-Qué juguetona era- señaló Tina ¿Cómo lo soportaste?
Ana apartó el plato de postre a un lado y literalmente se frotó el estómago.
-Eso estuvo muy bueno, pero estoy repleta-dijo ella.
-No te vemos lo suficiente- replicó Tina mientras traía la jarra de café hacia la mesa- ¿Estabas enamorada de ella?
-Creo que me enamoré de ella a los diez años- sonrió la morena.
-¿Sentías que te manipulaba?- preguntó Daniela.
-No. Créeme, era una compañera dispuesta a todo.
-Sin embargo, ella lo controlaba- dijo.
-Te aseguro, querida Dra. Daniela, que el hecho de que estaba haciéndolo con mi mejor amiga... Desde que tenía catorce años, no dejó cicatriz en mí. Ni una sola vez pensé que me estaba manipulando. Verónica estaba tan apegada emocionalmente como yo lo estaba. La diferencia era que yo podía aceptar que era gay. Ella no podía. Ella estaba predestinada no sólo a tener citas con Omar sino también a casarse con él.
-¿Y fue algo que aceptaste?
Ana agitó un poco su café, pensando en aquellos tiempos.
-Sí, lo acepté. No había opción. Su madre tenía toda su vida organizada cuidadosamente de acuerdo a su deseo. Verónica tenía muy poco que decir en todo lo que hacía. Creo que por eso su tiempo conmigo era tan precioso para ella- dijo- Fue la única cosa que hizo elegido por ella, lo único que no tenía las huellas de su madre por todas partes.
-Pero ustedes no se veían mucho ¿verdad?- preguntó Tina.
-No. Especialmente cuando fuimos a la secundaria. Verónica tenía mucho que hacer, teníamos suerte de vernos una vez por semana. Incluso entonces, no siempre estábamos solas. Mi madre siempre estaba allí y si su madre estaba en casa, no nos atrevíamos a ir a su habitación- sonrió- Se volvía muy peligroso para nosotras estar solas. Éramos como un infierno a punto de explotar.
-¿Qué hay de ti?- cuestionó ahora Daniela - ¿Tenías amigas? ¿Tenías alguna actividad después de la escuela?
-Tuve algunos amigos- respondió la morena- Quiero decir, no estaba totalmente ciega en cuanto a lo que estaba pasando. Sabía que Verónica y yo no teníamos futuro. Sabía cuál era mi papel en su vida. Así que hice algunos amigos en la secundaria. Hice las cosas normales que se hacen. Iba al cine con ellos y pasaba el rato en la pizzería.
-¿Pero nadie sabía de Verónica?
-No. Ellos sabían dónde vivía, sabían que mi madre trabajaba para los Castro, eso era todo- se encogió de hombros- Nunca le dije a nadie que era gay.
-Así que, ¿cuándo llevaste las cosas al siguiente nivel?- curioseó Tina- Puesto que ya no tenían mucho tiempo juntas, quiero decir.
Ana tomó un sorbo de su café, sonriendo levemente al recordar la primera vez que había tocado a la castaña, la primera vez que la sostuvo mientras llegaba a su clímax.
-Fue un domingo. Sus padres estaban en una subasta y tuvimos la tarde para nosotras. Tenía dieciséis años...
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Ana se quedó de pie fuera de la puerta de Verónica, tratando de calmarse. Estaba tan nerviosa como nunca lo había estado. Habían pasado dos semanas desde que ella y la mayor habían estado juntas a solas y aun así había sido sólo unos minutos. No mucho, pero lo suficiente como para que se besaran, para que se tocaran los pechos la una a la otra. Ya no había timidez en ninguno de sus toques. Y hoy tendrían horas juntas. La morena realmente temblaba ante la idea.
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Para Siempre...(VerAna)
RomanceAna y Verónica se conocieron cuando tenían diez años de edad. Se convirtieron en buenas amigas, pero ambas sabían su lugar en la vida. Nunca hubo duda alguna que se convertirían en amantes, también nunca hubo duda alguna en que Verónica se casaría y...