Capítulo 12

479 42 8
                                    

Abigail

Escuché el timbre de mi casa y me volteé acomodándome. Definitivamente, quien estaba detrás de mi puerta tendría que volver otro día. La insistencia con la que presionaba el botón hizo que me sentara de golpe.

-¡Mierda! -me quejé de dolor. Sentía como si mi torso quisiese desprenderse de mi cuerpo.

El molesto sonido no cesaba.

Me levanté con cuidado y sin importarme una mierda en como me veía, fui a cagarme en quien había venido a mortificar el sueño que tanto me había costado conseguir. Abrí la puerta molesta, dispuesta a pelear, pero la persona frente a mí hizo que me quedara frisada. Era obvio que él estaba mucho más molesto que yo al verme y me tomó de la mano llevándonos dentro de la casa.

Como un saco de papas y como si no requiriera ningún esfuerzo extra de su parte, me cargó dejándome sobre el desayunador y con cuidado tomó mi cara en su mano. Con el ceño fruncido observó los moretones que tenía.

Subió mis manos y quitó la camiseta que traía puesta, al ver mi cuerpo lastimado su mandíbula se tensó.

-¡Maldita sea, Abigail! -gritó y pegué un pequeño salto. Empezó a dar vueltas por toda la cocina y su respiración cada vez se aceleraba más.

-Enzo... yo... -se detuvo de repente y me mató con la mirada. Mis labios se sellaron de nuevo entendiendo el mensaje.

Me cargó de nuevo y nos dirigimos hasta el baño, en donde me dejó y empezó a quitarse la ropa. Sonreí emocionada cuando empecé a ver su desnudez. Él enarcó una de sus cejas al ver la expresión en mi cara.

-¿Qué pretendes? -le volví a sonreír coqueta como respuesta y rodó los ojos-. Entra ya a la ducha, Abigail. Las ojiverdes no me van -lo miré mal.

Nos metimos en la bañera y abrió la llave del agua para mí. Como siempre, tocaba y limpiaba mi cuerpo como si fuera algo que no quisiera romper, me quedé viéndolo con amor. Solo al tenerlo aquí me di cuenta lo mucho que lo extrañaba y lo abracé por la cintura.

-Te extrañé -dije y él respondió a mi gesto de inmediato.

Me alejé un poco de él y lo acaricié, cerró sus ojos como si hubiera estado necesitando ese rocé mío y me empiné para besarlo.

¿Cómo era posible que después de tanto tiempo juntos cada vez que me besaba se sentía como si fuera la primera vez? Mi estómago ardía y definitivamente ya no era por los golpes que me habían propinado la noche anterior.

-Maldición... -lanzó y en un movimiento rápido que ya esperaba, me cargó y sacó del baño.

Me dejó en la cama mientras aún estaba húmeda y con cuidado separó mis piernas quedando entre ellas. Fue besando la parte interna de mis muslos y todo mi cuerpo se movía inquieto, en busca de más.

Comenzó a lamerme ahí, justo en mi centro, y yo gemí sin que me importara que me escucharan mis vecinos. Mi chico estaba tan caliente que tuvo que empezar a tocarse mientras me comía. Lastimaba mi clítoris con lujuria y lo succionaba con fuerza cada tanto. Su lengua intrusa se metió dentro de mí y repasó todo dentro mío sin ningún tipo de decoro.

Empujé su cabeza más hacia mí y conseguí de inmediato la intensidad que él sabía estaba buscando. Poco tiempo después no lo pude soportar más y me corrí a chorro en su boca.

-Dios, había olvidado lo bien que sabes -yo aún trataba de asimilar el orgasmo que había tenido, pero sus palabras me habían puesto caliente de nuevo.

Se levantó y acomodo su enorme y dura erección en mí y la fue metiendo poco a poco, castigándonos a ambos.

-Maldita seas, Abigail -gruñó en un jadeo y pegó su frente a la mía cuando estuvo completamente dentro de mí-. ¿Cómo es que te sientes tan bien?

Sus palabras erizaban mi piel y empezó a moverse gradualmente. Volví a besarlo como si quisiera recuperar todo el tiempo que habíamos pasado separados y él entraba y salía de mí en un ritmo perfecto. Se sentó a la orilla de la cama y me moví sobre él en vaivén sin sacarla ni un poco. Él acomodó mi larga cabellera hacia atrás, buscando obtener más acceso a mi cuello, el cual beso.

Sus manos viajaron a mi culo y lo movió guiando la velocidad que él quería y yo encantada le obedecía. Apreté las paredes internas de mi vagina para que sintiera aún más placer y por el gruñido que soltó supe que lo había conseguido.

Nuestros orgasmos llegaron con pocos segundos de diferencia y caímos en la cama en un intento inútil de normalizar nuestra respiración.

-Vine por ti -dijo rompiendo el silencio después de unos minutos.

-¿Qué? -levanté mi cara de su pecho para mirarlo.

Cielo santo, qué bueno estaba. ¿Cómo es que tenía acceso a este Adonis?

-No voy a permitir que te lastimen de nuevo, Abigail. Casi me da un infarto cuando me dijeron lo que te había pasado.

-Enzo, ya hemos hablado de esto -me levanté a regañadientes y agradecí estar de espaldas a él, pues el dolor había vuelto y me quejé en silencio-. Esto no fue nada, pude haberme defendido, no lo hice porque sabía que Caruso estaba mirando.

-No me interesa, nos vamos. Ya veremos como resolver esto sin exponerte -fue hasta el baño en busca de su ropa y me di el gusto de mirar su culo.

¡Dios! Esa polla me formateó todo el Windows. Espera, ¿Por qué se está vistiendo si quiero cogerlo de nuevo?

-¿Me estás escuchando? -volteó a verme y me atrapó viendo su cuerpo mientras mordía mi labio inferior.

-No me iré -le dije cuando por fin logré verlo a los ojos-. Ya me estoy acercando a los hermanos, es muy probable que las cosas sean más fáciles de lo que creía. No son...

-¿Qué tan difícil es hacerme caso? -sé que quiso sonar enojado, pero en su voz solo logré escuchar el miedo que tenía de perderme y le sonreí.

-Estaré bien, amor -lo acaricié-. Lo prometo -se alejó enojado y terminó de vestirse.

-Enzo... -encontré la camiseta que traía puesta antes y lo abracé por la espalda.

-¡Enzo nada, Abigail! -espetó molesto-. Tienes hijos, ¡Un bebé! ¿Cómo es que no te importa?

-¿Qué no me importa? Maldición, solo lo hago por ellos, ¡Por ti! Yo ni siquiera soy Palumbo y estoy aquí exponiendo mi vida por ustedes -sus palabras me habían herido-. Entiendo que estés asustado, pero yo también lo estoy. ¿Qué tan difícil es apoyarme?

-No puedo apoyar este suicidio, lo siento -suspiré y me acerqué a él.

-En serio, estaré bien -me miró.

-No te irás, ¿cierto? -negué y él resopló molesto.

Se dirigió hacia la salida con paso firme con intenciones de irse, pero justo cuando estaba por mover la perilla de la puerta para abrirla, el timbre de la casa sonó por segunda vez en el día. Me miró confundido. Me acerqué para poder ver a través de la mirilla de la puerta, no esperaba a nadie.

Todo mi cuerpo se tensó y una corriente viajó por toda mi espina dorsal al darme de quien se trataba.

-¡Mierda! ¡Es Caruso!

-------------------------------------------------------------------------------

Atencion:

Se busca ingeniero en informatica que sea bueno formateando, es para una amiga.

VenganzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora