Capítulo 13

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El chico volvió a tocar el timbre y supe que no iba a dejar de insistir, debía pensar en algo rápido o posiblemente mi bebé se iba a quedar huérfano de ambos padres. Tomé a Enzo de la mano y lo llevé a la habitación de huéspedes, él me miro con una ceja enarcada.

-Quédate aquí, no salgas, no te muevas, no respires -susurré y cerré la puerta antes de que pudiera siquiera decir algo más.

Acomodé mi pelo en una coleta alta y fui hasta la puerta. El hombre frente a mí hizo una mueca al verme.

-Cielo santo, Muñeca. Luciano no exageraba -Piero se añadió a la lista de los que tomaban mi cara para verla de cerca. ¿Tan mal me veía?

-Vaya, no esperaba tu visita. ¿Qué haces aquí?

-Pues viene a ver la razón por la cual mi hermano me llamó molesto a las tres de la madrugada y me pidió que buscara otra bailarina principal con carácter de urgencia. Ahora que te veo no puedo estar más de acuerdo -pasó su mano por su pelo molesto y le sonreí con sinceridad.

-Estoy bien -me hice a un lado-. No te quedes ahí, pasa -me moria de miedo, pero era una oportunidad que no podía dejar pasar.

-¿Quieres algo? -me miró de arriba abajo y solo en ese momento me acordé que estaba completamente desnuda y que solo traía una camiseta larga encima-. ¿Alguna otra cosa? -dije y sonrió.

-Entonces nada, gracias -lanzó coqueto y se sentó en mi sillón-. Lindo y costoso lugar -miró toda mi casa-. Mujer, ¿sobre qué polla te montabas? -Flashbacks de lo que acaba de pasar en mi habitación hacía menos de una hora hicieron que riera.

-¿Montaba? -la pregunta escapó de mis labios sin mi permiso. Sonreí, ya estaba hecho.

-¡Uhh! De momento te volviste más sexy. No sabes como me gustan las chicas ajenas -me tense al acordarme que Enzo posiblemente estaba escuchando toda nuestra conversación. Mi esposo era lo suficientemente celoso como para salir de su escondite sin importarle que eso le cause la muerte.

-¿Seguro no quieres nada de tomar? -dije tratando de cambiar el rumbo de la conversación. Él se dio cuenta y sonrió.

-Muy seguro, solo vine a ver como estabas y si necesitabas algo.

-Muchas gracias. Estoy bien, solo no sé cuando pueda volver a trabajar.

-Tranquila, recupérate. No es como que queramos que un mapache ande por el bar sirviendo tragos -lo maté con la mirada y empezó a reír-. ¿Por qué no te defendiste? Sé que si te lo hubieras propuesto Zoe estuviera peor que tú ahora mismo.

-Pude, es cierto -lancé con sinceridad-. Pero noté que tu hermano estaba ahí y quería que se diera cuenta el tipo de mujer que tiene trabajando para él. ¿Crees que es la primera vez que pasa eso? -seguí-. Todas ahí le tienen miedo.

-Sinceramente, no teníamos idea -se quedó viéndome por unos minutos-. Muchas gracias.

Seguimos hablando por un rato más, el chico era audaz y divertido. Por demás, inteligente. Era obvio que respetaba a su hermano y lo que dijera, sea lo que sea, para él era ley.

-¿Por qué se me hace que eres el que más trabaja de los dos? -probó al café que insistí en prepararle.

-Soy el que trabaja en las cosas que puedes ver -me miró-. Créeme, él trabaja mucho más que yo -asentí entendiendo. Luciano hacia el trabajo sucio.

-Bueno, Muñeca -se levantó-. Ya debo irme, gracias a ti tengo mucho trabajo que hacer. Maria me está esperando.

-Lo siento tanto -lancé fingiendo pena y él negó divertido.

Lo acompañé hasta la puerta.

-Tienes mi número. Puedes llamarme si necesitas algo. Tu amigo Brutus estará encantado de cumplir tus deseos.

-Muchas gracias por la visita. Salúdame a tu hermano -dije coqueta.

