Capítulo 7

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-Las presento -la mujer al lado de mi suegro me observó de arriba a abajo sin disimulo y enarqué una de mis cejas. ¿Y esta perra qué? Sonrió al sentirse atrapada y extendió una de sus manos hacia mí.

-Maria, ella es la esposa de mi hijo menor, Abigail. Abigail, Maria es el único contacto que tenemos cerca de los Caruso, nos ayudará a acercarte a ellos -asentí.

-Eres de las que no se intimidan, me gusta -acepte su mano sin decir nada.

Fuimos hasta la sala a charlar y luego de un tiempo me di cuenta lo amable y graciosa que era. Baje la guardia.

Era una mujer elegante e increíblemente bella y audaz. Por la forma en la que hablaba, era obvio que era mucho más mayor que yo, pero no pude adivinar que tanto.

-Eres muy hermosa, pero de esas tenemos muchas en el bar -me sacó de mis pensamientos y la miré-. Te enseñaré como puedes atrapar a los Caruso.

Hizo que me levantara de mi asiento y dio varias vueltas observando mi cuerpo, sin mi consentimiento acaricio mi cintura como si tomara medidas mentales y su mano descaradamente viajo hasta mi culo.

-¿No invitan? -el descarado de Giancarlo entró con una sonrisa y ella le devolvió el gesto. Él le regalo un beso en cada una de sus mejillas.

-¿Cómo es que cada vez que te veo estás más guapa?

-Te lo he dicho, llegará el momento en el que me pases de edad -ambos rieron-. ¿Dónde está el hermoso Russo?

-Jugando tenis con su hermanito menor, posiblemente cagándose en mí -tomó mi cara en sus manos y besó mi frente antes de sentarse. Me acomodé a su lado y subí mis piernas sobre su regazo para que las masajeara, daba los mejores masajes.

La chica nos miró algo confundida, pero no dijo nada. Poco después mi esposo y Gustav entraron a la casa.

-Maria, querida -Gustav se acercó a saludar y Enzo vino directamente hasta nosotros ignorando a la mujer por completo. De inmediato, elimino cualquier contacto entre mi cuerpo y el de Giancarlo.

-Tengo hambre -me dijo serio. Estaba enojado conmigo, pero tenía algún tipo de obsesión con mi comida.

-¿Qué se te antoja? -le lancé coqueta y él enarcó una de sus cejas con una sonrisa ladeada.

-Bambola, por favor -su hermano me regañó fingiendo estar celoso y fruncí el ceño.

-¿Qué mierda está pasando aquí? ¿La cogen los tres o qué?

-Nunca en el mismo punto, en la línea del tiempo, pero si -mis ojos se abrieron como un par de platos al escuchar a mi suegro y la chica se empezó a reír a carcajadas.

-Chica, vine a entrenarte, pero mejor enseña los trucos tú -dijo sin poder parar de reir-. Si lo vuelves hacer con Russo invítame, ¿si? -asentí siguiéndole el juego y la cara de los hermanos fue un poema, obviamente Gustav estuvo de acuerdo.


***


Terminé de alimentar a Enzito y lo veía dormir enamorada. Acaricié sus cachetes hinchados como consecuencia de todo lo que comía y lo sano que estaba.

-¿Cómo podré separarme de ti de nuevo, mi amor? -una lágrima se resbaló por mi mejilla.

¿Estaba haciendo lo correcto? Ciertamente, lo que estaba por hacer me superaba y me moría de miedo aunque demostraba sentirme segura ante los demás.

-¿Por qué lloras? -mi esposo había entrado a nuestro cuarto y no me había dado cuenta. Limpie mis lágrimas y sonreí.

-Solo estoy enamorada del bebé que me diste -me miró fijamente.

-Abigail, no tengas miedo. Nunca dejaría que hagas algo como eso.

-Ya tomé la decisión, Enzo -a regañadientes fui a dejar al bebé en su cuna.

-¿Es que acaso crees que esos hombres son como nosotros? -él trataba de moderar su voz para no despertar al niño-. Son hombres peligrosos, con los que no se pueden jugar, literalmente ir ahí es un suicidio al que no dejaré que te sometas.

-¿Y tú qué pretendes? ¿Que nos quedemos aquí toda la vida? No quiero vivir con miedo toda mi vida y no quiero que mis hijos estén cohibidos de alguna cosa. Lo que tengo que hacer no es gran cosa, solo debo distraerlos un poco.

-Dije que no... -gruñó levantándose en un intento absurdo de verse más intimidante.

-Ya tomé la decisión, y aunque me encantaría que estés de acuerdo, que no lo estés, no cambiará nada. Quiero que se resuelva esto de una buena vez. Estoy harta de vivir así.

-Mon amour, por favor -su cambio no me sorprendió, él sabía bien que por las malas no conseguiría nada de mí-. Tienes un bebé e hijos pequeños que te necesitan.

Ese había sido un golpe bajo.

-Todo esto lo hago exactamente por ellos, si algo les llega a pasar... -mi voz se quebró.

-Hey, hey -se acercó a mí y me cargó e hizo que enrollara mis piernas en su cintura. Se sentó en la cama y quede en su regazo.

Nos quedamos así abrazados por mucho tiempo, ninguno de los dos dijo nada. Ambos solo queríamos quedarnos así, imaginando que no teníamos una realidad horrible fuera de esta pequeña burbuja que habíamos creado entre los dos.

Mi teléfono empezó a sonar y conteste cuando no pude ignorar el molesto sonido.

-¿Bueno?

-Estoy abajo esperándote -la voz de Maria resonaba al otro lado de la línea-. No habrás olvidado que hoy empezábamos con tu cambio físico, ¿verdad?-. Mierda, definitivamente, lo había olvidado.

-No, claro que no -intenté levantarme, pero mi chico no me dejó-. Bajo en cinco minutos -lancé y colgué.

-Enzo, debo cambiarme -como pude, logré escapar y se quedó observándome mientras empezaba a buscar algo cómodo en mi closet.

Termine de vestirme en tiempo récord y al tomar mi bolso vi a Enzo frente a la puerta con los brazos cruzados.

-Déjame pasar, me está esperando -él me miro serio.

-Ya te dije que no, maldita sea.

-¡Déjame salir! -estaba frustrada por toda la situación y su actitud de mierda no ayudaba en nada.

Se apartó dándome espacio para cruzar.

-Abigail, si cruzas esa puerta se acabó -caminé con paso seguro hacia la salida. Sinceramente, era una decisión que ya había tomado y sus amenazas no me harían cambiar de opinión.

Ya habrá tiempo de recomponer mi matrimonio cuando toda esta mierda acabe.

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¡Se viene! Y no es que alguien esta a punto de correrse, es que SE VIENE LO BUENO xD

¡Buenas noches!

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