Capítulo 15

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Estaba a punto de quitarme el maquillaje cuando María entró al camerino sin tocar la puerta.

-¡Muy bien, muy bien! -dijo mientras daba ligeros aplausos al aire con una sonrisa pintada en la cara.

-Me debes una -lancé burlona y rodó los ojos con diversión.

-Arregla tu maquillaje y vamos -la miré confundida.

-¿Vamos a donde?

-Pues a la putivuelta -espetó con seriedad y empecé a reír.

-¿La puti qué?

-La bailarina principal debe dar una vuelta por el bar después del show -fruncí el ceño.

-¿Para qué o qué? -no entendía para nada la dinámica.

-Se da la vuelta por el bar y luego se queda unos minutos con los chicos de la mesa que más dinero le lanzo mientras bailaba -enarqué una de mis cejas.

-Yo paso -me di la vuelta de nuevo con intenciones de empezar a deshacerme de la pintura en mi cara-. No vine preparada para esa presentación y estoy cansada. Me voy a mi casa.

-Camila -mis ojos y los de ella se encontraron a través del espejo-. Tienes que hacerlo -lo entendí. Debía hacerlo por los Caruso. Suspiré y de mala gana empecé a retocar mi maquillaje.

Aunque llevaba ya algo de tiempo en el bar, sinceramente nunca había tenido que lidiar con la manada de jóvenes y turistas que disfrutaban del lugar en la planta baja, me sentía claustrofóbica y le agradecía al cielo estar trabajando exclusivamente en el área VIP y no junto a este mar de gente.

Como pude, logré llegar con bien hasta la única terraza privada en este piso. Sonreí para fingir mi incomodidad y el grupo de jóvenes me abrió paso indicándome donde debía sentarme.

-Chicos, gracias a ustedes ahora soy rica -lancé coqueta-. ¿Y si les invito un trago? -sonrieron, pero el hombre que tenía al lado se acercó peligrosamente hasta mi oído.

-Si estoy presente, las chicas lindas no pagan -lo miré con detalle, tenía máximo unos veintitrés años y le sonreí con ternura. En él vi a mis hijos, que seguro en unos años, estaran gastando el dinero que a sus padres tanto les había costado conseguir en un lugar como este.

-Estarías pagando tú, de igual modo -puso su mano sobre una de mis piernas.

-Ese dinero te lo ganaste a pulso, bebé -enarqué una de mi cejas.

-¿Y vienes mucho al bar? -crucé mis piernas con disimulo para que ahora no tuviera acceso a ellas. Él se dio cuenta y sonrió.

-Y ahora voy a venir más a menudo -hizo señas para que uno de sus amigos me prepararan un trago y se acercó más a mí, poniendo ahora su brazo en el respaldo del sofá donde tenía mi espalda.

Sonreí incómoda y acepté el trago que sabía necesitaría, intentando romper el contacto visual entre nosotros.

Caruso

Me había tomado todo mi trago y esperaba pacientemente por mi mesera para que preparara mi próxima bebida. A lo lejos, la vi salir aún vestida con el traje de vaquera con el que había bailado, y aunque no me molestaba en lo absoluto, sinceramente no lo esperaba.

-¿A dónde mierda va? -pregunté al aire al ver como iba a hacia la planta baja.

-Putivuelta -Piero al parecer me escuchó y me respondió. Mierda, lo había olvidado.

Desde mi asiento vigilaba todos sus movimientos. Llegó hasta su destino luego de un par de intervenciones incómodas de algunos hombres cuando la veían pasar.

Mi cliente más fiel ahora la tenía a su lado y la miraba como uno de esos caprichosos que sé, siempre lograba conseguir. Su mano en una de las piernas de la ya incómoda chica hizo que mi mandíbula se tensara.

Justo cuando estaba por encargarme e ir por ella, mi hermano se levantó adelantándose.

-Maldita sea, no soporto a ese cabrón. Ya vengo.

Lo vi caminando con paso seguro hacia la planta baja, con la gracia que, para bien o para mal, había heredado de nuestro padre y se acercó al grupo.

Camila le sonrió aliviada y se levantó de inmediato poniéndose al lado de él, acción que él aprovechó para tomarla de la cintura con posesión. El sabía, que ese simple gesto haría que la chica regresara los camerinos sin que nadie la tocara, ni siquiera por accidente.

Completó su actuación diciéndole algo al oído, ella asintió viéndolo a los ojos con una sonrisa de complicidad y se marchó luego de despedirse a lo lejos de los hombres que dejaba en la mesa en la que estaba antes.

No sé en que momento mi hombre de seguridad había bajado y se había separado de mí, pero ahora servía de guardaespaldas del culo de la Americana y la escotaba hasta su destino.

Abigail

Nunca había estado tan feliz de ver a alguien que estaba buscándome para asesinarme, al ver a Piero sonreí y me lancé a sus brazos. Saludó con cortesía a los hombres de la mesa y se acercó a mi oído tan coqueto como siempre.

-Déjame llevarte a casa hoy. Ve a cambiarte, nos vemos afuera en treinta minutos -asentí viéndolo a los ojos y le sonreí. Me despedí de los chicos con una de mis manos en un fugaz movimiento y me dirigí hacia los camerinos.

Me estaba terminando de vestir cuando escuché mi teléfono sonar dentro de mi bolso, me acerqué y enarqué una de mis cejas al ver el nombre "Renato" guardado en él.

-¿Bueno? -conteste después de un rato.

-¿Puedes hablar? -exploté en carcajadas cuando escuche la voz de Enzo al otro lado de la línea.

-Sí, Renato -resopló y aunque no lo estaba viendo sé que había rodado los ojos.

-¿Cómo te has portado? -lanzó como alguien que sabía la respuesta a lo que preguntaba.

-¿Sí? -contesté.

-Maldita sea, Abig... -suspiró buscando aire-. Camila... Ni bien llegué a casa después de que me prometieras que te portarías bien y ya follaste un puto tubo.

-Amor, no tuve opción -dije intentando fingir ternura-. Pero espera un momento, ¿cómo sabes eso?

-No hay una sola cosa que hagas ahí, que yo no sepa... -gruñó e hice una mueca al teléfono.

-Te estoy viendo... -lanzó después y abrí los ojos buscando alguna cámara. El hombre era un puto psicópata.

Justo cuando estaba por reprocharle, tocaron mi puerta y deje que pasaran.

-¿Ya estás lista? -mi nuevo amigo Brutus ya había venido por mí. Enzo tendría que esperar.

-Sí, vamos -me levanté y volví a poner el teléfono en mi oído.

-Te llamo después... -dije sin más. Estaba mucho más que enojada por su acoso injustificado.

-Abigail, no te atrevas a irte con uno de esos hombres, te lo advierto o... -le colgué. No tenía tiempo para aguantar su escena de celos ahora y me dirigí hasta la salida.

***

Me estiré al abrir los ojos, no recordaba la última vez que había dormido de esta forma. Por instinto o costumbre tomé mi teléfono y al verlo me senté preocupada en la cama, pues la cantidad de llamadas, mensajes y correos era exorbitantes.

Veintinueve llamadas perdidas de Enzo, diez de Gustav, siete llamadas de Giancarlo, llamadas de Dylan y Carlos, pero lo que más me asusto fue el mensaje corto y contundente de April:

"No le contestes a ese cabrón, ¡llámame!"

-¿Qué mierda?

Tuve todas las intenciones de llamar a mi esposo, pero le hice caso a mi amiga y le marqué primero.

-Dame la dirección en donde estás, iré -dijo como saludo.

-¿Qué?

-¿Cómo estás? -la chica estaba mucho más inquieta que de costumbre.

-Pues bien, pero...

-No te hagas la fuerte, Abigail -me interrumpió.

-April, me acabo de despertar con un montón de llamadas perdidas, ¿me puedes explicar qué pasa? -me tensé-. ¿Le paso algo a los niños?

-¿Qué? No... Los niños supongo que están bien, ¿no estabas con ellos? -respiré aliviada e ignoré su pregunta, ni ella ni Dylan sabían en que estaba metida.

-¿Qué mierda pasa entonces? -pregunté menos preocupada, pero más que curiosa.

-¿No has entrado a las redes sociales o visto la TV? -rodeé los ojos.

-¿Qué parte de que me acabo de despertar no entiendes? -tomé el mando de la televisión y la encendí.

-Ah... -lanzó y no dijo más al escuchar la televisión de fondo. Empecé a pasar canales al azar y una foto mía y de Enzo rota a la mitad hizo que me detuviera en uno de los programas.

-"Es que no me lo creo" -la comunicadora lanzó con fingida pena en italiano mientras sonreía de oreja a oreja-. "Ya sí que perdí toda mi fe en el amor. Se veían tan enamorados."

-"Ya yo lo decía, nadie puede atrapar a ese chico" -su compañero negaba con diversión.

¿Qué demonios está pasando? Me estaba empezando a poner nerviosa.

-"Es una prueba más que clara de que no importa lo bien que te veas, lo mucho que trabajes y los hijos que les des, los hombres nunca están conformes" -la chica siguió ofendida-. "Dios, D'accardi, jodiste tu vida perfecta de la manera más ruin"

-"¡Aún no lo asimiló, no lo puedo creer!" -exclamó con exageración el hombre, el cual, por alguna razón, vestía un llamativo traje rosa con plumas en las mangas un miercoles por la mañana-. "Productor, ¿me pone las imágenes de nuevo?"

Y entonces lo vi, uno de mis mayores miedos. Enzo, mi esposo, estaba saliendo de lo que parecía un club, de la mano de una linda rubia.

Mi mundo dio vueltas y el teléfono rodó por la cama.

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Actualmente la escritora es del Team: #AbigailQuedateSolteraRicaYEmpoderada


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