Capítulo 37

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Abigail

Besaba mis labios con calidez, nunca nadie lo habia hecho con tanta delicadeza. El ritmo de mi corazón se normalizaba. En un lugar repleto de personas, de repente, solo estábamos nosotros. Nos separamos por mutuo acuerdo, sus ojos ardían y me miraba fijamente.

-Está aquí, ¿cierto? -lo miré confundida-. El hombre que te dañó tanto, está aquí, ¿no? -asentí con sinceridad.

-¿Podemos irnos? -le rogué y negó rotundamente.

-¿Por qué tendrías que irte? No estás sola, Nena. Invertiste demasiado tiempo para verte así de guapa como para que ese hijo de puta dañe la noche -lanzó con seguridad y peinó su cabello hacia atrás. ¿Por qué estaba enojado?-. Vamos.

Me tomó de la mano y sin ninguna intención de su parte, paso al lado de Enzo, quien posible se quedaría sin mandíbula si seguía tensándola así.

Llegamos hasta la pista y tomándome de la cintura empezó a moverse para mí a ritmo de la música. Me miraba coqueto, intentando provocarme y sonreí. No era una acción nada común en él. Sonrió cuando notó que empece a bailar.

Me dio la vuelta para que ahora bailara de espaldas a él, ladeó mi pelo y dejó un par de besos húmedos en la parte trasera de mi cuello.

-Ojalá pudieras verte con mis ojos, Nena -susurró en mi oído, como si esos besos no habían sido suficientes para volverme loca-. Déjame demostrarte que no todos los hombres son como ese cabrón que te hirió.

Una de sus manos bajó por toda mi espalda, como si estuviera bajando el cierre de mi vestido, nuestros movimientos eran cada vez más intensos. Ahora, posiblemente, bailábamos fuera de ritmo. Su erección no me hizo esperar y pude sentirla al mover mi culo para él.

¿Desde cuándo sus manos estaban en mis piernas? Pues ahora apretaban el borde de mi vestido, como si tuviera una guerra interna entre querer ver más y compartir tal imagen con las personas a nuestro alrededor. Entrelazó nuestras manos, creo que para poder controlar lo inquieto que ahora estaba.

Bailamos por mucho tiempo, habia perdido la cuenta en la tercera canción. Yo habia olvidado porque estaba tan molesta. Ni siquiera habia mirado una vez hacia donde se encontraban mis amigos o Enzo.

Ahora estábamos de frente y él acariciaba mi cuello con la punta de su nariz.

-Hueles exquisito -gruñó-. Incluso cuando no estás usando alguna fragancia, tienes mi aroma favorito, Nena-. lo abracé por el cuello y me miró. Le sonreí.

-Es un experto en olores, Sr. Caruso -asintió con seguridad.

-Desde muy joven supe la importancia que tienen los olores en las experiencias, buenas o malas, de la vida -sin ningún motivo, se acercó a mi boca de nuevo y empezó a besarme sin ninguna prisa. Le respondí sin hacerlo esperar. Tomó mi cara en sus manos y me hizo mirarlo.

-Ahora sí, vamos -lo mire divertida y reí. No habia pasado ni treinta minutos desde que me habia dicho que no debíamos irnos.

-Vamos.

Fuimos hasta los chicos para despedirnos, no me importo no ver a Enzo ahí.

-No hagas nada de lo que te puedas arrepentir, Abigail -mi amigo lanzó mientras tomaba mi bolso a su lado.

-¿Quién dice que me voy a arrepentir? -dije riendo y negó con desaprobación.

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