FUGAZ © [ARDENT#2]

Capítulo 31

31: LA AZOTEA

Todos nos miraron ojipláticos ante el arrebato repentino de Rhys. Busqué con la mirada a Noah en forma de ayuda, pero no quería hablar con él, y mucho menos arruinarle su momento con Chloe.

Me levanté del sofá, entré a la habitación de Rhys, agarré un par de sudaderas y salí del piso lo más rápido posible.

Mierda.

Lo sabía. Sabía que esto iba a darme problemas. Iba a darnos problemas, a los dos.

Y ya ni te cuento si el mensaje no habría sido del abogado y haría sido de un señorito que yo me sé.

Lo estaba haciendo mal, sin duda. Me pidió sinceridad. Los dos nos la pedimos, y yo ya le estaba fallando.

Pero es que eran muchas cosas. La universidad, los malditos trabajos, el señor Roerig, Rhys y sus viajes de una semana como mínimo, mis exámenes, Drew, Ola, mis padres, todo... y no daba a basto, de verdad que no.

Abrí la puerta de par en par y lo vi apoyado en el muro más lejano a la puerta, de espaldas. Tenía todos los músculos de ella en tensión, y se podía ver a la perfección a pesar de que estuviese lloviendo.

Es que estaba loco, ¿Quería que me diese algo? O aún peor, ¿Quería que le diese algo a él? ¡Iba a cogerse un buen catarro, poniéndome en lo mejor! ¿Y si se cogía una pulmonía? ¿O una neumonía? ¿O es que es lo mismo...?

Ya está. Ya estaba pensando a toda velocidad. Me temblaban las manos al igual que los dientes, pero era la consecuencia de no ser clara desde el principio.

Rápidamente me puse la sudadera y corrí hacia su dirección. Y, para mi sorpresa, estaba fumando.

Rhys no fumaba.

—¿Qué...? ¿Fumas?

—Sí.

—¿Desde cuándo? —pregunté perpleja.

—No sé, ¿Desde cuándo llevas ocultándome que el juicio ya ha sido? —farfulló de mala gana, dándome la espalda.

No me gustaba verlo así. Enfadado, y... ¿Fumando? ¿En serio?

—Apaga eso y ponte esto, anda...

Se giró hacia mí, con una sonrisa amarga.

—No eres mi madre —pronunció furioso.

—No, pero soy tu novia —le contesté —. así que deja eso y ponte la sudadera, por fav...

—¿Alguien lo sabe?

—¿Eh?

—Lo del juicio —apretó sus labios en una fina línea —. ¿Alguien lo sabe?

—¿Y eso qué más da? —reí —. Lo he perdido. Mi padre y yo lo hemos perdido.

Ni siquiera era consciente de ello. No era consciente de que, en un tiempo, tendría que irme de aquí. De nuevo. Y en vez de aprovechar el tiempo que nos quedaba juntos, estábamos discutiendo como dos idiotas.

Frunció las cejas y se cruzó de brazos.

—¿Lo sabe alguien? —insistió, y yo empecé a hartarme.

—Pues sí. ¿Te quedas más tranquilo?

Soltó una risa amarga que no me gustó ni un pelo y volvió a darme la espalda, apoyando en la cornisa de la azotea.

—Rhys, apártate de ahí, deja de fumar y ponte est...

—Claro, ¿Quién iba a saberlo si no es el puto y estupendo Hunter Scott?