Capítulo 10

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Vi como una de las ventanas del auto bajaban y el hombre que tenía enfrente me miraba sin dar crédito.

-¿Decías? -lanzó con la voz más segura que había escuchado.

Era posible que mi misión acabara mucho antes de empezar, pero prefería morir ahí mismo, antes de dar mi brazo a torcer.

-Sé que escuchaste -mi voz no me obedeció y no salió tan dura como pretendía, aún así, mi postura dominante no cambió en lo absoluto.

El hombre se quitó las gafas de sol como si quisiera darme una segunda oportunidad de retractarme de lo que estaba diciendo, cuando notó que no tenía ninguna intención de hacerlo se acomodó en su asiento para contraatacar. Justo en ese momento, el chico que hasta ahora lograba ver, abrió la puerta del auto que le quedaba más cercana.

-Deja que me encargué de esto -lanzó y me di cuenta de que el combo estaba completo.

Se paró frente a mí, haciendo que ya no fuera el principal objetivo de su hermano mayor, lo cual le agradecí, pues ya no podía sostenerle más la mirada. Me moría de miedo.

-Muñeca, arreglemos esto como personas civilizadas -me sonrió coqueta y su vista viajo por todo mi cuerpo. Lo que me había dicho Maria sobre él era cierto, era un don juan nato.

Con la confianza que yo definitivamente no le había dado, me abrazo por los hombros llevándome hasta mi auto y se separó de mí para ver los daños de ambos lados.

-Vamos, que tienes una joyita aquí. Yo también me hubiera enojado -lo deje hablar a su gusto, quería estudiarlo-. Pero seamos sinceros -continuó-. La ropa y los zapatos que llevas puesto son mucho más caros que el arreglo de este bebé.

-Además, sé, que la persona que vi que llamaste hace un rato le puso un seguro muy bueno -enarqué una de mis cejas y sonrió.

-Eres difícil, eso me gusta -metió su mano dentro de uno de sus bolsillos en un movimiento rápido que me asusto y di un par de pasos hacia atrás, volvió a sonreír y me encontré atrapada-. No temas, no soy él -señaló hacia el auto, supongo que hablaba de su hermano.

- Ya vamos tarde, seguro tú también por la manera en la que conducías. Esta es mi tarjeta -la extendió hasta mí-. Si nos dejas ir te voy a deber un favor, lo que quieras -ladeé mi sonrisa con maldad.

-¿Lo que yo quiera? -asintió con seguridad.

-Cuando quieras -extendí mi mano hacia él para sellar el pacto, él la acepto enseguida y luego dio un beso en ella-. Utiliza bien tu favor, ¿si? -me guiño el ojo y se marchó hasta su auto.

Volví hasta mi auto y emprendí la huida, literalmente, yendo al lado opuesto al que me decía el GPS. Cuando no estuvieron en mi campo de visión tuve que detenerme de nuevo para respirar.

-Maldita sea, maldita sea -hiperventilé. En tan solo tres minutos había roto casi todas las reglas que Maria me había enseñado.

Acomode mis ideas y mi pelo y llegue al lugar de la entrevista. Treinta minutos después, pero había llegado. Entré al lugar y quede en shock, la cantidad de chicas ahí era definitivamente incontable, sin mencionar la manera en que estaban vestidas. Todas me miraron con diversión.

¿Por qué nadie me dijo que debía venir con mi outfit de zorra? Mierda, justo cuando estaba dando la vuelta para volver a casa, choqué frente a frente con Maria que me miro con cara de pocos amigos. Su mandíbula casi cayó al suelo cuando me vio vestida, pero logró mantener la calma y siguió caminando fingiendo que había sido un encuentro al azar.

-Las chicas que ya fueron entrevistadas pueden irse, pronto sabrán de nosotros si fueron seleccionadas, gracias por venir -respiré profundo al ver como la mayoría empezaba a irse y solo quedaron unas cuatro y yo.

-Ustedes -me miró mal de nuevo-. Síganme.

Dejé que las demás pasaran primero y aproveché para quitar un par de botones de mi camisa y acomodar un poco mi pelo. Vi mi reflejo en uno de los cristales y suspiré, parecía una profesora de ingles sustituta.

-Es lo que hay -con paso seguro entré a la habitación y lo que vi me puso blanca como un papel.

Por alguna razón que desconocía, el par de hermanos ahora hacían de jueces junto a Maria y otra chica. Luciano, el hermano mayor, enarcó una de sus cejas viéndome y mordió su labio inferior, evitando no reír ante mi suerte y Piero, negaba sonriendo de oreja a oreja.

Me maldije mil veces en mis adentros mientras miraba hacia mis zapatos Louis Vuitton. En que mierda estaba pensando en aceptar hacer algo como esto.

Las chicas se fueron presentando y hablando de su experiencia en el negocio y los hombres fingían malísimo estar prestándoles atención. Era obvio que morían porque fuera mi turno.

Maria fingió ver mi nombre en el papel y me miró.

-Camila, ¿no? -asentí-. Princesa, si sabes qué tipo de trabajo estamos ofreciendo, ¿cierto?

-Si.

-Sinceramente, me llamo mucho la atención tu currículum cuando lo vi, pero ahora que te tengo enfrente se me dificulta verte en el puesto -la perra hablaba en serio cuando dijo que no me ayudaría en nada, sin embargo, yo ya tenía una estrategia.

-Supongo que hablas de como ando vestida -asintió-. ¿Que tiene este club que no tenga los demás?

La pregunta la encontró fuera de base, así que la ayude.

-Si no me equivoco, promueven ser "exclusivos", ¿no?

-Así es -sonreí.

