Íbamos devuelta a la casa y el hombre apretaba el volante como si quisiera arrancarlo del tablero del auto.
-Luciano... -volteó a verme como si escuchar mi voz hiciera que su enojó se multiplicara. Volví mi vista al frente de nuevo.
-No puedo creer que hayas bailado toda la noche con ese chico... -gruñó y lo miré divertida.
-¿Estás enojado por eso? -reí y me mató con la mirada-. Es un niño, Caruso. Me gustan los hombres, esos que pueden joderme la vida -acaricié su nuca con cariño y su cuerpo se derritió ante mi tacto.
El camino después de eso fue más relajado. La carretera estaba completamente a oscuras y él conducía sin ninguna prisa, como si no quisiera que llegáramos a la realidad.
-Me encanta esta canción -lanzó cuando el altavoz del auto empezó a reproducir Die for you de The Weeknd. Lo miré con una sonrisa inocente.
-¿Te puedes detener un momento? -dije y me miró confundido. Me hizo caso poco después, aparcándose a un lado de mi carretera.
Yo me había quitado los tacones desde que salimos de la fista, así que solo subí el volumen aún más y salí, yendo a la carretera y colocándome frente al auto.
Empecé a bailar lentamente a ritmo de la canción con una sonrisa pintada en la cara. Él me devolvió el gesto y salió también, como si un imán halara su cuerpo hasta mi. Metió sus manos en los bolsillos, viéndome bailar y apoyó su cuerpo en el auto.
Mi risa no hizo más que contagiarlo, regalándome una linda sonrisa, mientras negaba divertido viéndome. Lo llamé con mis manos y él negó, pero no pudo resistirse cuando le hice un puchero y fue hasta mi. Puse mis manos en su cintura haciendo que se moviera a mi ritmo, él se dejaba, aunque toda su atención estaba puesta en mis ojos.
-¿Por qué me haces esto? -se quejó.
-Porque a partir de ahora quiero que te acuerdes de mi cuando escuches esa canción -le lancé coqueta.
-¿Por qué crees que me gusta? -dijo sin ningún titubeo. Me detuve de repente al escucharlo. Me tomó de la cintura y me pegó con cuidado hasta él. Sus manos subieron rozando a penas mi espalda y su respiración y nariz rozaban mi cuello.
Ambos estábamos quemándonos, como si supiéramos que pasar esa línea sería una ida sin retorno. Sus manos siguieron su camino, una de ellas se posó en mi cuello, no lo apretaba, pero me dejaba saber que estaba ahí. Levantó mi cabeza aprovechando que ahora tenía el control de esa parte de mi cuerpo. Uno de sus pulgares rozó mi labio inferior y lo besé. Su respiración se aceleró de inmediato.
Dio dos pasos hacia atrás, como si necesitara separarse de mi o cometería algún error. Mi cuerpo quería dar dos pasos hacia él y sabía que eso era justo lo que él estaba esperando, pero, para bien o para mal, Enzo pasó por mi cabeza. Si quizá no lo hubiera visto esta noche, ahora las cosas serían muy diferentes.
-Vamos, esta tarde -lanzó decepcionado después y dio la vuelta.
***
Aún estaba medio dormida, pero unos besos húmedos en mis piernas me amenazaban, en dirección hasta mi centro, haciendo que abriera los ojos enseguida. Un bulto debajo de las sabanas confirmó lo que sentía.
-¿Luciano? -jadeé. Para este punto ya sentía su respiración caliente en mi entrepierna.
-¿Sí? -lanzó divertido al escucharme.
Ladeó mi bóxer, el hombre no tenía tiempo para quitarlo y repasó su nariz en mi vagina, como si quisiera que mi olor quedara impregnado en su subconsciente.
-Cielo santo, Nena. A penas te he tocado y mira como estas para mi -dijo y mis piernas por instinto quisieron cerrarse, él no estuvo de acuerdo-. Oh, no... no hagas eso.
