Capítulo 44

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Luciano

Logré distraerme por un par de horas. Por más de una vez, me vi tentado a borrar las grabaciones que me había enviado Piero sin siquiera verlas, pero la curiosidad me mataba y empecé a reproducir.

Veinticuatro horas antes

Abigail

Revisaba la carpeta de películas y series que tenía disponible y nada llamaba mi atención. Miré mi teléfono por enésima vez, nada de Enzo, nada de Luciano. ¿Acaso se habían puesto de acuerdo?

Decidí comerme mi orgullo y llamar a Caruso.

-Caruso -rodé los ojos, arrepintiéndome de inmediato de haberlo llamado.

-¿Qué haces? ¿Quieres venir a mi casa? Podemos...

-Estoy ocupado ahora, Camila -lanzó con frialdad y me quede en silencio-. Tengo mucho trabajo atrasado, lo siento -continuó, dándose cuenta la forma en la que había hablado.

-Bueno, pues adiós -colgué molesta y le mostré mi dedo medio a mi pobre teléfono, quien no tenía culpa de nada, pero alguien debía pagar.

-¿Qué mierda le pasa? -gruñí y me levanté del sofá-. No me importa -dije y fui hasta la cocina. Me prepararía algo rico, comería y luego me iría de compras con su tarjeta de crédito.

Inconscientemente, prepare comida para dos y no pude sentirme más traicionada por mí misma. Estaba segura de que aunque pasaban de las tres de la tarde, el pesado con el que había hablado no había almorzado.

-No me importa -dije para mí y fui a comer. No había llevado aún el primer bocado a mi boca, cuando todo mi cuerpo se estremeció, haciendo una rabieta.

Maldita sea. Sí me importaba.

Tomé el teléfono y marqué al único que podría ayudarme.

-¿Qué? -dijo sin hacerme esperar.

-Brutus, Hola, ¿cómo estás? Yo bien, gracias por preguntar. ¿Cómo estás tú? -espeté con sarcasmo y lo escuché resoplar.

-¿Qué quieres? -dijo después, intentando mejorar la situación. No lo logró.

-¿Sabes si Luciano ya comió?

-No que yo sepa -lo sabía.

-Prepare su comida, ¿puedes venir por ella? -silencio-. También hay para ti -continué tratando de convencerlo.

-Estaré ahí en diez minutos -sonreí negando.

Empecé a preparar las cosas, no podía fingir lo molesta que me hacía sentir, preocuparme así por él.

-Sinceramente, Abigail, ¿qué estás haciendo? -lancé regañándome a mí misma-. El hombre evidentemente te uso para lo que quería y te desechó como basura. ¿Por qué mierda te preocupa si come o no? No es como si fuera realmente tu novio.

-Ya está, llamaré a Brutus y le diré que lo olvide. Que se joda -justo cuando tomé el teléfono para avisarle, vi cómo el chico de confianza del hombre en el que me acababa de cagar, empezó a llamarme de repente.

-En dos minutos estoy ahí, no tengo tiempo para esperar... -dijo sin cortesías y colgó. De inmediato, me apuré a terminar de empacar la comida.

No me hacía caso ni a mí misma.

El hombre llegó tan puntal como siempre hasta mi puerta, le abrí.

-Aquí está, no le digas que lo prepare yo -rodó los ojos y tomó el par de bolsas-. ¡No le digas, Brutus!

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