-No me digas que ese pesado te cae bien.

-Me salvó de esa perra, solo le debo una -entrecerró los ojos mirándome con sospecha más no dijo nada.

-Cuídate, Muñeca -besó mi frente con la confianza que no le había dado pero que para este punto ya no me sorprendía y se fue.

Cerré la puerta y suspiré aliviada. Enzo salió y me miro enojado.

-Veo que tienes talento -se dirigió hasta mí con paso seguro y sin dudarlo, paso su mano por mi frente como si quisiera limpiar el beso que me acababan de dar.

-¿Cómo sabes que beso mi frente? -me miró de arriba abajo con cara de pocos amigos y se dirigió hasta la cocina-. Enzo... -lo seguí.

-Hice que instalaran cámaras por toda las casa -espeto y tomó una botella de agua del refrigerador-. Desde mi celular puedo ver cada punto de la casa.

-Me estás jodiendo, ¿Verdad?

-¿Algún problema? -contraatacó.

-¡Claro que si! ¿Qué clase de acoso es ese? -rodó los ojos y empezó abrir mi despensa. Hacía eso siempre que cometía una de sus imprudencias.

-¿Vas a hacer algo que no quieres que vea? -tomó un paquete de palomitas que ni sabía que tenía y lo puso en el microondas.

-Enzo, ese no es el punto -gruñí-. Al menos pudiste haberme dicho.

-Te lo estoy diciendo -cerré los ojos buscando paciencia y solo di la vuelta yendo a mi habitación.

Palumbo

Estaba por terminar unos asuntos pendientes en mi oficina cuando tocaron a mi puerta.

-Pase -dije sin dar mucha importancia y levanté la vista unos segundos a ver de quien se trataba cuando cruzaron el umbral.

-¿Estás ocupado? -preguntó y lo miré de nuevo.

-¿Qué paso? -se sentó en el asiento frente a mí y enarqué una de mis cejas. Conocía lo suficientemente bien a mi hijo mayor para saber que estaba por decirme algo que no me iba a gustar.

-Hubo un incidente en Roma -me acomodé en mi asiento.

Escuché lo sucedido y pegué un fuerte golpe en mi escritorio. La chica no tenía siquiera un mes ahí y ya estaba causando más problemas de los que yo mismo pude prever.

-Que Enzo no sepa esta mierda o ya sabes que...

-¿Quién crees que me lo dijo?

-¡Maldita sea, Giancarlo! -el hombre frente a mí no tenía ninguna culpa de lo sucedido, pero no podía llamar a la causante del problema.

-Está en Roma ahora -apreté mi puño y me levanté molesto.

-Me estás jodiendo, ¿Cierto? -negó y me miraba con cautela, como si estuviera al pendiente de todos mis movimientos-. ¿Acaso quiere que lo maten a los dos?

-Carlos me informo que llegaron al apartamento sin ningún altercado.

-¡Aún! ¡Cielo santo, en Roma no tengo a nadie! Es territorio de los Caruso -resoplé-. Llama a Carlos ahora mismo, ¡Que saque a ese cabrón de ahí!

-¿Crees que no lo hemos intentado? -dijo y bajó la cabeza, pues, él también me conocía y sabía que iba a lanzar por los cielos lo primero que encontrara. Esta vez fue una carpeta llena de papeles.

-Tenemos que separarlos -me miró confundido y volví a sentarme-. Siempre que hablo con Maria llegamos al mismo punto, ella lo está haciendo bien, pero sigue actuando como una mujer casada.

-¿Y qué pretendes que ella haga? Está casada -yo era consciente que él se moría por tener de vuelta el culo de esa chica, pero justo ahora estaba defendiendo a su hermano menor.

-Si sigue actuando de esa manera terminará muerta, Giancarlo -se tensó-. Hasta que pase todo esto, hay que separarlos -repetí y tomé el teléfono para hacer unas cuantas llamadas.

-Si se quieren tanto como dicen podrán superar esto, ¿no?

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Hasta yo que soy la escritora estoy a punto del colapso.

#EstoNoSeSabeDondeVayaAParar

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