-¿Qué hay de exclusivo si sus chicas andan vestidas así, por todo Roma? -señalé a las mujeres al lado mío-. Pienso que exclusividad es tener algo que otro no pueden obtener con facilidad.

Todos se quedaron en silencio observándome y ahora quien sonreía era yo.

-Si quieren verme vestida así, deben pagar mucho dinero, y eso, señores, eso es ser exclusivo. Al menos en donde vengo.


***

Acomodé en mis piernas las medias de mallas y sobre ellas, el diminuto bóxer con cola de conejo, que por cierto, era unas cuantas tallas menor de lo que realmente debía usar. El top súper corto y unas orejas en lo alto de mi cabeza completo el atuendo de hoy.

Por fin había terminado mi entrenamiento y hoy sería mi primer día como mesera. Colocaba el labial rojo mate en mis labios cuando María entró al camerino.

-Escucha bien, los Caruso estarán aquí hoy -asentí viéndola con atención-. Te pondré en el vip que siempre usan, no hagas más que un buen trabajo para que te conviertas en su mesera personal.

-Está bien -arregló mi bóxer subiéndolo más por la parte de atrás y me bañó, literalmente, de perfume.

-Ve, ya sabes qué hacer.

Las demás chicas y yo nos pusimos en posición esperando pacientemente que abran el lugar. Inmediatamente, las puertas abrieron, empezó a llenarse y mis compañeras se fueron yendo una a una hacia las mesas que le tocaban.

Casi era media noche, y sinceramente me empezaba a divertir con cada cosa o piropo obsceno que salía por la boca de los italianos inquietos al ver mi culo. Un par de hombres de seguridad revisando el VIP de los hermanos me dio a entender que ya habían llegado, me puse cerca, ellos no debían esperar por mí.

Como si de una jerarquía se tratara, Luciano entró primero y poco después su hermano menor. Esta noche un par de chicos los acompañaban.

Me acerqué a ellos y ambos me miraron de arriba abajo, el coqueto de Piero fue el primero en reaccionar.

-Esto sí que es exclusividad... -espetó y le sonreí.

"La debilidad de Piero son las chicas con Tatuajes" la frase de María pasó por mi cabeza y acomodé mi pelo hacia atrás con disimulo para que pudiera ver mi brazo con facilidad. Me acerqué más a ellos con la excusa de tomar su orden.

El chico cayó de inmediato al ver mi dragón y se extiendo hasta mí, fingiendo que estaba ordenando.

-Muñeca, ¿ese dragón que tienes ahí lanza fuego?

-Solo a los chicos malos -contraataqué y fingió sentir dolor.

-Dios, como quema -frunció el ceño y reí.

-¿Ya viene mi botella? -mi objetivo principal exigió atención de mi parte y la consiguió enseguida.

-¿Que tomaran el día de hoy? -dije viéndolo. Me miró como siempre, con, ¿desconfianza?

Obtuve la orden y me aseguré de no cometer ningún error, no podía darme ese lujo. Mientras en la barra preparaban todo, las luces se fueron volviendo más tenues y la diversión empezó.

Un aro de luz llamó la atención de todos y desde el techo una chica trepada sobre un poste empezó a bajar hasta el escenario. Todos los hombres hambrientos empezaron a llenar de euros el suelo que ella aún no había pisado.

Tomé mi bandeja y fui hasta la mesa de los Caruso, que hablaban entre ellos y sus amigos sin darle mucha importancia a la chica que daba su mayor espectáculo para hacerlos más ricos. Deje todo en la mesa y les serví con esmero.

Antes de repartirles los tragos, dejé un beso rojo en cada uno de los vasos como decoración y los fui distribuyendo a los hombres, excluyendo el vaso de Luciano y dando un beso extra al de su hermano menor, quien sonrió y se aseguró de tomar un primer sorbo en el lugar correcto.

-Consigue más labiales de ese color, Muñeca, lo necesitarás. Agregaremos este servicio al menú -lanzó el coqueto de Piero y me guiño el ojo.

Su hermano solo tomó su trago y no dijo nada, esperaba que ese simple gesto hubiera atacado su ego, al menos un poco.

La noche trascurría sin sobresaltos, no la tenía difícil, pues pocas personas podían permitirse quedarse toda la noche en los vips que me correspondía atender, así que básicamente debía atender las necesidades de los hermanos. La chica que antes se había presentado se acercó hasta ellos con un atuendo ridículamente revelador y se sentó a fuerza entre los Caruso.

Luciano levantó su vaso llamando mi atención y fui enseguida. La chica me miro de arriba abajo.

-Vaya, no tienes tan mal cuerpo para ser americana -volteé a ver a la chica como si quisiera confirmar que hablaba conmigo. Esta zorra no sabía con quién estaba hablando. Los chicos rieron al escucharla. Respiré profundo y simplemente sonreí fingiendo amabilidad.

No busques problemas, no busques problemas. Repetía como mantra.

-Debe tener todo plástico... -dijo cuando estaba a punto de irme. Me detuve en seco y volteé a verla para responderle. Ella sonrió con maldad al ver que había logrado llamar mi atención.

-Camila -Maria se puso frente a mí, cortando cualquier contacto entre nosotras-. ¿Me ayudas con algo? -respiré profundo y asentí yéndome con ella.

Llegamos a la barra y me miro.

-No le hagas caso, la chica siempre es así cuando llega alguna nueva que siente que puede ser su competencia ante los hermanos -tomó uno de los menús fingiendo que me mostraba algo de ahí-. Recuerda porque estas aquí, no dejes que te desconcentre.

Asentí fingiendo obediencia, pero me conocía lo suficiente para saber que si volvía a provocarme me iba a encontrar.


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Que mejor manera de empezar la semana que con una actualización, ¿no?

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