Abigail
Y es que todos estábamos tensos. La historia que nos había compartido mi suegro la noche anterior nos tenía nerviosos a todos y los planes de volver a casa se habían vuelto a posponer. Estábamos en peligro y era un problema que debíamos resolver de raíz.
-Abigail, Giancarlo -dijo el viejo llamando nuestra atención-. A mi oficina -se adelantó sin decir más, como si fuera obvio que iríamos.
Enzo levantó la vista de su computador y miró la escena con una ceja enarcada. Giancarlo se adelantó y siguió a su padre con obediencia.
-Veré que quiere -le di un beso fugaz y aunque no dijo nada, sabía que la idea no le agradaba mucho.
Entré a la habitación y los hombres me miraron expectantes. Me acomodé en el asiento al lado de Giancarlo.
-Me sorprende que D'accardi no haya intentado venir -le sonreí. Tenemos máximo diez minutos.
Palumbo se sentó por fin frente a nosotros y suspiró viéndome.
-He tratado, juro que lo he hecho, pero no encuentro otra solución -lo mire confundida-. Es la más arriesgada, pero a su vez la más efectiva.
¿De qué estaba hablando?
-No te pediría esto si no hubiera intentado resolverlo de otra manera -veía al hombre dando vueltas en el asunto y me preocupe. En lo poco que tenía conociéndolo nunca lo había visto titubeando.
-Escucha, Pitufa -mi atención viajó hasta Giancarlo, que al parecer también se dio cuenta de como su padre luchaba para hablar-. Necesitaremos tu ayuda para resolver esto.
-Claro, no pensaba dejarlos solos -sonrió con ternura.
-Serás el factor clave de esto -mi suegro recuperó su seguridad levantándose de su asiento.
-¿Yo?
-Escucha, aunque me cueste admitirlo, el grupo de hombres detrás de nosotros se ha preparado bastante bien, he observado desde cerca como se manejan y sinceramente merecen mis respetos. Por más de un año he intentado escabullirme en sus operaciones, pero ha sido prácticamente imposible.
El hombre puso sobre su escritorio la foto de dos hombres y me incliné para verlos.
-Este es, Luciano Caruso, el mayor de nuestros problemas. Es el hijo del cabrón que mato a la madre de Enzo. Fue uno de los chicos que vio como torture a su padre. Decir que me odia es quedarse muy corto.
Observe la foto con cautela, era un hombre de unos cuarenta años, quizá menos, pero la vida que posiblemente le había tocado, junto con unas cuantas cicatrices que decoraban su cara, lo hacían ver mayor, dándole el aspecto que seguro quería. Aun así, su pelo negro azabache peinado hacia atrás de manera salvaje y sus ojos marrones miel lo hacían lucir bastante guapo.
-Y luego tenemos a Piero -tocó la foto con su dedo varias veces como si quisiera que prestara especial atención-. Es el hermano menor. Según mi informante, no está del todo de acuerdo con las cosas sucias que hace su hermano mayor, pero lo respeta sin tener muchas opciones.
-Ahí entras tú, nena -miré a Giancarlo confundida.
-No hay nadie mejor que tú, creando discordia entre hermanos -maté con la mirada al viejo.
-¿Su grandioso plan es enviarme directamente donde las personas que quieren dañarnos? -reí sarcásticamente-. Entiendo que soy la única que no tiene sangre Palumbo aquí, pero disimulen un poco.
-Obviamente, te daremos otra identidad, algunos cambios físicos y demás -siguió mi suegro como si tuviera todo cubierto y negué.
-Incluso si acepto ese suicidio, Enzo nunca lo permitiría.
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Venganza
RomanceTERCER LIBRO DE LA TRILOGÍA "-Abigail, si cruzas esa puerta se acabo -caminé con paso seguro hacia la salida. Sinceramente era una decisión que ya habia tomado y sus amenazas no me harian cambiar de opinión."