Capítulo 8

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Jimena: Está claro que lo tuyo y lo mío es una historia aparte – le dijo a Mario – Porque ahora tenemos que pensar, cuando nos conocimos, como nos hicimos novios, si fue amor a primera vista, si fue algo más lento, cuando nos casamos, si fue por la iglesia, por lo civil, bueno... Todas esas cosas. A ver, mañana nos repartimos los papeles y lo estudiamos. Tenemos todo el día para hacerlo. ¿Vale?

Culebra: Lo que tenemos es un marrón que flipas.


Me pasé toda la tarde haciendo mi ficha y ayudando a los críos. Y ahora estaba escuchando a Lucía decir lo que había puesto en su ficha, en mi habitación.


Lucía: Me gusta el color verde, la paella y me encanta bañarme en el mar. ¿Tú alguna vez te has bañado en la playa?

Yo: Sí, ¿y tú?

Lucía: Yo no, pero sé que me va a gustar.

Yo: Bueno, pues tomaré nota entonces. ¿Y porque no te vas a la cama?

Lucía: ¿Tú dónde crees que va la gente cuando se muere?

Yo: Al cielo.

Lucía: ¿Al cielo? ¿A dónde? ¿A la luna? ¿A las nubes?

Yo: O a las estrellas.

Lucía: ¿Tú crees que mi papá está en una estrella?

Yo: Seguro.

Lucía: Pero es que desde aquí no se ve ninguna.

Yo: A ver – dije cogiéndola – Mira – abrí la ventana y me asomé un poco con ella en brazos – Ahí se ve una, ¿ves? Entre esas nubes – señalé la constelación – Esa es la Osa Mayor. Qué también se conoce como el carro o la hélice.

Lucía: ¿Por qué sabes tanto de estrellas?

Yo: Pues porque, desde la ventana de mi habitación se veían muchas, muchas estrellas. Y mi madre, cuando era pequeña, pues me enseñó a reconocerlas.

Lucía: ¿Le echas de menos?

Yo: Sí, mucho.

Lucía: ¿Y a tú padre?


Me quedé callada. Pero creo que se dio cuenta de mi tenso silencio, porque se adelantó para hablar ella.


Lucía: Yo echo de menos a mi papá, ¿tú crees que ahora vive en la Osa Mayor?

Yo: Yo creo que sí. ¿Y sabes qué? Que creo que le gusta vivir allí.


Ella me abrazó y yo le correspondí. Cerré la ventana y fuimos a su habitación. La acosté y le di un beso, repetí lo mismo con Valeria y Leire, que estaban en sus camas. Pero Leire estaba un poco rara.


Yo: ¿Qué te pasa pitufa? – me senté a los pies de su cama.

Leire: Echo de menos a mamá.

Yo: Ya, yo también, pero ese no es motivo para no sonreír, ¿no? Además, ya sabes que no podemos volver.

Leire: Ya, ya lo sé. También es porque no se controlar los poderes – dijo mirándose las manos.

Yo: A ver, ya has mejorado, por lo menos no necesitas los guantes. Y aparte, yo tampoco sé, pero bueno, tiempo al tiempo, seguro que pronto lo conseguimos.


Le di un abrazo y ella lo correspondió.


Culebra: Aquí está el experto, cuando queráis os enseño.


Leire y yo lo miramos, luego nos miramos entre nosotras y empezamos a reírnos.


Lucía: Hola Culebra.

Valeria: ¡Culebra!

Culebra: Hola enanas.


Mientras él estaba hablando con las niñas yo seguía con Leire.


Yo: Venga, anima esa cara, además, que ahora puedes hacer un amigo, que es mono – dije refiriéndome a Lucas.


Leire se puso roja.


Leire: No hombre.

Yo: Anda, que es broma, pero eso sí, su amigo si puedes ser, además es de tu edad, ¿no?

Leire: No sé, aún no hemos hablado.

Yo: Pues tira a por él, anda. Pero ya mañana.


Me levanté de la cama y Culebra me siguió a la puerta.


Yo: Buenas noches – les dije a las tres.

Valeria: Hasta mañana.

Lucía: Buenas noches.

Leire: Descansad.

Culebra: Adiós.


Apagué la luz y cerré la puerta. Me crucé de brazos mirándolo.


Yo: Eres un cotilla, ¿lo sabías?

Culebra: ¿Yo? No.

Yo: No que va.

Culebra: ¿Es verdad eso de que no sabes controlar?

