Vero se echó a reír cuando apagó todas las velas menos una en su intento de apagar las treinta y ocho.
-Ay, no, eso es de mala suerte- dijo ella. Cristian se abalanzó y apagó la última de ellas, sonriendo como si fuese su cumpleaños- ¿Fudge de doble chocolate?- se volvió hacia Isabelle con las cejas levantadas.
-Lo sé, lo sé. Es el favorito de Cristian. Pero cuando tú y Ana eran niñas, creo que este era el que más me hacía hornear para ti casi todos los años.
La sonrisa de la castañaa vaciló un poco ante aquella mención. Tenía la esperanza de que este año, la menor pudiese recordar su cumpleaños o por lo menos reconocerlo, pero no había sabido nada de ella durante toda la semana. Isabelle pensaba que Ana regresaría a casa mañana.
Y ahora, al igual que otros años, sentía esa tristeza que le abrumaba. Triste Se sentía triste. Trató de alejarla, pero los ojos de la mayor de las Gabriel se suavizaron y extendió una mano para apretar la suya.
-Quiero esta esquina- dijo Cristian, ajeno al estado de ánimo de su madre.
Verónica apretó la mano de Isabelle en respuesta y luego tomó el cuchillo.
-Aquí tienes- dijo mientras cortaba cuidadosamente un pedazo grande.
Ellas tomaron pedazos mucho más pequeños y estaba tan delicioso como siempre. Cristian terminó su pedazo en tres grandes bocados, luego tomó la laptop con la que ella siempre lo veía en el sofá.
-Creo que él duerme con esa cosa- susurró la ojiverde.
-Parece muy emocionado. Mucho más que cuando se dirigió a la escuela de medicina.
-Sí. Creo que esto será bueno para él.
-¿Y qué hay de ti? Él sólo estará aquí una semana más. ¿Vas a estar bien en tu nueva casa sola?
-Voy a estar bien- dijo Verónica. Me encanta hasta ahora. Por supuesto, sabes los pocos muebles que tengo. Eso me mantendrá ocupada y disfruto ir de compras. Especialmente la ropa. Ahora tengo varios pares de jeans y pantalones cortos- se acercó más- Ha sido muy agradable no tener a mi madre conmigo.
Isabelle se rió en voz baja- Bueno, por favor, no le digas que te ayudé a elegir tu dormitorio.
-No importa. Ella le encontrará fallas de todos modos.
Permanecieron en silencio por un momento y la castaña sintió la mirada atenta de Isabelle sobre ella. Levantó la vista, sintiéndose un poco triste nuevamente.
-¿Te ha llamado Ana?
Ella negó con la cabeza- No sé por qué esperaba que lo hiciera. No es como si me hubiese llamado en los últimos dieciséis, dieciocho años- tomó su taza de café y luego la bajó nuevamente, sabiendo que el café estaba frío- A pesar de que nos hemos acercado nuevamente... Casi se siente como si nos repeliéramos la una a la otra.
-Sí- asintió- Eso es lo que hace la gente cuando tiene miedo de acercarse demasiado.
Verónica quería compartir algunas cosas con ella, pero no estaba segura de cuan apropiado sería considerando que Ana era su hija. Por otra parte, además de la morena, Isabelle era su amiga más cercana, a pesar de su diferencia de edad. Echó un vistazo por encima del hombro, asegurándose de que Cristian siguiera absorto en su laptop.
-Esos viejos sentimientos... Todavía están ahí- dijo en voz baja- Me asusta. Me imagino que también asusta a Ana.
Isabelle se acercó más, su voz igualmente baja.
-¿Así que no tienes ningún deseo de darles la bienvenida otra vez?
-¿Darles la bienvenida?- sonrió.
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Para Siempre...(VerAna)
Roman d'amourAna y Verónica se conocieron cuando tenían diez años de edad. Se convirtieron en buenas amigas, pero ambas sabían su lugar en la vida. Nunca hubo duda alguna que se convertirían en amantes, también nunca hubo duda alguna en que Verónica se casaría y...