Capítulo 39. Altomare III: El Aura: el secreto detrás de la megaevolución.

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Nuestros héroes iban camino de vuelta al hotel después de su visita a Bella Sera. Se preguntaban qué había pasado con Glacia y qué diría al ver que se habían ido. No le dieron mucha importancia porque no respondían ante ella, pero al llegar al hotel vieron que Glacia los esperaba junto a Steven.

—Ahí están, pequeños mocosos -dijo Glacia la verlos llegar-. ¿Se puede saber en dónde se metieron?

—Eh... fuimos a dar un pequeño paseo, mi lady. Cuando regresamos ya no la encontramos y volvimos por nuestra cuenta -dijo May con una inocente sonrisa. Sus amigos la acompañaron con el mismo gesto, pero ni Steven ni Glacia se veían contentos con su explicación-.

Steven cruzaba los brazos y se veía molesto. Los chicos supieron que estaban en problemas.

—Tenemos que hablar -dijo Steven con una fría seriedad-.

Los cinco salieron a la terraza, el sol estaba próximo a ocultarse y pronto un brillo anaranjado cubriría la ciudad. Steven se quedó viendo hacia el mar, dándoles la espalda. 

—¿D-De que quieren hablar? -preguntó Wally-.

—De su castigo, mocosos -dijo Glacia-. ¿Tienen idea los preocupada que estaba? Esa no es forma de tratar a la tía Glacia. Yo que me preocupo tanto por ustedes que hasta les puse unos lindos apodos. ¿Cuál crees que sea un castigo adecuado, Steven? ¿Golpearlos con una barra de acero?¿Entrenar hasta que vomiten? ¿Dejarlos dormir a la intemperie?

—Mañana se van a casa... -dijo sin voltear a verlos-.

—¡¿Qué!? -preguntaron los otros cuatro-. 

—P-P-Pero ¿por qué? -preguntó Wally-. 

—No creo que hayamos hecho algo tan grave como para que nos regreses -objetó Brendan-.

—Es por su bien, chicos...

—Oh Steven, querido ¿puedo hablar contigo un segundo? -dijo Glacia-.

Lo tomó del brazo y lo jaló lejos de chicos.

—¿Qué diablos estás haciendo? -gruñó Glacia en voz baja-.

—Lo correcto. No debí involucrarlos, para empezar. 

—No es momento para tu moralidad, Steven. Piensa bien lo que estás haciendo, aún tenemos que atrapar a Latios y Latias y ellos son la carnada perfecta.

—¡Ellos no son carnada, Glacia! Son unos niños -dijo Steven alzando la voz por error-.

—¿Acaso dijeron que somos carnada? -preguntó Brendan-.

—Oh ¿por qué eres tan metiche, número 3? -reclamó Glacia-.

—Esperen ¡¿Nos están usando?! -preguntó May-.

—No... -dijo Glacia-.

—Sí -dijo Steven-.

—¡Cállate, cerebro de roca! 

—Hay que decirles la verdad, Glacia.

—¡¿Para qué?! Saber la verdad está sobrevalorado, Steven. 

Los chicos se quedaron petrificados sin entender qué pasaba. Steven dio unos pasos hacia ellos.

—La verdad es que no acepté ser su maestro por pura caridad. Al entrenarlos los estaba usando como cebo para atraer a un par de pokemon legendarios llamados Latios y Latias que habitan en esta ciudad -los chicos sintieron como una puñalada al confirmarlo-. Mi intención es proteger a esos pokemon, tenemos sospechas de que los equipos villanos pueden estar tras de ellos. Pero esos pokemon son escurridizos, solo aparecen ante aquellos humanos que consideren de corazón noble. Pensé que durante su entrenamiento ellos sentirían su aura y se verían atraídos hacia ustedes.

Pokemon Esmeralda Delta: La historia de Brendan Birch.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora