Ana se dirigió al este de México disfrutando la vista del sol que coronaba los altos robles en el horizonte. No se molestó en dar una excusa del por qué se retiraba tan pronto. No había excusa. Simplemente quería estar en casa. El hecho que asociaba México con su hogar, ya no le sorprendía. Pero era a Verónica quien quería ver. Por alguna razón, esta última semana lejos había sido interminable, culminando con una cena en la que no quería estar.
Y luego estuvo Kate. Una hermosa mujer de largo cabello castaño, divertida, encantadora e inteligente... Y la morena no pudo ni siquiera sentir un poquito de atracción. ¿Había estado allí alguna vez? Debió haber estado. Se había encontrado a sí misma en la cama de Kate con mucha frecuencia. Pero esa era la medida de su relación.
Como le había dicho a Verónica una vez, no llamaría a eso tener citas. Por eso... Cuando Kate le había acorralado en el baño durante la fiesta... Sintió rechazo por su intento de seducción. No quería sus besos. No quería las manos de la castaña en sus pechos. Un golpe en la puerta del baño les hizo apartarse y salió huyendo de la fiesta, deteniéndose apenas el tiempo suficiente para despedirse de Daniela y Tina.
¿Desconsiderada? Tal vez. Pero en ese momento, parecía el mejor curso de acción. Ella, sin embargo, se frenó de viajar nuevamente a México en ese mismo momento. Consiguió un par de horas de sueño, despertando antes del amanecer. Después de una ducha y café, se sintió de alguna manera fresca para comenzar su viaje. Renovada y, sí, había sido desconsiderada e irreflexiva anoche.
Echó un vistazo a su teléfono, sabiendo que les debía una disculpa a Tina y a Daniela. Y a Kate. Sólo que no creía que lo apreciarían a las seis de la mañana. El viaje fue ligero e hizo buen tiempo, llegó antes del almuerzo. Fue directamente a la casa de su madre, feliz de estar de regreso. La encontró en la mesa del desayuno, armando un rompecabezas.
-¿Nuevo hobby?- preguntó después de inclinarse para darle un rápido abrazo.
-Cristian lo dejó para mí- dijo Isabelle ¿Tuviste un buen viaje?
Ana sostuvo la nevera abierta, mirando el interior- Si. Semana larga- comentó ella- ¿Has comido?
-Tuve un desayuno tardío. ¿Quieres que te prepare algo?
-Está bien. Tengo algunos burritos congelados aquí. Haré uno rápidamente- tomó una botella de agua y desenroscó la tapa.
Hizo una pausa cuando miró el pastel de cumpleaños ubicado en el mostrador. Era consciente de que su madre la observaba.
-¿Llamaste a Verónica ayer?
-Fue su cumpleaños. Sí.
-Bien. Me alegro que lo recordaras.
-Aunque creo que siempre lo celebrábamos al día siguiente, ¿no?
-Ella parecía un poco decaída ayer- dijo su madre- Me preocupo por ella.
-¿Sí? Bueno, pensé en pasar por su casa más tarde- dijo tan tranquilamente como pudo- ¿Ha comprado muebles?
-Algunos. Para su dormitorio y el de Cristian. No hay mucho más, no lo creo- sacudió la cabeza y sonrió- Sólo Dios sabe lo que va a hacer con su cocina. Ella no tiene ni idea.
Ana se echó a reír- Sí, lo sé. Tal vez le dé una mano con eso- desenvolvió un burrito y lo puso en el microondas- ¿Ha llamado mi hermana? ¿Sabes a qué hora van a venir mañana?
-Hablé con ella el jueves. Dijo que estarían aquí en la tarde. Quería que fueras a su casa y te aseguraras de que había electricidad.
-Está bien- dijo ella. Sacó el burrito y lo presionó, sintiendo un punto frío. Lo puso nuevamente otro minuto- Estás entusiasmada por su traslado aquí, ¿verdad?
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Para Siempre...(VerAna)
RomanceAna y Verónica se conocieron cuando tenían diez años de edad. Se convirtieron en buenas amigas, pero ambas sabían su lugar en la vida. Nunca hubo duda alguna que se convertirían en amantes, también nunca hubo duda alguna en que Verónica se casaría y...