Capítulo 35

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Llegamos al restaurante sin sobresaltos, el hombre tuvo que admitir que conducía excelente, aunque seguramente ahora prefería volver a su hotel con Brutus. Miró todo el lugar con curiosidad. La música, las personas tomando desde la botella y la pista improvisada en el centro llamó su atención.

-¿Ha estado en Latinoamérica alguna vez, Sr. Caruso? -pregunté mientras colocaba mi chaqueta en el espaldar de una de las sillas de madera y me senté en ella.

-No he tenido el placer -lanzó aun evaluando el lugar.

-Pues, bienvenido a Colombia -dije sonriéndole y una hermosa trigueña se acercó con una linda sonrisa.

-Abigail, amiga, ¿qué más? Cuanto tiempo -dio un beso en mi mejilla y me abrazó con calidez.

-Bastante, pero aquí estamos de vuelta -sonreí-. Este es el Sr. Caruso, un amigo.

-Hola, cariño -dijo coqueta y se acercó a él con seguridad. Le regaló un abrazo que lo tomó por sorpresa, pero evidentemente no le disgusto.

-¿Unas cervezas? -asentí.

-¿Puedes creer que el caballero aquí presente nunca ha visitado Latinoamérica? -lo miró con sorpresa y negó.

-¿Cómo es eso papacito? -preguntó con su exótico acento y el hombre estaba listo para arriesgarlo todo ahí mismo-. Le preparé una bandeja super rica, para que pruebe lo que se está perdiendo -apuntó el pedido sin nuestro permiso y sin más se fue.

-Dios mío, ¿qué es ese acento? -él estaba maravillado y yo reí.

Obligamos al italiano a tomar su cerveza directamente de la botella y no se arrepintió, de la comida ni se diga, tuvo que quitar su chaqueta y llevar su camisa blanca hasta sus codos para que nada le estorbaba.

Pegó su espalda a la silla cuando estuvo satisfecho, su cuarta cerveza lo acompañó.

-Dios, solo como así cuando mi chica me cocina -las palabras se escaparon de su boca. Enarqué una de mis cejas.

-¿Mi chica? -pregunté con fingida curiosidad. Sonrió al verse atrapado.

-Mi chica -repitió-. Bueno, ella sigue siendo mi chica, posible yo ya no sea su chico -le dio un trago a su botella.

-¿Se ha estado portado mal, Sr. Caruso? -besé mi botella, bebiendo.

-No me porte mal, solo fui estúpido -lo mire confundida. Él aprendía rápido y sabía que sí levantaba su botella vacía, la linda colombina vendría con dos nuevas.

-Nunca lo hubiera definido como alguien estúpido -dije invitándolo a seguir.

-Básicamente -aceptó la nueva bebida que le daban, la chica le sonrió coqueta y acarició su hombro. Cuando volvió a mí, Camila estaba aquí, celosa. Me relajé cuando recordé que hoy era Abigail-. Básicamente, tomé una decisión en el momento equivocado -continuó-. Salimos con unos amigos y justo cuando ella se levantó al baño le dije a la rubia que tenía al lado que era del tipo de mujeres con las que mi hermano gastaría mucho dinero, ella rio y aceptó que le diera su número.

Me quedé viéndolo y no pude sentirme peor.

-Si me lo pregunta, es una escena algo problemática -asintió dándome la razón.

-Lo sé -miró hacia un punto fijo en el suelo. Me sentí mal por haberlo juzgado y tratado de esa manera.

-Espero que pronto resuelvan las cosas -acercó su botella hasta mí y las chocamos.

-Espero.

Pasábamos la noche de maravilla, ya sea como Camila o como Abigail, el hombre frente a mí era encantador, seductor y de las compañías más amenas.

Un hombre mayor de piel tostada se acercó hasta nosotros y sonreí conociendo cuáles eran sus intenciones.

-Lo bueno de mi edad es que, puedo invitar las chicas lindas a bailar, aunque anden con un hombre alto y fornido como usted -dijo sin ninguna introducción previa y ambos sonreímos-. ¿Me permite robármela un rato? -él me miró divertido y le respondí aceptando la mano que me ofrecía.

Fuimos hasta el centro de la pista y "una mujer desequilibrada" de Franklin Ruiz empezó a retumbar por los altavoces.

-¿Puedes llevarlo tranquilo? Hace tiempo no bailo salsa -le imploré y negó rotundamente, empezamos a bailar al ritmo de la canción. Recordé de inmediato por qué era mi ritmo tropical favorito.

