Ana cerró la puerta de su camioneta, mirando hacia la casa que ahora Verónica llamaba hogar. Aunque no tan elaborado en absoluto... O imponente... Como la mansión, todavía era impresionante y sin duda hacía una declaración en cuanto a su condición social... Y su riqueza.
Suponía que los terrenos eran de por lo menos una hectárea cada uno con respecto a las casas en ellos de cuatro-cinco mil pies cuadrados. El paisaje era impecable y bien diseñado, dejando que los árboles rodearan la casa. Las flores estacionales fueron plantadas en cada espacio disponible, el color salpicaba alegremente por el césped verde. Dio un paso hacia la acera que se curvaba perfectamente a través de los árboles, dividiendo el césped en el medio.
Respiró profundamente mientras se paraba en la puerta, pensando una vez más que esto era una mala idea. Su madre quería que fueran amigas. La castaña quería que fueran amigas. Ana no estaba tan segura. Había demasiada historia entre ellas. Demasiado sin resolver. Pero no. Esto era permanente, ¿no? La castaña estaba casada. Fin de la historia. Con ese pensamiento, oprimió el timbre de la puerta, escuchando el tono sutil y elegante anunciando su presencia.
Verónica abrió la puerta unos segundos más tarde, luciendo sonrojada- Llegaste temprano. Bien. Porque estoy perdida.
La menor levantó las cejas- Bueno, es una casa grande. También me perdería.
La castaña se echó a reír con sus ojos brillantes.
-Muy gracioso. No, perdida en la cocina- aclaró.
-¿Estás cocinando?
-Te dije que lo haría.
Los ojos de Ana siguieron su longitud... Blusa de seda, pantalones negros, zapatillas negras... Como apoyo, joyas y maquillaje en su lugar, todo perfectamente congruente. Luego miró su propia ropa... Su mejor par de vaqueros, sus zapatillas de correr, camiseta estampada con Natural Foods Market
-Debiste haberme avisado- dijo ella- No me di cuenta que iba a ser una cena tan formal- levantó una botella- Sin embargo, he traído el vino.
-Oh, Ana, no es formal- hizo un gesto hacia su ropa- Es sólo que... No importa- sonrió nuevamente- Por favor, entra.
Ana entró, la puerta de entrada era grande y espaciosa. Se detuvo.
-¿Tendré el recorrido?
La castaña negó con la cabeza- Confía en mí. No quieres uno.
Cerró la puerta y la morena la siguió a través de la casa... Sala de estar formal, una mirada rápida hacia una sala de estar menos formal y finalmente la cocina. Ana se detuvo, mirando lo que sólo podría describir como un desastre. Cuatro ollas, dos sartenes y tres tazones... Todo eso en diferentes etapas de preparación de comida... Desordenando la cocina y encimeras. Se echó a reír.
-¿Qué demonios estás haciendo?
Verónica también se rió- Haciendo la... Cena?
La menor se acercó, inspeccionando los contenidos en las ollas. Una estaba llena de agua y pasta. Otra tenía verduras, todavía sin cocer. Una tercera tenía algún tipo de salsa de tomate. La cuarta... Una especie de salsa blanca. Miró a la ojiverde con las cejas levantadas.
-Parecía más sencillo cuando Isabelle hizo esto.
-¿Mi madre?
-Ha estado... Bueno... Enseñándome a cocinar.
-Ya veo.
-Y no es como si fueses normal- dijo la mayor señalándola- Un bisteck habría sido mucho más fácil. Por supuesto, no sé cómo usar la parrilla de gas.
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Para Siempre...(VerAna)
RomanceAna y Verónica se conocieron cuando tenían diez años de edad. Se convirtieron en buenas amigas, pero ambas sabían su lugar en la vida. Nunca hubo duda alguna que se convertirían en amantes, también nunca hubo duda alguna en que Verónica se casaría y...