Su lengua empezó a invadir cada centímetro de mi centro, como si hubiera estado ahí antes, y supiera lo que debía hacer para volverme loca.
-Maldita sea, Luciano -gemí y tuve que quitar las sabanas para verlo. Me recibió con una linda sonrisa.
Tomó mi panty en un extremo y lo rompió. Lo miré excitada.
-Me estorbaba, perdón. Luego compramos otro -espetó con inocencia y separó mis piernas con descaro, ahora si, logrando llegar hasta lo más profundo de mi con su lengua.
-¡Ah! Dios, sí -mi cintura se levantó, buscando más contacto con su cara. El placer me estaba matando y el sudor, ya recorría todo mi cuerpo.
Sus manos traviesas acariciaron mis piernas y sin que yo pudiera hacer nada al respecto, las fue subiendo hasta acomodarlas a cada lado de mi cabeza. Aprovechó que ahora tenía acceso a mi culo y lo nalgueó. Succionaba todo de mi y una de mis manos secuestró su cara, pegándolo más a mi humedad. Levanté su cara un momento, obligándolo a que me vea.
-Voy a correrme... -jadeé viéndolo a los ojos y la excitación brotó por todo su cuerpo.
Su pulgar empezó a torturar mi clítoris y su lengua se movía en círculos dentro de mi, no pude más y me corrí con una intensidad que no debería ser real. Lo vi levantarse, estaba desnudo, ¿en qué momento se había desnudado? Su pene grueso estaba erecto, algunas venas saltaban de él, como si estuviera a punto de explotar.
Al parecer, él no podía esperar un segundo más y lo dejo ir entero dentro de mi. Todo su largo llegó hasta mi útero sin amabilidad, pero él sabía que estaba lo suficientemente húmeda como para soportarlo sin que me lastimara.
-Dios, sí -jadeó mientras se movía a un ritmo asesino. Me empezó a besar con lujuria y nuestros gemidos ondeaban por toda la habitación.
-Te sientes tan bien, Nena -gruñó y besó mi cuello-. ¿Como podre dejarte ir ahora? No puedo.
-Luciano, yo... -logré articular.
-Shhh... -él sabía aparentemente lo que le diría. No estaba listo para escucharlo.
Me colocó a cuatro patas en una de las esquinas de la cama y volvió a meterla apoyando sus manos en mi cintura. Me nalgueó, castigándome y aumento la velocidad. Yo no paraba de jadear. Hizo una coleta en mi pelo haciendo mi cara hacia atrás y siguió cogiéndole duro.
Era mi momento de joderlo, así que empecé a mover mi culo en círculos para él. Él se detuvo, dejándome llevar el ritmo. Su mano apretó mi culo y luego lo nalgueó de nuevo. Ahora tenía un nuevo tatuaje, su mano.
-¿Te quedarás conmigo? -preguntó.
-No puedo... -apretó mi cintura como amenaza de lo que venía.
-Lo preguntaré de nuevo, ¿te quedarás conmigo? -la sacó un momento y empezó a darme en las nalgas con su erección.
-Luciano... -resopló al no escuchar lo que quería y la dejó ir de nuevo con agresividad. Pegó mi cabeza a la cama y me comenzó a coger como un puto animal. Si seguía así, me iba a correr muy pronto.
La puerta se abrió de repente y ambos miramos al responsable de tal intromisión.
Enzo.
La cara del hombre se desencajó al verme así y mi corazón se detuvo por un momento cuando choqué miradas con él, sabiendo que lo había jodido todo para siempre.
Me desperté de repente, estaba hiperventilando, todo mi cuerpo estaba realmente sudado. Volteé y un hombre acostado de lado sobre uno de sus brazos me miraba divertido con una ceja enarcada.
-¿Todo bien? -mordió su labio intentando ocultar su sonrisa.
-¿Qué? -pregunté viéndolo mal. Como si fuera el culpable de que mi sueño no haya tenido el final que quería.
-Nena, si no pudiste acabar en el sueño, podemos resolver eso ahora mismo, no tienes que estar molesta -lo miré con sorpresa. ¿Cómo sabía? ¿Qué había dicho mientras dormía? Mi cara se puso roja como tomate.
-Iré a ducharme -dije levantándome y fui corriendo al baño.
-El agua fría te ayudará... -continuó molestándome y empezó a reír a carcajadas.
Maldita sea.
***
Si le hice caso, obvio, necesitaba un baño frío que me calmara. Bajé como nueva y me dirigí hasta el comedor, para mi felicidad mis dispositivos estaban sobre la mesa. Fui hasta mi teléfono, ignorando la risa burlona de Caruso.
Un montón de llamadas de Renato, como esperaba. Marqué y me senté a desayunar.
-¿Puedes decirme donde mierda dormiste anoche? -el teléfono no sonó dos veces. También nos saltamos el saludo.
-¿Bien y tú? -dije metiendo un trozó de bacon en mi boca.
-Abigaíl, dime donde estás, ¡ahora! -separé el teléfono de mis oídos o me dañaría los tímpanos.
-No estoy en Roma, Enzo -Luciano levantó su vista viéndome.
-Es obvio que no estás en Roma, porque estoy en el apartamento y al parecer tienes bastante tiempo fuera de aquí.
-Vine con Luciano a resolver algunas cosas.
-A resolver, ¿qué? -chilló-. ¿Por qué mierda no le habías dicho a nadie?
-Enzo -respiré buscando paz-. ¿Puedes decirle a Dylan que prepare una reunión con el Señor Petro lo antes posible? Que me deje saber, intentaré ir con él. Y por favor, aprueba el presupuesto por mi, así será más rápido el traspaso del título, ya cuando me reúna con ellos firmo mi parte.
-¿Quién mierda crees que soy? ¿Tu secretaria? -el hombre necesitaba que lo cogieran en serio.
-Si tú sigues actuando como mi esposo, ¿Por qué no puedo actuar como tu jefa? -Luciano negó divertido y siguió desayunando y viendo su computador.
-¿Dónde estás? -preguntó de nuevo.
-Ya viene, Luciano. Te llamo más tarde. Avísale a Dylan, por favor. Adiós -colgué y el hombre frente a mi enarcó una de sus cejas.
-Entonces, ¿ya podemos seguir con el sueño de esta mañana? -rodé mis ojos. Me iba a estar jodiendo mientras vida tenga si no lo detenía.
-Si -dije jugando y él me miró. Me tensé cuando lo vi levantándose de su asiento.
-Pues vamos... -lanzó con seriedad. Me levanté alejándome de él.
-Aléjate, demonio... - daba dos pasos por cada paso que daba él.
-Ven, aquí... -aceleró divertido y corrí riendo hasta el jardín.
Enzo
No podía confiar en ella, eso era obvio, así que tomé mi computadora para reactivar las cámaras que nunca debí desconectar.
-¿Diez dispositivos? -susurré para mi.
Me acomodé en el comedor tratando de encontrar el fallo, estaba seguro de que solo había instalado seis cámaras. Busqué la ubicación de cada una y me tensé, alguien habia puesto cuatro más.
Empecé a recoger mis cosas con disimulo, no quería llamar la atención de quien sea que me esté mirando ahora.
Fui hasta él parqueó y cuando salí del edificio marqué de inmediato a Palumbo.
-Estoy casi seguro que los Caruso saben quien es Camila -lancé sin más y tuve que detenerme a un lado de la carretera, pues todo mi cuerpo estaba temblando, preocupado por mi chica.---------------------------------------------------------------------------------
Sustos que dan sustos, ¿no?
-CAPÍTULOS FINALES-
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Venganza
RomanceTERCER LIBRO DE LA TRILOGÍA "-Abigail, si cruzas esa puerta se acabo -caminé con paso seguro hacia la salida. Sinceramente era una decisión que ya habia tomado y sus amenazas no me harian cambiar de opinión."