Capítulo 33

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No importa que edad tengas, que tan mal te haya ido ahí o cuanto tiempo haya pasado, la sensación de volver a casa era única. Veía emocionada las calles de New York feliz de estar de vuelta.

-Cielo santo, ¿cómo hay personas pueden vivir aquí? -volteé a ver al hombre a mi lado, quien miraba las calles con desaprobación.

-¿Qué tiene? -me miró.

-¿Cómo que qué tiene, Camila? ¿No ves toda esta gente? ¿Todos estos putos taxis? -negó-. Me siento claustrofóbico metido en este tráfico -rodé los ojos.

-Las cosas que yo pudiera decir de Roma... -ataqué.

Empezó a darme una cátedra del por qué Roma y en general, Italia, era el mejor lugar para vivir, y si tuviera que resumir lo que había dicho, solo era por la comida. No tenía ánimos para discutir sobre el tema, así que solo le di la razón.

Un mensaje de Renato llamó mi atención.

Renato: ¿Llegaron bien?

Camila: Sí, ¿y tú?

Renato: Sí, aunque Tokio no es lo mismo sin ti, Mon amour.

Tuve que fingir que rascaba mi nariz para disimular la risita que había causado en mí leer ese simple mensaje. Él había viajado a la sede en Japón y aunque habíamos pasado los últimos días juntos, aún queríamos más el uno del otro.

Guardé mi teléfono cuando nos detuvimos frente al hotel.

-¡Por fin! -el exagerado de Caruso salió del auto del inmediato para estirar sus piernas. Justo cuando iba a abrir la puerta para salir, se me adelantó.

-Estás en América, pero con un italiano, Nena. No me faltas al respeto intentando abrir la puerta tu misma -lanzó juguetón mientras me ayudaba a salir.

Las mujeres a mi lado miraron la escena con envidia, le sonreí y acepté la mano que me pasaba yendo hasta la recepción del hotel.

Llegamos a nuestra suite sin problema, la vista que ya conocía bastante bien se destacaba de maravilla desde los ventanales de nuestras habitaciones.

-¿Qué haremos hoy? -lancé emocionada, mi acompañante simplemente negó.

-De aquí no salgo más, ¿no estás cansada? -era mi turno de negar y lo hice.

-Pues yo si saldré, iré a ducharme -abrió su boca ligeramente para decirme algo, pero supuso que no ganaría, así que solo fue hasta su habitación.

Después de mi baño el cansancio del que hablaba el chico llegó, pero era muy cabeza dura como para admitirlo. Me metí en unos pantalones negros una talla menor a la que por lo regular usaba y los acompañe con un top de un hombro color terracota, unos tacones abiertos, maquillaje sencillo y ondas en mi pelo.

Salí revisando que todo lo que pudiera necesitar esté en el pequeño bolso que había elegido y el hombre ahora frente a mí me miró de arriba abajo. Era obvio que también se había dado un baño y ahora lucia un pantalón beige, con una camisa blanca y unos tenis del mismo color. Lo miré.

-¿Lista? -sonreí y asentí. Esta vez yo le ofrecí la mano primero-. ¿Cómo es que cada perfume que usas supera el anterior? -me encogí de hombros fingiendo inocencia y me regaló una linda sonrisa.

Fuimos hasta el asesor y aprovechando el espejo y que estábamos solos saqué mi celular. Me acerqué a él aún más e hice que me abrazara por la cintura.

-Foto, guapo -negó divertido, pero posó para mí. Los dos nos veíamos lo suficientemente bien, como para que un par de tomas fueran suficientes. Se las envié y sonrió cuando las vio.

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