Capítulo 30 "Visitas"

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Ana estaba de pie cerca del mostrador de la cocina, mirando por la ventana mientras su madre y Verónica charlaban en el exterior. Era un día caluroso y húmedo, con pronóstico de lluvia, pero el desayuno-almuerzo del domingo... Comer afuera en el patio... Se había convertido en su norma últimamente. Pero viendo que ya era pasado el mediodía, así que sería un almuerzo tardío.

Se alejó de la vista y volvió a cortar los hongos. Desde la tarde que habían nadado y cenado, ella y la castaña se habían visto frecuentemente, pero nunca a solas. Habían ido a comer un par de veces, llegaban y salían por separado. Su hermana había incluido a Verónica cuando había organizado una fiesta de pizza para el cumpleaños de su hija. El sábado pasado, la ojiverde las había invitado a ella y a su madre para comer hamburguesas. Quería que Ana le enseñara a usar la nueva parrilla de gas que había comprado para su patio. Y esta semana, Verónica había estado en la tienda dos veces... Una para ver cómo se instalaban los congeladores y otra cuando estaban llevando la cocina hacia el patio de comidas.

Ninguna de ellas había sugerido cenar a solas y la menor no volvió a invitarla para nadar. Debido a la tensión que había. Todo el tiempo.

La morena hizo una pausa, mirando a la nada mientras la recordaba en la tienda, cuan a gusto estaba en sus pantalones cortos y sandalias, sus piernas algo bronceadas, lo que probaba que pasaba muchas tardes en la piscina. Cuando Verónica se había volteado, descubriendo que la observaba, la mirada en sus ojos hizo que quisiera arrastrarla a un cuarto trasero para besarla insensatamente.

Y ese era el problema. Sí, la castaña aun estaba casada. Y no, no quería un romance con ella. Pero Dios, a veces, la atracción era tan fuerte, que sólo quería sostenerla, besarla, tocarla, estar con ella... Desnudarse con ella. Y la mirada en los ojos verdes decía que quería lo mismo. Pero ya no eran unas adolescentes, no eran las jóvenes que habían sido cuando sus hormonas en ebullición les habían anulado cualquier sentido común que pudiesen haber tenido. Eran adultas, ambas tan lejos de lo que eran en ese entonces. Habían cambiado...las dos. Sin embargo, a veces, cuando la miraba, parecía que nada había cambiado en absoluto.

Pero allí estaban, tratando de formar una nueva amistad, tratando de eliminar el abismo que había entre ellas y aprendiendo a confiar nuevamente. Lo que iría muy bien, si no tuviese todavía este deseo... Esa necesidad... De conocerla de una manera mucho más íntima.

-¿Soñando despierta?

Ana se volteó, encontrando que Verónica la observaba. Aún tenía el cuchillo, pero apenas había hecho mella en los hongos. Sonrió tímidamente.

-Sí, soñando despierta.

La castaña se acercó, deteniéndose tan sólo unos metros de distancia. Una vez más, la mirada en sus ojos era demasiado para resistir. La mirada de la menor cayó hacia sus labios y Dios, como quería probarlos.

-¿Sobre qué?

La pregunta fue apenas un susurro, haciéndole saber que sabía exactamente con lo que había estado soñando. Ana decidió que sería demasiado peligroso jugar este juego, sin embargo no pudo resistir un poco de tomadura de pelo.

-Bueno, si mi madre no estuviese aquí, te lo demostraría- dijo con una sonrisa. Le entregó el cuchillo- Termina esto, ¿podrías? Tengo que empezar la salsa.

-¿Qué estoy haciendo exactamente?

-Sólo cortarlas en rodajas y añadirlas a la sartén con la cebolla.

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Por mucho que Verónica amaba a Isabelle, este era uno de esos momentos en que deseaba que ella y Ana estuviesen a solas. Esos momentos eran cada vez más y más frecuentes. Por supuesto, ellas no tenían derecho a estar a solas, no con la dirección que sus pensamientos habían estado tomando últimamente.

Para Siempre...(VerAna)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora