Capítulo 3

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Veía a mi esposo nerviosa, pues lo conocía lo suficiente como para saber que su paciencia se estaba agotando, sabía que en cualquier momento se levantaría de la mesa y se marcharía.

La puerta al comedor se abrió de repente y todos los presentes fijamos la vista al mismo sitio. Giancarlo hizo acto de presencia y la manera en la que me miró me puso nerviosa.

-Vamos a comer -dijo serio y como por arte de magia, un montón de platos innecesariamente elegantes empezaron a salir de la cocina.

-Comamos una mierda, Palumbo -ya había estirado mis manos para devorar todo lo que tenía en frente cuando Enzo habló. Las volví a acomodar debajo de la mesa-. Habla de una buena vez -Giancarlo suspiró viéndolo.

-Las cosas no están bien, nada bien.

-¿Qué quieres decir? -preguntó Gustav luego de darle un trago a su vino. Su hermano hizo una señal con las manos y todo el personal salió del lugar dándonos privacidad.

-Los enemigos del viejo... -dijo tentando y mi esposo enarcó una ceja-. Él lo explicará mejor en su momento, pero básicamente sus enemigos se están haciendo más fuertes y necesita ayuda lidiando con eso, es algo...

-Este es el puto colmo -el humor de Enzo estaba cada vez peor-. Ese hombre nunca me dio nada, ni siquiera su apellido, ¿y ahora secuestra a los niños y a mi mujer solo para que vengamos aquí a salvarle el culo?

-No sé qué te dijo, Giancarlo, no tengo idea como te convenció para que te quieras enredar de nuevo en su mierda, pero a nosotros no nos quieras ensuciar las manos por alguien que no se merece nada de nuestra parte -lanzaba cada palabra con odio y rencor.

-Quizá tengas razón, pero el punto de esto es que, no está en peligro solo él, sino también nosotros y los niños -me tensé enseguida-. Créeme, cuando dijo que sacar a los niñosde aquí sería un error, hablaba muy en serio.

-¿Qué carajo estás diciendo? -la servilleta de tela sobre el regazo de mi esposo llego a parar a su plato vacío-. ¿Dónde está? ¿Por qué no tiene el valor de venir a decir todo esto en persona?

-D'accardi, cálmate -Gustav intentaba lidiar las cosas, aunque se veía igual de inquieto por la situación que todos los presentes. Enzo se paró de golpe de su asiento, ignorando por completo a su hermano.

-¿Cómo se atreve a involucrarnos en su vida de mierda? -escupió molesto y fue directo hacia el pasillo que daba hacia las oficinas de su padre. Me levanté para seguirlo en un intento de calmarlo, pero Giancarlo me detuvo.

-Déjalo, el viejo lo está esperando.

D'accardi

Cada vez me parecía más increíble el grado de cinismo del cabrón que se hacía llamar mi padre, ¿cómo se atrevía? Abrí la puerta de golpe y lo vi sentado en su escritorio organizando algo que aún no podía identificar.

-¿Tú quien diablos te crees que eres? -caminé hacia él con paso seguro-. ¿Por qué me involucraría con...? -me acerque lo suficiente y logre percatarme de lo que veía con tanto esmeró.

-Era hermosa -lanzó cuando las palabras ya no fluían por mi boca y sonrió con nostalgia viendo la foto.

-Estaba tan molesta conmigo ese día... -continuó mientras acomodaba las imágenes por todo su escritorio como si me invitara a verlas. Me acerqué con cautela.

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