Abigail
Decir que el día habia sido productivo, era quedarme corta. Desde el jardín de la casa, habia trabajado y adelantado un montón de cosas que tenía pendiente, algo que nunca hubiera podido hacer desde alguna de mis oficinas y la diferencia de horario incluso me habia permitido leerle un cuento a mis hijos a través de videollamada para que fueran a dormir.
Terminaba de revisar todos los avances de la feria cuando escuché un par de autos llegar a la entrada. Luciano salió de uno de ellos con su pequeño en brazos. Sonreí sinceramente al verlos.
-Buenas tardes -dijo cuando estuvimos cerca.
-Hola, hermoso -lancé viendo al pequeño que me sonreía coqueto y escondía la mitad de su cuerpecito detrás del hombro de su papá.
-Se quedara con nosotros hasta mañana, su madre tenía un asunto que atender fuera de Roma. Aunque si te molesta que esté aquí puedo llevármelo a...
-Cielo santo, Luciano. ¿Por qué dices esas cosas delante de él? -lo mire mal-. Ven, cariño. Preparemos algo rico de comer -extendí mis brazos y el niño vino hasta mi sin pensarlo dos veces.
Acomodé al pequeño en uno de los asientos del desayunador y empecé a revisar lo que teníamos disponible.
-¿Qué se te antoja comer, Lucianito?
-¿Por qué lo sigues llamando así? -preguntó su progenitor casi ofendido.
-Mira su carita toda linda, es igual a ti -las palabras escaparon de mi boca y él enarcó una ceja viéndome juguetón.
Maldita sea.
-¿Qué quieres que te prepare, corazón? -lancé volviendo la atención al niño, en un intentó de ignorar a su padre.
-Un zanguich de queso -me respondió con la seguridad que habia heredado de su padre y ambos reímos al escucharlo.
-¿Cómo se dice? -preguntó su papá con suavidad.
-Por favor -le sonreí derretida.
-Muy bien, sus deseos son órdenes, caballero.
-Que sean dos "zanguiches" -miré a Luciano, quien me dio la misma sonrisa que su hijo-. Por favor... -rodé los ojos con diversión.
La tarde fue más amena. El hombre que me tenía básicamente secuestrada era completamente diferente cuando su hijo estaba cerca. Habíamos estado un rato en la piscina, cenamos en el jardín y vimos una película para terminar la noche. Lucianito habia cedido ante Morfeo y ahora descansaba en mi pecho mientras yo terminaba ver la segunda película infantil de la noche.
-Abigail -el hombre a mi lado llamó mi atención-. Sonríe -dijo después y le hice caso acomodando al niño, posando para la foto que intentaba tomar-. Mierda, creo que es un video.
-Dios, Luciano. ¿Cómo puede ser tan malo con esas cosas?
-Soy muy bueno en cosas más importantes -lanzó coqueto. Al parecer, el vino que nos habíamos estado tomando lo habia desinhibido aún más.
-¿Por ejemplo? -pregunté con curiosidad, tentándolo.
-Haciendo cosas lindas como esa -dijo señalando a su hijo y negué de inmediato.
-Sí, es cierto, es hermoso, pero no hay fuerza humana que me haga embarazarme de nuevo, Luciano. Lo siento, pero Enzito casi me mata -me miró divertido y solo entonces me di cuenta lo que habia dicho-. Lo iré a acostar, debe estar incómodo.
Me levanté como pude, aun el cuerpo me dolía, pero no estaba dispuesta a dejarlo ir, pues tenerlo en brazos me hacía sentir más cerca a mis hijos, aunque, irónicamente, ahora los extrañaba con más fuerza. Caruso nos siguió de cerca, subiendo las escaleras detrás de nosotros, asegurándose que nuestro viaje hasta el segundo piso fuera un éxito.
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Venganza
RomanceTERCER LIBRO DE LA TRILOGÍA "-Abigail, si cruzas esa puerta se acabo -caminé con paso seguro hacia la salida. Sinceramente era una decisión que ya habia tomado y sus amenazas no me harian cambiar de opinión."