar incómodo.

Mi corazón se arrugó cuando vi a uno de mis hijos en esa situación y no pude soportarlo más.

Me levanté con paso seguro y fui hasta ellos, todos me miraron al ver la forma repentina y abrupta en la que había llegado.

-Por Dios, ¡déjenlo ya! Es su cumpleaños y ni siquiera ha podido pisar la pista de baile. Debería darles vergüenza -les regañé y tomé al chico de la mano-. ¿Bailamos? -dije con más suavidad y él aceptó de inmediato sonriéndome.

Con el timing perfecto, Kiss me more the Doja Cat y SZA empezó y no podíamos estar más felices. Bailábamos como si nuestra vida dependiera de ello. Por primera vez en toda la noche, él podía actuar como un chico de su edad.

-No sé cuál es tu novio, pero los cuatro quieren matarme ahora mismo -lanzó acercándose a mi divertido. Ambos reímos.

-Pues si este será tu último cumpleaños, disfrutémoslo, ¿no? -asintió aceptando su destino y me tomó por la cintura con suavidad.

Había que darle un premio al DJ, pues cada canción, sorpresivamente, superaba a la otra. Yo sabía que los hombres de mi vida tenían poco aguante y por primera vez, estarían trabajando en equipo, para asesinar al pobre cumpleañero.

-Chico, ya debo volver -dije con el cuerpo cortado, después de esto debía irme si o sí.

-No me abandones -dijo fingiendo pena-. Tendré que volver a trabajar -negué.

-A ver, ¿a quién le venderás? -se encogió de hombros. Suspiré viéndolo

-¿Ves a esos cuatro buitres que nos han mirado todo este tiempo? -asintió-. Tú, definitivamente, no los quieres tener de enemigos cuando solo vas empezando tu carrera empresarial, pues uno controla la mejor línea de hoteles en Italia. Otro, es el dueño de los mejores restaurantes, literalmente, es tu mayor competencia aquí. El de la esquina es dueño de Roma y pues... -mire a Enzo-. El otro, se apellida D'accardi -me limité, sabiendo que era suficiente para hacerle saber que tampoco era alguien que quería tener en contra.

-¿Qué debería hacer entonces? Yo realmente quiero deshacerme de ese terreno o no tendré paz.

-Véndemelas a mi -lancé y él me miró-. Te pagaré lo mismo que te ofrecen ellos. Hagamos que en el contrato de venta haya una clausura que indique que, por al menos diez años, no se podrán construir en los terrenos ningún hotel, restaurante o discoteca. Realmente no tengo tiempo para que todo ese estrés que ahora tienes caiga sobre mi.

-¿Qué harás con las tierras entonces?

-Pondré una academia de arte, el lugar es excelente para mi. El Bar abigail's que está a unas pocas cuadras es mío y me iría bien tener unas oficinas físicas en Roma -sonrió aliviado sabiendo que ahora su vida tenía un problema menos.

-Pues no hay nada más que agregar. Felicidades, eres la nueva dueña -sellamos el pacto con un apretón de manos.

-Mañana el Señor Dylan Columbo va a llamarte y afinará detalles contigo -asintió y lo miré.

-Eres joven, disfruta tu edad y no involucres de nuevo tus celebraciones con el trabajo. Consíguete una chica inteligente, que te ayude a lidiar con situaciones como estas y que también te coja rico -ambos reímos.

-Suertudo el que te tenga a ti.

-Ya sé -dije y negó divertido.

Para cuando volvimos, los hombres estaban clavados en el mismo lugar en donde lo habíamos dejado.

-Bueno, Señores. Lamento informarles que, aunque sus propuestas era muy buenas, me ofrecieron un trato al cual no pude negarme -el joven lanzó con fingida pena-. Espero que en el futuro si se logre y podamos trabajar juntos. Pasen buenas noches y por favor, disfruten de la fiesta -se acercó a mi y besó mi mejilla-. Esperaré esa llamada -guiñó uno de sus ojos y se marchó.

La buena noticia de todo esto era que ya no querían asesinar al cumpleañero, ¿la mala? Que ahora la víctima era yo.

-Estoy borracha, ¿nos vamos? -lancé al viento y sonreí con inocencia. Me iría con quien reaccionara primero.

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¡Hello! ¡Hello! Les estoy regalando estos capítulos, pero inminentemente.. Estamos cerca del final. 

Spoiler Alert: Posiblemente, el libro no llegue al capítulo 50.

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