Capítulo 29

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Caruso

Agradecí que el par de Palumbos me hayan seguido al lobby o posiblemente no lograría conseguir lo que quería.

-Necesito saber en cuál habitación está Emanuele De Santis -lancé sin perder el tiempo y la chica me miró confundida.

-Disculpe, Señor, pero no puedo darle esa información -los Palumbo lograron alcanzarme por fin.

-¿En qué habitación está? -dijo Russo y no tuvo que repartirlo dos veces, pues la chica al verlo metió la cabeza en el computador.

-2320 -respiré aliviado cuando lo escuché. Estaba aquí.

Fui hasta la habitación casi corriendo, no podía soportar la idea de que en estos momentos ese cabrón podría estar haciéndole daño. Llegamos en tiempo récord y agradecí el hecho de que Russo haya traído la llave que facilitaría la entrada.

Unos gritos ahogados nos guiaron hasta donde estaban, la chica peleaba con dificultad contra el hombre que tenía encima, quien intentaba quitar la parte superior de su traje de baño.

Me quedé frisado en el umbral de la puerta viendo la escena. La corriente que estaba sintiendo por todo mi cuerpo no indicaba nada bueno.

-¡Luciano! -la escuché y chocamos miradas. El hijo de puta la había golpeado.

Caminé hasta él y lo tomé de la camiseta. Ella no paraba de llorar, temblaba asustada.

-Sácala de aquí -Piero llego en ese momento y se adelantó quitándosela a Russo de los brazos.

La cara del hombre era de puro terror, sabía que debía tenerlo. Lo agarré por el pelo lanzándolo con fuerza contra la pared. Doblé la camisa que tenía hasta mis codos, fingiendo una calma que no tenía.

-Da Santi, Da Santi -negué viéndolo-. ¿Por qué ella? -lo pateé con fuerza en el abdomen y me acomodé sobre él.

-Por favor, no -pidió y reí. Le di otro puñetazo en la cara.

-Por favor, ¿qué? -le apreté el cuello-. No saldrás de aquí con vida, juro que no.

Yo estaba fuera de sí, era obvio que después de esto tendría que ir a terapia a controlar la ira que tanto me había costado contener.

Otro puñetazo hizo que sangrara su nariz -moví su cara de lado a lado.

-Aún no pierdas el conocimiento, hijo de puta, aún no -escupió sangre.

-Sinceramente, no sé qué paso por tu cabeza cuando decidiste poner tus sucias manos sobre mi mujer, pero hagamos que no vuelva a pasar, ¿si? -lo volteé y tomé su brazo derecho colocándolo con fuerza en su espalda. El gruñido de dolor que soltó me hizo entender que sentía justo lo que yo quería.

La cara llena de moretones de la chica pasó por mi cabeza y lo tomé del pelo e hice que chocara contra el suelo.

-¡Maldita sea, maldita sea! -gruñí molesto-. No saldrás vivo, lo juro -le repetía y seguí golpeándolo.

La seguridad de los Palumbo llegó e intentaron separarnos. Por mucho tiempo no pudieron, pero con la ayuda de Giancarlo lo lograron.

-Vamos, Luciano. La chica está bien, déjalo ya -no estaba dispuesto a ceder aún, sabía que estaba a unos pocos golpes de librar al mundo de un hijo de puta que no aportaba nada, pero no tenía ya el control de mi cuerpo y se lo llevaron totalmente inconsciente.

Abigail

Me desperté y llevé la mano a mi cabeza. Sentía como si me hubiera pasado un camión por encima.

-Abi, que bueno que ya despertarte -miré a April a mi lado y solo en ese momento me di cuenta de que estaba en un hospital.

Todo lo que había pasado cayó de golpe y me tensé.

-¿Qué ha pasado? ¿Cuánto tiempo estuve dormida? -quería una actualización de los eventos ocurridos mientras estuve inconsciente.

-Dormiste toda la noche y nada está bien... Nada está bien -repitió y me senté en la cama-. Luciano casi mata a golpes al idiota que te hizo esto, ahora está preso. El chico es el hijo del alcalde de Roma.

-Mierda... -dije y quité el suero que tenía en mi brazo.

-Abigail, ¿qué haces? -dijo evitando que me levantara de la cama.

-Tengo que ver como puedo ayudarlo -acaricié mi cabeza.

-Mierda, quédate quieta. Piero solo se fue porque le dije que me quedaría contigo. Todos están bastante inquietos, no busques más problemas.

-April, sabes que no me quedaré tranquila. Puedes ayudarme o lo puedo hacer sola -lancé con seguridad. Me miró sabiendo que no mentía.

-¿Qué tienes en mente?

***

¿Quién hubiera dicho que hace solo cinco horas estaba inconsciente en un hospital? Me sentía bastante débil aún, pero sabía que podía hacerlo.

La chica terminó de peinar las extensiones rubias en mi pelo y la maquillista logro tapar con éxito todos los moretones que tenía. El abogado ya me esperaba en la sala de April. Me puse un vestido ajustado hasta las rodillas, negro y de mangas largas y tomé mi cartera de diseñador.

Mi esposo me vio bajar y negó viéndome con desaprobación, no me importaba.

Carlos servía de nuestro chofer y repasaba las cosas con el abogado, poco después, llegamos hasta la fiscalía. La cara de Piero fue un poema y sonreí con gracia.

Agradecí haber llegado mientras el padre del chico estaba en el lugar, me vio entrar confundido.

-Señor Da Santi, un placer verlo de nuevo -me saludó con desconfianza.

-Señora D'accardi, ¿usted aquí? -sonreí.

-¿Podemos hablar un momento a solas?

-Vaya, me toma con poco tiempo, ¿por qué no...?

-Sí que tiene tiempo, le conviene escucharme -estaba mareada, pero nadie lo sabría.

El hombre aceptó y fuimos hasta una de las oficinas vacías del lugar.

-Es una pena que nos tengamos que volver a ver bajo estas circunstancias, Señor Da Santi, pero como se imaginara esto es algo que no podemos dejar pasar -hablaba despacio, para que no se perdiera de nada de lo que estaba por decirle-. Me dijo que tenía prisa y sinceramente yo también. Solo vine hacer un trato con usted y créame, usted será el más beneficiado.

-¿De qué habla?

-Usted no presentará cargos contra el Señor Caruso -empezó a reír interrumpiéndome.

-Mi hijo está casi en coma -gruñó-. ¿Por qué haría eso?

Mi abogado sacó una tableta y empezó a reproducir un video donde claramente se ve al cabrón poniendo la sustancia en mi trago. Él se tensó. Sin perder tiempo, pusimos frente a él una carpeta en la que aparecian las declaraciones de chicas que habían pasado por lo mismo, todas relacionadas con su hijo. Como era de esperarse, en todas había salido ileso.

-Entiendo que usted y su hijo se sientan seguros por su posición, ya que al parecer son inmunes en Roma, pero para su mala suerte, este incidente en específico ocurrió en Florencia y aquí, mandan los Palumbo -el hombre ya tenía el rostro descompuesto.

-Así que haremos esto, usted no presentara ningún cargo contra el Señor Caruso y él sale inmediatamente de la celda, en la que si me preguntan a mí, debería estar el enfermo de su hijo o su intachable vida política se acaba con la publicación de este video y la colaboración de todas las víctimas que han sufrido a causa de él -resopló viéndome con odio.

-Tomaré eso como un sí -sonreí y me levanté del asiento en el que estaba-. Ah, por ultimo, como se imaginara, este incidente hace que la idea de llevar la feria de D'accardi Electronics a Roma sea imposible -me miró con ganas de matarme, él acababa de perder una oportunidad única de llevar turistas a su ciudad-. Como sabe, ese tipo de acciones no coinciden con los valores de la empresa de mi esposo.

Él no dijo nada, no podía. Me marché con una sonrisa victoriosa pintada en la cara.

Antes de irme, fui hasta donde tenían a Luciano, quien miraba al suelo y movía su pierna impaciente.

-Señor Caruso -escuchó mi voz y levantó la cabeza enseguida. Solo con ver sus nudillos podía adivinar lo mal que estaba el chico en el hospital-. Solo pase a saludarlo y a advertirle que, aunque por lo regular no soy una persona que cobra favores, como se trata de usted, seguramente esta vez si lo haga -sonreí y aprovechando que lo había dejado sin palabras, me marché.

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Siri, ¿Como acabar una novela? 

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