Capítulo 7

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7. PENSAMIENTOS OBSESIVOS

No quiso decirme a dónde íbamos, pero conociéndolo, sabía que sería algo que conseguiría distraerme.

Nos montamos en lo que supuse que era su coche —o eso esperé, yo ya no sabía qué pensar de este chico — y fuimos hacia la que era su casa.

Casa no. Hotel. Casoplón. Mansión.

Inmensa, blanca, ventanales más grandes que yo multiplicada por tres, y un jardín... eso debía de mantenerlo mucho personal, era imposible que pudiesen sus padres tener el césped de ese verde tan puro.

Bajamos del coche y Hunter no dijo absolutamente nada. Simplemente bostezó, se puso la capucha de su sudadera y me hizo una señal con la mano para que lo siguiera, ya que me había quedado parada para contemplar su casa.

—¿Te gusta?

—No está mal. Poca cosa pero bonita —Vacilé.

Al llegar a la entrada, introdujo el código de la alarma para entrar a la casa. No se molestó en taparlo.

Cuando entramos, había un sirviente (o algo así, no sé) como si estuviese esperándonos.

—Ah, Mads. Este es Roger —Dijo mientras le daba las llaves de su coche y subía las escaleras.

—Eh... ¡Hola! —Lo sonreí.

—Hola —Contestó con gracia.

Se me quedó un rato mirando. Tenía las mejillas rojizas e hinchadas de llorar, y enarcó una ceja.

—¿Estás...?

—Sí. Solo es... la alergia.

—Ah, está bien —Sonrió no muy convencido.

Me cayó bien Roger. Tenía un bigote tan largo y puntiagudo... le daba toque como de mayordomo intelectual. Lo que pasa es que este tuteaba.

Cuando Hunter vio que dos piernas de hormigas lo seguían por las escaleras, se paró y me miró.

—¿Adónde vas?

—Eso llevo preguntándome desde que me he preguntado en tu coche.

Sonrió malévolamente.

—Espera abajo. Enseguida voy.

Sin entender nada, le hice caso y bajé algo desconcertada hacia el salón.

Era enorme, mucho más grande que el de Vee. Tenía un televisor de plasma que ocupaba casi una pared entera, y enfrente unos sofás de cuero negro y una mesas de cristal transparente.

Me senté e hice tiempo. No tardó mucho en bajar.

—¿Qué planeas, Hunter Scott? —Enarqué una ceja, y él subió y bajó las cejas.

Se acercó al televisor y metió un... ¿DVD?

¿Hunter Scott con un DVD? ¿Quién era ese y qué había hecho con mi exnovio?

Se sentó a mi lado en el sofá, pero con cierta distancia, sin hacerme sentir incómoda. Noté que me miraba de reojo en cuanto la encendió y se produjeron las primeras notas de la banda sonora.

Nos miramos a la vez.

Me acerqué a él y abrí con mi dedo índice y pulgar sus ojos, y después estiré su cara.

—¡Au! ¿Pero qué haces, idiota? —Me preguntó mientras lo estrujaba.

—¡Tú no eres Hunter! ¡Devuelv-

FUGAZ © [ARDENT#2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora