Verónica abrió los ojos perdiendo la esperanza de que el sueño llegara rápidamente por una vez. Omar estaba acostado a su lado, frente a la pared opuesta, incluso su respiración hacía poco para arrullarla y dormir. Se preguntaba por qué todavía se molestaban en compartir una cama. Cristian se había ido. Era la única razón por la que seguían fingiendo que su matrimonio era... Normal. Se mordió el labio.
Por supuesto que su hijo sabía la verdad. Ella sospechaba desde hacía tiempo que él sabía que sus padres no eran felices. Pero tanto la castaña al igual que Omar, fingieron que él no sabía nada. Era más fácil así, más fácil que enfrentarse a la realidad.
Rodó su cabeza levemente, mirando la espalda de su "esposo". No podía recordar la última vez que habían tenido relaciones sexuales. Demasiados años para recordar. Siempre había sido capaz de seguir todo mecánicamente, había podido desconectar su mente de su cuerpo. Por alguna razón, la última vez, no pudo. No pudo hacerlo más.
Había llorado, casi histéricamente. No había sido capaz de parar y eso le había asustado a él, lo sabía. Pero como casi todo en su vida... En su matrimonio... Nunca lo discutieron. Asumía que Omar ahora tenía una amante ya que esa fue la última vez que trató de tocarla. En público, cumplían con las reglas, ambos fingían que tenían un matrimonio maravilloso. Para el mundo exterior, era la hija perfecta, la esposa perfecta, la madre perfecta.
Ellos todavía compartían la cama. Verónica seguía siendo su esposa. Seguía siendo tan infeliz como lo había sido desde hacía dieciséis años, cuando se había casado. Y a pesar de que Cristian había dado su bendición, como lo había llamado, estaba aterrada de hacer un cambio. Aterrorizada de tomar una decisión. Porque las decisiones no le pertenecían a ella. Le pertenecían a su madre, incluso años después de haberse casado.
Más recientemente, las decisiones fueron dejadas a Omar. Nunca a ella. Era su culpa porque nunca se había enfrentado a su madre, por permitirle tener tanto control. Nunca había aprendido a decirle no. Al crecer, estaba tan condicionada a seguir todos los deseos de su madre, que no se dio cuenta de cuan manipulada estaba realmente. La única parte de su vida que su madre nunca controló fue su tiempo con Ana.
Los momentos con ella eran preciosos y tan escasos, pero no obstante también fueron los momentos más felices de su vida. En los últimos quince años, apenas se habían visto la una a la otra y mucho menos hablado, pero las pocas ocasiones que tuvieron le recordaron una vez más cuan vacía era su vida. Incluso cuando se peleaban, incluso cuando la morena le había dicho que no podía verla nunca más, esos habían sido momentos preciosos ya que eran reales.
Bien sea que se estuviesen robando besos o que Ana le estuviese diciendo adiós, su corazón se rompía por igual. Debido a ella... Por mucho que la quería... Era alguien que nunca podría tener.
Ahora aquí estaban, completando el círculo. Ana estaba de vuelta. En realidad habían sido capaces de interactuar una con la otra de una manera normal. Se había sentido tan bien estar con ella, junto a ella, una vez más. Isabelle y la hermana de Ana le habían acogido en su familia y disfrutaba compartir una comida con todos ellos. Pero era la morena quien la atraía, como siempre.
Estaba de vuelta. ¿Cómo iban a manejarlo? ¿Tratarían de construir una amistad nuevamente? ¿Podrían? ¿Podrían estar a solas y no... Dios... Querer rasgar sus ropas la una a la otra? Respiró profundamente recordando cómo había sido con ella. Siempre tan intenso, su atracción más grande de lo que cualquiera de las dos pudiese controlar.
Miró nuevamente la forma dormida de Omar, preguntándose si él era tan infeliz como ella. O incluso cuestionándose si le importaba. La separación y el divorcio probablemente nunca entrarían en su mente. Con sus aspiraciones políticas a punto de ponerse en marcha... Iba a postularse para el Senado... No podría permitirse nada que dañara su reputación.
Cerró sus ojos ¿Se atrevería a abordar el tema con él? Podía imaginarse su reacción y la de su madre... Si ella anunciaba que lo iba a dejar, dejar el matrimonio. ¿Sorprendido? No estaría sorprendido porque ella no era feliz y quería dejarlo... Él ya lo sabía. Pero estaría sorprendido de que ella realmente hubiese pronunciado las palabras en voz alta, que en realidad considerara dejarlo.
¿Sería lo suficientemente fuerte? ¿Podría luchar contra él y su madre? El ataque de ellos sería implacable, se lo imaginaba. Verónica estaría pisando tierra sagrada manchando el nombre Castro y Fierro por conseguir un divorcio. Sabía que la única persona en quien confiaba para hablar de esto era Ana pero, ¿sería justo hacerla pasar por eso? Ya le había causado tanto dolor. Si ella iba a hacer un cambio y dejar a Omar, entonces tendría que ser capaz de hacerlo por su cuenta. Oh, pero sería tan bueno tener un amigo en quien apoyarse.
¿Ana haría eso por ella? ¿Sería su amiga? ¿Podría serlo?
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Para Siempre...(VerAna)
RomanceAna y Verónica se conocieron cuando tenían diez años de edad. Se convirtieron en buenas amigas, pero ambas sabían su lugar en la vida. Nunca hubo duda alguna que se convertirían en amantes, también nunca hubo duda alguna en que Verónica se casaría y...