Capítulo 31

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Tomamos el fin de semana para ambos recuperarnos de los días de terror que habíamos tenido y para cuando el lunes en la mañana llegó ya habíamos visto tres series coreanas y un par de películas de terror.

Enzo había viajado con los niños, quienes iban de vuelta con el viejo, así que no tenía ningún motivo para escurrirme de las garras de Luciano.

Terminaba de preparar mi batido de proteína para ir al gimnasio del hotel, mientras Caruso se preparaba para empezar a trabajar.

Su teléfono comenzó a sonar y contestó luego de rodar los ojos al ver el nombre de la persona que lo molestaba.

-¿Qué? -lanzó sin elegancia y negué divertida. ¿Por era tan gruñón sin necesidad?

-¿Yo? ¿Por qué yo? -le escuché a los lejos mientras tomaba una manzana, la cual sería mi desayuno por ahora-. Pues diles que gracias -continuó viendo algo en la pantalla de su computador restándole importancia a lo que le acababan de decir.

-No voy a ir, ve tú por mí -poco después, se hundió en su asiento e hizo una rabieta, al parecer le habían respondido algo que no era de su agrado. Sonreí viéndolo, parecía un niño.

Tomé mi batido para irme, April para estas alturas seguro ya estaba esperándome para entrenar juntas. Justo cuando cruzaba detrás de él, extendió su brazo hacia atrás y con una agilidad increíble y sin necesidad de mirar lo que hacía, tomó una porción de mi camiseta impidiendo que diera un paso más.

¿Ahora qué?

-¡Suéltame, psicópata! -gruñí y me haló haciendo que prácticamente volara por encima del respaldo del sofá y cayera a su lado.

-Está bien, está bien -dijo y sabía que no hablaba conmigo, aunque me estaba viendo a mí-. Envíame la información por correo, adiós -colgó y lanzó su teléfono hasta la mesa.

-¿Qué quieres? -dije sin más.

-Tenemos que ir a un evento -enarqué una ceja.

-¿Quiénes?

-Brutus y yo... -rodé los ojos y tomé impulsos para levantarme.

-A mí que me importa, Luciano -por alguna razón, yo estaba de un humor de mierda. No dejó que me levantara.

-Obviamente, si te lo estoy comentando es porque somos tú y yo -lo mire confundida.

-¿Qué? ¿Por qué yo? ¿Dónde? ¿Por qué?

-Me darán un premio.

-¿A ti? ¿De qué? -espeté y solo cuando me escuché supe que había sonado algo cruel. No me importaba demasiado.

-¿No crees que merezca algún premio?

-No he visto en ti ningún talento en especial -puse mis piernas sobre él para que atara mis agujetas.

-¿Quieres que te demuestre el talento que me hace sentir más orgulloso? -su mano empezó a subir por mis piernas, con una trayectoria lineal hasta la parte interna de mis muslos. Por inercia, intenté alejarme de él, pero no me dejo y empezó a reír.

-¿A qué le tienes tanto miedo, Nena? -empezó a amarrar mis zapatos-. ¿A que te guste demasiado? -asentí con sinceridad y me sonrió de manera juguetona.

-Hubiera dicho de ti muchas cosas, pero que eras cobarde, no hubiera sido una de ellas -empezó a masajear mis piernas cuando terminó con el trabajo que hacía en mis zapatos.

-¿De qué es el evento? -cambié de tema. Si no hubiera estado casada la historia hubiera sido otra, el miedoso sería otro.

-Al parecer soy el benefactor del año en una de las fundaciones que apoyo en Roma -le sonreí y le regalé unos aplausos. Hizo una reverencia y empecé a reír.

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