Capítulo 4

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Escuchaba al hombre frente a mí contar la historia con nostalgia y las fotos que tenía ahora en las manos eran pruebas más que suficientes para darme cuenta de que todo lo que decía era cierto.

-¿En qué parte te desapareces de nuestras vidas y dejas que la maten? -lancé sin anestesia. Era una pregunta que quise hacerle desde que supe de él y no perdería la oportunidad.

Su vista viajó a un punto fijo, como si ahora no pudiera verme.

Palumbo

De repente, me lanzo esa pregunta a la que tanto le temía. Había pensando todos estos años la forma adecuada para responderla, pero aún no había hallado alguna.

-Cuando cumpliste tu primer año quisimos festejar a lo grande. Tu madre estaba tan feliz y emocionada que aunque siempre fue sencilla en las celebraciones que teníamos, para esta ocasión quiso lanzar la casa por la ventana.

-Todo estaba listo, había llegado el día. Tus hermanos habían vuelto a casa por vacaciones y por fin podía presentarlos, ellos aún no sabían nada de ti, pero sabía que te aceptarían sin dudarlo.

Justo cuando estábamos por salir, recibí esa llamada.

Años 90

-Palumbo -conteste el teléfono de mi oficina a regañadientes, si llego tardé Alice me matará.

-Señor, tenemos un problema -todo mi cuerpo se tensó. El hombre que tenía al cuidado de mi mujer y de mi hijo menor estaba al otro lado del teléfono agitado.

-¿Qué paso? ¿Están bien?

-Están... bien, señor, pero el lugar donde se haría la celebración está en llamas. Logramos sacar a las personas que ya estaban allí con tiempo, pero la señora está histérica -colgué y de inmediato me dirigí hasta donde estaban.

El lugar estaba lleno de curiosos y los bomberos intentaban controlar las llamas, entré por la parte trasera de la casa de mi suegro y la vi en el mueble temblando y llorando mientras no paraba de mecer al niño.

Todos al verme disimuladamente fueron saliendo. Ella me vio con una expresión que no pude entender y por fin le paso a nuestro hijo a su nana, quien se marchó cerrando la puerta tras de ellos.

-Solo cinco minutos... -la miré confundido-. Si Enzo no hubiera manchado el vestido que tenía puesto de camino aquí, definitivamente hubiéramos estado ahí dentro.

-Alice... -Intente acercarme pero me detuvo.


-El bar de mi padre está destruido, su trabajo de toda la vida, hecho ceniza por alguno de tus enemigos.

-Lo importante es que están bien, eso luego lo podremos arreglar. Yo me encargaré de...

-¡No! Marco -gritó-. Yo soy la culpable de todo esto y no puedo, no quiero que mi familia, mi hijo tengan que pagar las consecuencias de estar relacionados contigo -sus palabras estaban yendo por un lugar que no me gustaba nada.

-¿Qué estás diciendo?

-Tienes que decidirte, o sigues en esa vida de mierda que llevas o eres mi esposo y papá. Creo que la vida te ha dado entender varias veces que no puedes ser ambas.

-Ya hemos hablado de esto, no es tan fácil.


-Entonces no tenemos nada más de que hablar.

-¿Alice? -mi voz era ahora un hilo.

-No quiero que Enzo sea como tú -me miró con los ojos llenos de lágrimas-. No quiero que viva con miedo o encerrado en un puto internado lejos de mí como tus otros hijos.

Me acerqué a ella y tomé su cara en mis manos.

-Amor, vamos. Lo voy a arreglar -estaba temblando y sollozaba como si las palabras que ella misma acababa de decir intentando lastimarme la dañaran mucho más a ella-. Está bien, si eso es lo que quieres lo haré por ti.

La promesa escapó de mi boca sin pensarlo y ahora debía cumplirla. Ciertamente, no había nada que pudiera negarle.

-Pero necesito tiempo, no será nada fácil -pegué mi frente con las suya.

Actualidad

-Y ese fue mi peor promesa -tuve el valor de ver a mi hijo menor de nuevo.

-Sabía que la guerra que se vendría después de esto era inevitable, así que los envíe a ti y a tu madre a otra ciudad en un intento absurdo de protegerlos, fui un estúpido.

-¿Qué paso exactamente?

-Le pedí un año a tu madre, pero ese año se convirtió en dos, luego tres... por más que quería zafarme, siempre había algo que me anclaba aún más profundo.

-Entendí que de eso solo saldría muerto, que nunca tendría una vida normal, un trabajo normal. Le estaba quitando los mejores años de vida a una mujer hermosa que me esperaba devotamente, no pude permitírmelo más y la deje ir. La amaba mucho más que a mí y simplemente la deje ir.

-El tiempo paso y cada vez estaba más inquieto y ansioso por recuperarlos, hice muchas cosas sin pensar en las consecuencias -suspiré profundo haciendo una pausa, pues lo que le contaría, a pesar de los años, seguía doliendo como el primer día.

-Solía pensar que no había algo peor que te llamaran para decirte que tu familia está muerta, pero si, definitivamente, lo hay, y es que te digan que están a punto de hacerlo cuando tú no puedes hacer nada, porque estás a miles de kilómetros de ellos.

-Fue la peor noche de mi vida y no hay un día en que no la recuerde.

De vuelta a los 90's

-Palumbo -gruñí al contestar el teléfono. Mi viaje a España se había alargado mucho más de lo que debía.

-Marco, querido amigo -es voz, la conocía y sin poder evitarlo algo oprimió mi pecho enseguida.

-¿Qué quieres? -dije intentando fingir la paz que ya no tenía.

-¿Así le contestas a tu socio más considerado? -rio a carcajadas-. ¿Por qué mejor no adivinas donde estoy?

Al ver que no obtuvo ninguna respuesta de mí, continuó.

-Siempre tuve curiosidad de conocer a la persona que te hizo creer que podías tener una vida común y corriente -apreté mi puño y todo mi cuerpo empezó a temblar.

-No te atrevas... -espeté con voz temblorosa y empezó a reír.

-Yo no olvido todo el dinero y las cosas que hemos hecho juntos y además, hoy estoy de buen humor, así que te daré cinco minutos. Tienes cinco minutos para despedirte de tu familia.

-Te juro que si le pones tus sucias manos encima -le escupí mientras daba vueltas desesperado por mi oficina.

-Tic, tac... tic, tac... -cantó como un puto psicópata-. El tiempo está pasando, Palumbo.

Colgué de inmediato. Lo conocía lo suficiente para saber de qué era capaz. Mis hombres de seguridad no contestaban, era obvio que ellos ya no eran un obstáculo para el hijo de puta que me acababa de llamar.

Tomé el teléfono y ella contestó enseguida.

-¿Bueno? -lágrimas empezaron a salir de mis ojos. Nunca había sentido tanta impotencia-. ¿Marco?

-Lo siento tanto, Dios, lo siento tanto, amor -no dijo nada. Mi mujer era la más inteligente.

-Está bien, está bien -respondió como si intentara calmarme, pero su voz temblaba.

Escuché como llamo a nuestro hijo.

-Enzo, amor. ¿Jugamos a las escondidas? -fingía una tranquilidad envidiable. El niño contestó positivamente, emocionado.

-¿Recuerdas ese lugar que dijiste que descubriste donde no iba a poder encontrarte nunca?

-¡Si!

-Escóndete ahí, prometo encontrarte.

-¿Por qué llora mamá? -mi hijo preguntó preocupado. La situación me estaba superando.

-Es que mamá extraña los super abrazos de Enzito.

-Yo te abrazo, mamá -oí como lo llenaba de besos.

-Acuérdate de lo que siempre te digo, mi amor: "Si escuchas al diablo entrar a la casa, escóndete lo mejor que puedas y quédate ahí hasta el día siguiente, el diablo odia la luz".

-¡Si, mamá!

-Ahora vete, hazlo pronto. Solo contaré hasta diez.

-¡Si! -chilló emocionado y lo escuche irse.

-Promete algo -dijo, pero ya el dolor y la desesperación me sobrepasaba, no pude contestar-. Amor, por favor.

-Lo que quieras, mi vida -sus deseos siempre fueron órdenes para mí.

-Promete que harás que Enzo viva feliz, libre. Que no cargue con nuestros errores -escuché unos disparos cerca de la casa y ella soltó un sollozo que hizo añicos mi corazón-. Por favor, amor.

-Lo prometo -dije como pude.

Poco después, la puerta se abrió de golpe y ella gritó asustada.

-Aquí estás, dulzura. Que bien escondida te tenían -el cabrón la había encontrado definitivamente.

-Por favor, no...

-Es una pena -espetó con fingido dolor -. Una mujer tan joven y hermosa ahora debe morir.

-¡No, no, no! -sus gritos de miedo me estaban matando-. ¡Marco, por favor, ayúdame!

Ella no lo sabía, pero esa simple frase había acabado con mi vida.

-No te haré sufrir, pequeña. Tranquila.

Escuché un estruendo y poco después, como su cuerpo calló al suelo.

-¡NOOOOOO! -grité desesperado-. ¡ALICE! ¡AMOR, HABLAME!

-Busquen al niño, acabemos con esto. No tengo todo el día -escuché a lo lejos y empecé a golpear la pared con fuerza. Quizá si sentía dolor físico no sentiría tanto dolor.

Pasaron las horas y yo seguía ahí, en un limbo del que no pensaba salir. Para este punto ya ni siquiera lloraba, solo imaginaba la vida de esa chica, si ese día yo no hubiera querido ahogar mis penas en el bar de su padre, si ese día ella no hubiera ido a trabajar.

Era consciente de que no iba a poder vivir así, decidí entonces que era momento de acabar de una vez por todas con todo este dolor. Abrí una de las gavetas de mi escritorio y tomé mi arma. La coloqué sin pensar en mi cabeza.

-¿Hola? -escuché una voz tímida por los altavoces y miré el teléfono con incredulidad-. ¿Alguien está ahí?

-¿Enzo? -dije tomando el teléfono de inmediato.

-¿Quién es? -preguntó con curiosidad y algo de mi alma volvió a mi cuerpo. Me alejé un momento del teléfono y salí para avisarle a mis hombres-. ¿Señor?

-Si, si, aquí estoy -traté de componerme un poco-. ¿Dónde estás ahora?

-En la sala, Mamá está muy dormida, no responde y tengo hambre -lanzó con inocencia y un llanto ahogado salió de lo más profundo de mi garganta. Era evidente que él estaba cansado y débil.

-Alguien ira por ustedes, ¿si? Te comprará lo que pidas.

-¿En serio? ¿Hasta pizza para desayunar? -su voz estaba ahora preñada de emoción y me saco una leve sonrisa, tal como su mamá lo hacía en mis peores momentos.

-Incluso pizza -repetí.

Puse la pistola de vuelta en su lugar y me sentí como un cobarde. Iba a vengar la muerte de la mujer que amaba y definitivamente, iba a cumplir su último deseo.



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¡Holis, chiquistriquis!

¡Trato de actualizar lo más pronto posible, pero a penas tengo tiempo para cosas básicas como comer y dormir! Pero no importa, aquí va otro. ¡Disfrútenlo!


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