Desperté y ni siquiera me inmute cuando me di cuenta de que habia dormido en un lugar completamente diferente al que debí. Pegué un saltó cuando me percaté como el hombre sentado en la silla frente a mi me miraba. Solo llevaba un pantalón blanco de lino fino. Para este punto de mi vida era lo suficientemente sinvergüenza como para ver su tatuaje y abdominales sin ningún disimulo.
Repasé inconscientemente mi lengua sobre mi labio inferior.
Sus piernas semiabiertas estiradas hacia delante y su espalda sobre el respaldo del asiento, lo hacían ver aún más intimidante de lo que ya era. Mis ojos chocaron con los suyos y me miró con una ceja enarcada. Obviamente, debía pensar bien lo que diría ante él hoy, pues me miraba con pura ira.
-Eres lo que va después del cinismo, Abigaíl -me encogí de hombros sentándome en la cama, solo en ese momento me di cuenta de que solo llevaba la camisa que él usaba la noche anterior.
-¿Quién me cambio? -pregunté tapándome con las sabanas.
-¿Quién crees? -gruñó.
-¡No tengo sostén, Luciano! -lancé incrédula.
-Tienes mayores problemas que eso -se levantó-. Dúchate y sal a desayunar.
-No tengo hambre, voy a seguir durmiendo -estaba acomodando las sabanas cuando volteó a verme con advertencia. Mi cuerpo obedeció su orden sin mi permiso y me levanté de inmediato.
Todo me empezó a dar vueltas desde que mis pies tocaron el piso. ¿Estaba temblando? La puerta por la que habia salido Caruso se cerró abruptamente y fui hasta la ventana aprovechando mi libertad.
-Me estás jodiendo... -susurré para mi misma. No habia ninguna señal de tierra, no importaba en que dirección mirara, solo podía observar mar.
Debía ser sumisa y actuar como niña buena, pues si el chico quisiera matarme y lanzarme al mar, ni siquiera el psicópata de Enzo pudiera encontrar mi cuerpo.
Terminé de ducharme y me puse la ropa que ahora descansaba sobre la cama. La falda tipo pareo amarrada encima de mi cintura y el sostén de traje de baño hacía un match perfecto.
-Lindo outfit para morir -dije frente al espejo y salí con mis ondas naturales aún húmedas.
El hombre me esperaba de pie viendo el océano, volteó a verme cuando escuchó como tropecé con algo al salir a cubierta. Me miró de arriba abajó. Se esforzaba en buscar en mi algo que le disgustara, pero al parecer no lo encontró y solo resopló.
-Siéntate -dijo y haló la silla en la que quería que me acomodara. Le sonreí. El hombre estaba que me lanzaba por la borda, sin embargo, era imposible para él dejar de ser un caballero.
Empezamos a comer en silencio, todo estaba delicioso. Disfruté del paisaje, el clima hoy era perfecto y si tenía que ser sincera, la compañía no podía ser mejor.
-¿Dónde estamos? -pregunté, él negó y siguió comiendo-. ¿A dónde vamos? -levantó su vista con intenciones asesinas y le regalé la sonrisa que me habia mantenido viva hasta ahora. Se recostó en su asiento.
-Eres tan hermosa... Maldita sea -escupió decepcionado de sí mismo. Suspiró y volvió su atención a la comida.
No quise molestarlo más, pues al parecer, cada vez que hablaba, lo hería un poco más y eso era lo que yo menos quería.
Terminamos de comer y me tomó de la mano llevándome a otra parte del yate. Me puso frente a él y lo miré esperando que saliera de su boca lo haríamos ahora. Quitó de mi cara la porción de cabello que le impedía verme a totalidad. Su pulgar acarició mi labio inferior y logré sacarle una sonrisa triste cuando besé dedo.
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Venganza
RomanceTERCER LIBRO DE LA TRILOGÍA "-Abigail, si cruzas esa puerta se acabo -caminé con paso seguro hacia la salida. Sinceramente era una decisión que ya habia tomado y sus amenazas no me harian cambiar de opinión."