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Rhys

Pensé que el viaje se le haría demasiado largo a la pequeña, pero durmió del tirón, encantada y para nada nerviosa.

Cuando se despertó sobre el pecho de Maddie, abrió esos ojitos azules que me tenían completamente enamorado y esbozó una sonrisa mientras bostezaba.

-Ven aquí, monstruita.

La cogí en brazos mientras su madre, por fin, había conseguido dormirse.

Llevaba una semana de locos. Primero con el trabajo, ya que en esta época a la gente le había dado por casarse y no paraba en casa entre tantas sesiones.

Me alegraba por ella porque podía dedicarse a lo que le gustaba y tenía un talento de la hostia, pero en el fondo, era una mierda. La echaba mucho de menos.

Aproveché y pedí que no me convocaran esa semana en el partido. No era demasiado importante y al entrenador no le importó demasiado, así que estuve veinticuatro horas durante cada día de la semana con mi pequeña.

Y nos lo pasamos en grande.

Ya tenía un año y once meses. No podía creérmelo.

Construíamos fuertes en el sofá (Bueno, los construía yo y luego nos quedábamos dormidos unas tres horas y Maddie me regañaba por poner el salón patas arriba), me acompañaba a la cocina cuando hacía la cena. Mientras se bañaba, le ponía música y yo me ponía a hacer el idiota cantando las canciones... con eso sí que se reía a carcajadas.

Hazel se asomó, curiosa, por la ventana del avión. Casi habíamos llegado ya.

-¿Ves? Cuando aprendas a hablar del todo, irás al colegio y te harás famosa por haber ido a Grecia con un año.

Me miró, divertida, y empezó a pasarme las manos por la cara. Yo, para variar, le seguí el juego y me puse a hacer el tonto.

-Ma-á -balbuceó mientras apoyaba su cabecita en mi pecho y se alteraba mirando a su madre.

-Es muy guapa, ¿A qué sí?

La miré yo también. Joder que si era guapa.

-¡Ma-á! -siguió llamándola, efusiva.

Empezó a elevar los brazos con las manitas en puños y a reír sin sentido alguno. Hazel fue el mono de feria del avión, hasta las azafatas venían a verla.

Normal. Era preciosa.

-Sh, Hazel, vas a despertarla -murmuré. Me miró con los ojitos abiertos y volvió a sonreír, frotándose los ojos.

La próxima media hora nos la pasamos dormidos, ella encima de mí y acurrucándose de mil maneras distintas. En eso se parecía mucho a su madre.

-Rhys.

Abrí un ojo.

-¡Rhys!

Abrí los dos de golpe despertando a la pobre Hazel, bastante agitada también.

-¿Qué? ¿Qué pasa? -pregunté, totalmente desorientado.

Me miraba con una sonrisa de oreja a oreja, cuando empezó a llenarme la cara de besos y Hazel estalló a carcajadas, recibiendo su tanda de mimos también.

Me perdía verlas tan felices.

Me moría al ver que ellas eran mis chicas, mi familia.

Porque una decisión parece tan fugaz e inocente como crucial, y después de tanto... después de todo lo que pasamos... ahora tenía a la mejor esposa del mundo y me dio a la felicidad de mi día a día.

FUGAZ © [ARDENT#2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora