Capítulo 2

983 50 9
                                    

Y lo entendí enseguida, había estado aquí solo dos días, pero no culpaba a los niños de amar a su abuelo, pues en resumen, todo en esa casa se regía bajo los gustos y deseos de mis hijos. La casa, por su parte, parecía un pequeño parque de diversiones con un montón de juegos enormes en el jardín, acompañado de una gran piscina y caballerizas con lindos caballos.

Los veía tomar sus clases en el jardín mientras amamantaba a Enzito cuando una caravana de autos empezaron a aparecer en la entrada, me tense preocupada y calcule mentalmente cuál sería la mejor forma para tomarlos a los cuatro y salir de ahí corriendo.

Las puertas de los autos se abrieron de repente y todo mi cuerpo por fin sintió paz. Los niños, al percatarse, ignoraron completamente las advertencias de su tutora y fueron corriendo a darles la bienvenida. El encuentro no pudo hacerme más feliz.

Luego de un montón de besos y abrazos, Enzo se acercó a paso firme hacia mí, me miraba sin una expresión fija, ¿Estaba feliz? ¿Enojado? No podría deducirlo. Sus ojos se iluminaron cuando vio a su bebé prendado a mi pecho.

Los dos por fin hicieron contacto visual y él sonrió enamorado.

-Hola... -lanzo de la manera más cariñosa-. ¡Hola, amor! -le repitió y mi corazón se derritió. El bebé le sonrió risueño como respuesta y a mi esposo se le escapó un suspiro.

-¿Quieres cargarlo? -el cambio abrupto en su expresión cuando hable me dio a entender que, en efecto, estaba molesto.

Con cuidado lo tomo en brazos y empezó a caminar en dirección a sus hermanos. Los dejé disfrutar a sus hijos un rato y aproveché para entrar a la casa y ducharme.

Me tomé el tiempo para relajarme, al parecer los meses de horror habían acabado, no podía no sentirme segura si los tres hombres que estaba en la planta baja estaban cerca. Lavé mi pelo con suavidad, como lo solía hacer cuando había tenido un mal día en el trabajo.

Salí de la ducha después de un rato y empece a buscar algo cómodo para ponerme en el enorme closet que habían preparado para mí. La puerta de la habitación se abrió sin avisar y Enzo entró como perro por su casa. Se sentó en la cama viéndome.

-Amor, te debo una disculpa, sé que no...

-¡Shhh! -me detuvo bruscamente y mis labios se sellaron de inmediato. Con sus manos hizo una señal para que me acercara a él y lo hice. Quitó la toalla que cubría mi desnudez y miró todo mi cuerpo con morbo.

Sin titubear, sus manos empezaron a rodear mis pechos, pero no llegaron a tocarlos ni una sola vez. Mis pezones se erectaron al tacto y él sonrió al darse cuenta.

-Abajo -dijo con la respiración ya acelerada y lo miré confundida.

-Enzo, no creo que...

-Abajo... -repitió serio y mi cuerpo me traiciono haciéndole caso. Empezó a quitar su pantalón mientras me veía. Su enorme pene me saludo.

Con su pulgar repasó mis labios y de a poco su mano fue haciendo una coleta en mi pelo aún húmedo. Golpeó su erección contra mi boca haciendo que abriera paso hasta mi garganta. Acaricié sus muslos y tomando un poco de control empece a chuparla llevando ahora el ritmo yo.

Él estaba desesperado, pero yo sinceramente quería disfrutarlo, así que con mi lengua recorrí todo su tronco y succione la punta con fuerza y de sus labios escapó un gemido ronco. Volví a meterla completamente en mi boca, no estaba dispuesta a parar hasta conseguir lo que ambos queríamos.

Para bien o para mal, yo sabía que hacer para hacerlo perder el control y mis manos empezaron a apretar con cuidado su escroto.

-¡Maldición! -espetó como si estuviera molesto consigo mismo por disfrutar lo que le hacía.

Seguí succionando y lamiendo su pene mientras mis ojos lo veían como si estuviera poseída y mi esposo no pudo mucho más. La metió hasta lo más profundo de mi garganta y empezó a correrse.

Él al parecer no había tenido suficiente y sin darme tregua me lanzó sobre la cama y termino de quitar su camisa. Separó mis piernas y vio con lujuria lo húmeda que ya estaba. Acarició mi abdomen hasta llegar a mi centro, la cual palmeo sin ninguna delicadeza y la metió de golpe. Definitivamente me estaba castigando.

Se movía dentro mío como un puto animal y yo jadeaba extasiada. Intente acariciar su pecho, pero con rabia tomo mis muñecas colocándolas sobre mi cabeza y siguió follándome duro.

-¿Por qué? -gruñó por fin mientras el ritmo de sus embestidas no cesaba-. ¿Por qué no me respetas? ¿Por qué siempre haces lo que te da la gana, maldita sea?

-Amor, perdón...-solté en un gemido.

-¡Shhh! No quiero escucharte -salió de mí un momento y cuál muñeca de trapo me coloco a cuatro patas y volvió a dejarse ir dentro mío.

Me daba duro y lo escuchaba jadear molesto al escuchar mis gritos de placer. Comenzó a moverse en círculos y mi nalgueada con firmeza cada tanto. Colocó una de sus manos en mi cabello haciendo que mi cabeza se estirara hacia atrás. No recordaba haberlo visto tan molesto. No me acordaba lo rico que me cogía cuando me extrañaba.

Apreté las sabanas y me tensé ante lo inevitable, empece a correrme con intensidad y mi chico me acompañó rellenándome. Caí sobre la cama mientras mi cuerpo aún estaba temblando por la intensidad de mi orgasmo.

-Vístete -dijo bajándome de la nube en la que estaba-. No quiero pasar ni un puto minuto más en esta casa -y cuando termino de vestirse se fue. Suspiré, esta vez si me costaría arreglar las cosas.

-Enójate todo lo que quieras, pero "descogida" no hay -lancé viendo a la puerta fingiendo que me escuchaba y sonreí para mi misma.

Como la esposa sumisa que no era, termine de cambiarme en tiempo récord y como no había traído nada, nada me llevaba. Bajé las escaleras feliz de saber que iria a casa y la escena más incómoda que vería pasaba ante mis ojos.

-Te lo advierto, no te vuelvas acercar a mi familia. Aleja toda tu mierda de ellos -Enzo acorralaba a su padre de la pared mientras que sus hermanos intentaban calmarlo. El viejo Palumbo no se inmutaba.

-¡Vámonos! -mi esposo lo dejo ir cuando me vio y fui tras de él sin pensarlo.

-Estás matando a tus hijos sacándolos de aquí, D'accardi -espetó su progenitor y mis pies se clavaron en el suelo. Ninguno pudo dar un solo paso más.

Todos los presentes miramos al hombre. Algo me decía que la paz que empezaba a sentir no duraría mucho.

---------------------------------------------------------------------------------

¡Buenas noches!

Pregunta de una escritora considerada, del 1 al 10, ¿Qué tanto quieren sufrir en este libro?

VenganzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora