Capítulo 19

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El hombre me miraba a través del espejo retrovisor y le sonreía como niña que iba de camino a Disneyland.

-Esto es mala idea, Abigail.

-Lo sé -admití.

-¿No quieres devolverte al hotel? -negué y suspiró. Ahora se arrepentía de haber aceptado mi petición-. Dios, en América hay una chica embarazada de mí, maldición. No debería morir ahora, no debería perder mi trabajo ahora -estábamos llegando y él empezaba a tener su típico ataque de ansiedad.

-Carlos, no exageres. Nadie morirá hoy. Nadie perderá su trabajo hoy. Tengo que bautizar a tu bebé -me mató con la mirada.

Había recibido hace poco la noticia de que seria padre y se cuidaba mucho más. Mi chico había crecido.

-¿Qué te hace pensar que le daría a mi hijo o hija una madrina psicópata como tú? -dijo abriendo la puerta para mí frente a la alfombra roja y le sonreí tomando su mano para salir.

Todos los periodistas voltearon hacia mí de inmediato, y comencé a sonreír con gracia. Ya me había acostumbrado a la avasallante ráfaga de flashes.

Vestía un despampanante vestido largo, blanco, de un solo hombro, el cual iba ajustado hasta mi cintura y solo un poco más holgado en la parte baja debido a la kilométrica abertura en una de mis piernas.

Las maquillistas lograron tapar a la perfección los tatuajes de Camila y habían colocado extensiones rubias en mi cabello, el cual estaba recogido en su totalidad en la parte baja de mi cabeza en un elegante moño.

Abigail había vuelto.

"Señora D'accardi luce hermosa"

"¿Cómo está el bebe D'accardi? ¿Cuándo lo presentarán?"

"Pensábamos que no asistiría, ¿Por qué no vino junto a su esposo?"

-Chicos, chicos -dije intentando calmar a los de la prensa-. Quisiera responderles a todos, pero ya voy llegando bastante tarde, como siempre -reímos-. El bebé está en perfectas condiciones, su único defecto es que es idéntico a su padre -volvieron a reír-. Prometo presentarlo pronto. Un gusto saludarles.

Me escapé y suspiré aliviada, la peor parte había pasado. Ahora solo tenía que divertirme.

Entré con paso seguro, saludando a conocidos que me encontraba de camino. Vi a Gustav a lo lejos, quien hablaba con sus hermanos y reí cuando chocamos miradas por primera vez. Todo el líquido que acababa de tomar fue a parar devuelta a la copa. Los hombres voltearon a ver que había causado esa reacción en él y sus caras fueron un poema.

Podía morir ahí mismo. Ver eso había válido la pena.

De camino hacia ellos, vi como el par de hermanos para los que trabajaba estaban en la barra, con la misma cara. Era el mejor día de mi puta vida.

Besé la mejilla de mi trío al llegar a ellos, los cuales aún tenían los pies clavados en el suelo sin creer que estaba ahí.

-Sé que estoy hermosa, pero respiren -lancé coqueta y ellos intentaron fingir sonriendo.

-¿Qué mierda haces aquí? -el mayor gruñó por lo bajo, sin dejar de sonreír.

-Estaba libre hoy -dije aceptando una copa de champán del mesero.

-¿Por qué no nos avisaste? -Gustav y su ansiedad.

-Si hubiera hecho eso no estaría aquí, definitivamente -mi esposo vio la mano con la que sostenía la copa y me miró horrorizado.

-¿Dónde mierda está tu anillo? -enarqué una de mis cejas y sus hermanos lo mataron con la mirada. Era obvio que no todos tenían la misma prioridad ante la situación.

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