No bromeó. Yo iba al gym todos los días y me habia costado un poco seguirle el paso a un hombre que me doblaba la edad, aun así logré conseguido. Bailamos un par de canciones sin ningún descanso y pedí un receso con la excusa de no tener los zapatos adecuados.

Me acompañó de vuelta a nuestra mesa, no sin antes advertirme que volvería por mí. Luciano nos recibió con aplausos e hice una exagerada reverencia, como si hubiera acabado de hacer el mejor espectáculo.

-Sra. D'accardi -lo miré de lado mientras tomaba sedienta de mi cerveza-. ¿Cómo sus piernas pueden ser tan ágiles en un ritmo tan rápido? -él estaba asombrado.

-Soy aún más ágil con las manos, Sr. Caruso -la sonrisa se borró de su cara y me miró con la respiración ya acelerada-. Soy buena cocinando, por ejemplo -dije después y reí.

Hubiera podido seguir ahí por mucho tiempo más, pero sinceramente estaba muerta por el día que habia tenido, salimos hasta donde ya nos esperaban nuestra seguridad.

-Fue un placer compartir esta noche con usted, Sra. D'accardi -asentí-. Espero que no pase tanto tiempo hasta una próxima vez.

-Lo mismo digo, Sr Caruso -le sonreí. Tomó mi mano y la beso. Cada quien subió a su auto.

Me habia duchado y acostado, era obvio que ya hoy no seguiría trabajando. Mañana sería otro día. Vi el teléfono de Camila sobre mi mesa de noche y por pura curiosidad lo encendí. Un montón de mensajes alumbraron mi pantalla.

Luciano: Buen día, ¿cuándo vuelves?

Luciano: ¿Sigues enojada?

Luciano: ¿En qué parte estas? Avísame si necesitas algo.

Luciano: Tengo hambre, ¿cenamos?

Y los mensajes seguían y seguían. Negué con diversión y tenté mi suerte llamándolo. No me hizo esperar y a la mitad del segundo timbrazo contesto.

-¿Nena? -mordí mi labio sonriendo. Su voz adormilada era sexy y tierna.

-Buenas noches -dije con frialdad.

-¿Ya vienes? -me derretía y tuve que separar el teléfono para que no escuchara mi risita.

-No -respondí.

-¿Quieres que vaya por ti ahora? -preguntó.

-No

-¿Dónde estás?

-Cerca de New York -espeté con sinceridad.

-Pues iré por ti -reí sin poder evitarlo.

-No eres de mi agrado, Luciano. No es recomendable que vengas a donde estoy.

-Me arriesgaré. Me gusta el peligro -rodé los ojos divertida.

-¿Qué hiciste hoy? -pregunté cambiando de tema.

-Trabaje, te extrañe y cene con una amiga -se acomodaba en la cama.

-¿Una amiga? ¿Es rubia?

-Si -dijo con sinceridad.

-Sí, amiga... -gruñí fingiendo estar celosa.

-Tú me gustas más -lanzó con sinceridad.

-¿Te gusto más? Ósea, ¿ella te gusta también?

-Sí, pero por muchas razones, es prohibida.

-¿Eso significa que soy tu segunda opción?

-¿Celosa?

-Si -dije, alimentando un poco su ego por todo lo que le habia hecho pasar por ese estúpido malentendido.

-Dime donde estás y te demuestro que eres la única opción, nena.

Madre mía.

***

Bajé las escaleras con mi bebé en brazos, quien se movía eufórico por el simple hecho de estar con mamá.

-¡Dámelo! -mi cuñada me lo arrebató inmediatamente lo vio para llenarlo de besos.

Mi esposo se acercó con una de las niñas en brazos y me dio un beso fugaz en los labios.

-¿Lista? -asentí sonriéndole y fuimos hasta el jardín de la casa en donde mis otros dos hijos ya nos esperaban.

Alessandra posaba feliz ante el fotógrafo, quien probablemente solo buscaba el mejor lugar para realizar la sesión, mientras que Alessandro veía con curiosidad todo el equipo técnico. Definitivamente, pronto podría dejar la vicepresidencia de D'accardi Electronics.

-¡Wao! Qué linda -alagué a mi modelito y sonrió sonrojándose.

-Empecemos -Karla volvió y a regañadientes me paso a Enzito.

La pasábamos de maravilla y aunque las sesiones de fotos con tres niños hiperactivos y un bebé no podía ser más complicadas, el fotógrafo sabía como llamar la atención de todos.

Los seis teníamos jeans y camisas blancas, yo llevaba un maquillaje sencillo y mi cabellera rubia sobriamente planchada. Tenía en brazos a Enzito, mientras mi esposo cargaba a una de las niñas sobre sus piernas junto a Alessandro, Alessandra lo abrazaba por detrás llenando la mejilla de papá de besos. Cada tanto los miraba y no podía sentirme más dichosa.

Terminamos un par de horas después, el equipo se marchó y merendábamos todos juntos haciendo un pícnic en familia.

-¿Por qué la pasan tan bien sin nosotros? -la voz de Dylan hizo que casi me atragantara con la comida que acababa de llevar a mi boca y mis hijos reaccionaron de inmediato, yendo a su encuentro y al de su familia.

-¡Están todos aquí! -dije casi llorando al ver a Gustav y Giancarlo también.

-¡Bambola, aquí estás! -mi exesposo aún se derretía cuando me veía y se acercó a mí besando mi nariz con cariño.

Saludé a todos como si en verdad llevaba tiempo sin verlos. Nuestro pícnic ahora era todo una barbacoa. Mi esposo habia preparado todo para mí y no pude estar más feliz con la sorpresa.

La noche ya habia caído y chismeaba con April y Fabio cuando mi mejor amigo se acercó a nosotros con su teléfono en mano.

-Luciano va a venir -soltó sin más.

-¿Qué? -pregunté sin dar crédito.

-No te preocupes, solo viene a traerme unos papeles que quiere que revise -lo maté con la mirada y mis ojos fueron hasta Enzo, quien se veía relajado hablando con sus hermanos a lo lejos. No por mucho.

-¡Me encanta esto! Siento que estoy dentro de una película de acción -chilló Fabio y no pude evitar reírme.

La noticia se regó como pólvora y diez minutos después, llevábamos a los niños a dormir. Los hombres de seguridad estaban alerta. Yo fui a cambiarme, asegurándome que mis tatuajes no fueran vistos.

Lo vi hablando con mi amigo en la sala y me acerqué a saludar.

-Sr. Caruso -dije sonriendo sinceramente al verlo. Su cara se iluminó.

-¡Qué sorpresa! -se levantó de inmediato y aceptó la mano que le ofrecí-. Pensé que no se encontraba ya en América -continuó llevando mi mano a su boca como siempre.

-Si Dylan le dice que está en América, le aseguró, es porque estoy aquí -le eche un vistazo, vestía de manera casual, con unos pantalones azul marino y una camisa azul cielo.

-Ahora lo sé -sonrió.

-¿Cenó? -lancé sabiendo que no-. ¿Nos acompaña? -de reojo vi como Dylan rodó los ojos sabiendo que esto podría salir muy mal.

-Mi chica me tiene aun sufriendo -lanzó con sincera pena-. Poco he comido después de esa deliciosa comida colombiana -sonrió y al escucharlo supe que Camila volvería mucho más pronto de lo que tenía previsto.

-Los Palumbo son muy buenos pidiendo perdón, pídale algunos consejos -dije llevándolo hasta el jardín-. Todo lo que me rodea son disculpas -empezamos a reír.

-Caruso... -¿alguien habia encendido la Bati-señal? No, pero aquí ya estaba Batman, acercando a su esposa hacia él con posesión.

-D'accardi... -contestó nuestro invitado, sonriendo al darse cuenta de la acción de Enzo.

Los primeros minutos fueron incómodos, pero como siempre, el alcohol hizo de las suyas y yo me sentía de maravilla en medio de mi esposo y mi novio. Noté como el vaso de Luciano ya estaba vació y empece a preparar otro trago para él. Tuve que esforzarme para hacerlo diferente a Camila.

-¿Con beso o sin beso? -susurró en mi oído para que solo yo lo escuchara y me tensé, si no hubiera estado maquillada se hubiera dado cuenta de que ahora estaba blanca como papel.

-¿Qué...? -dije en un hilo de voz.

-Alguien siempre me dice eso cuando me rellena el vaso -lanzó divertido-. Gracias -alzó su vaso sonriendo y el alma me volvió al cuerpo.

Volteé buscando paz en la mirada de mi esposo, no la encontré.

-Que atenta... -gruñó sarcástico. Asentí sonriendo. Cada tanto me cobraba su desliz con la puta rubia.

-Hey, Caruso -todos miramos a April, pues el tono con el que habia hablado no auguraba nada bueno. Me veía sonriendo y enarqué una de mis cejas, advirtiéndole -. El sábado celebraremos mi cumpleaños en la xtravanganza, creo que Abigail no podrá ir pero, ¿me llevas a Camila?

Maldita perra.

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Sí, siendo sincera, tengo todas las intenciones de que se enamoren de Luciano. 

¡Lindo lunes!

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