Yo: Sí, además, tú mismo lo dijiste cuando fuisteis a la comisaria.

Culebra: Pero ¿tú me vas a echar cuenta a mí? Si soy un chungo.

Yo: Y un imbécil – repetí las palabras con las que lo describí esa mañana hablando con Claudia – ¿Ves? Eres un cotilla.


Si no lo fuera, no sabría que había estado hablando de Alex y él con Claudia, y las palabras exactas. Ambos nos reímos un poco.


Culebra: Anda, vete a dormir, que después de todo el jaleo con las fichas y ayudando a los enanos, estarás reventada.

Yo: No te creas, no es la primera vez que tengo que ejercer de "madre".


Él se quedó mirándome y fui a la habitación, seguida de él.


Yo: Por cierto, ¿se te ocurrido alguna idea para la historia?


Culebra negó.


Yo: Bueno, ¿ves? Este Culebra si me gusta, el que se preocupa por lo demás y no solo piensa en él.

Culebra: Anda, duérmete, que no vas a resistir a estar más tiempo conmigo sin hacer algo.

Yo: Mucho tiempo había durado – ambos nos reímos – Hasta mañana.

Culebra: Buenas noches.


Él subió a su litera y yo me acosté.



---Al día siguiente---

Me desperté, me duché, me vestí, y bajé a desayunar. Abajo estaba Jimena muy preocupada, Lucas se había ido, me contó que fue por una pelea que tuvo anoche con Mario. No me daba tiempo a desayunar así que cogí un par de galletas, las fichas, el abrigo y la mochila y nos fuimos al colegio. En la clase estuvimos viendo una peli. En la cual hubo un pequeño incidente, porque Claudia se acercó mucho a Alex y a Culebra, y Sandra sin poder controlar su poder, dejó el cole sin luces. Al terminar las clases nos fuimos a casa. Llegamos y la puerta de casa estaba cerrada y no había nadie. Alex se fue a la puerta delantera por si venía alguien. Mientras Sandra, Culebra y yo nos quedábamos en el de atrás. Leire, Valeria, Lucía y Carlitos estaban aún en el colegio, Mario nos dijo esta mañana que él iba a por ellos. Me senté en la mesa del jardín mientras me seguía estudiando las fichas. Ya me había estudiando la de Sandra, la de Alex, Leire y Valeria, no me hacía falta porque ya me lo sabía todo, la de Jimena y Mario ya me la sabía, la de Lucía y Carlitos también, solo me faltaba la de Lucas y... Ahora que caía, no tenía la ficha de Culebra.


Yo: Culebra, ¿y tú ficha?

Culebra: ¿Qué ficha?

Yo: ¿Qué ficha va ser? La ficha en la que teníamos que poner nuestro gustos y cosas personales.

Culebra: Ah, esa ficha, se me olvidó.

Sandra: Pero bueno, ¿qué pasa tío? ¿Qué tú pasas de todo o qué? Esta noche esa tía nos va a avasallar a preguntas.

Culebra: Yo soy de improvisar.

Sandra: No sé tú ¿vale? Pero yo quiero que esto salga bien.

Yo: Sandra, tranquila, mejor ve con Alex al patio delantero anda.


Ella asintió resignada y se fue.


Yo: ¿Te has estudiado mi ficha al menos?

Culebra: No.

Yo: Somos hermanos, tenemos casi la misma edad, y hemos compartido un montón de cosas juntos, se supone que eres la persona que mejor me conoce del mundo.

Culebra: Y lo de anoche ¿qué? ¿No son momentos juntos?

Yo: Eres imbécil.

Culebra: No me hace falta estudiarme tu ficha, eres como un libro abierto.

Yo: O porque me espías haciéndote invisible ¿no? Vale, bueno, venga tío listo dime, ¿cuál es mi plato favorito? ¿Qué es lo que más me gusta? ¿Qué quiero ser de mayor? ¿Qué es lo que más odio? ¿Y a qué tengo miedo? Venga.

Culebra: Tú plato preferido, (lo que más os guste) – dijo levantándose del balancín – Odias que se metan con tu familia. Te gustan mucho los niños, así que, es probable que, de mayor, seas o maestra o psicóloga infantil. ¿Lo qué más te gusta? La navidad. Aún que está última, bueno, la has pasado con unos extraños y te ha dado bajón – dijo acercándose cada vez más a mí – Hechas mucho de menos a tu madre. Y no te da miedo casi nada, bueno, una cosa, que le hagan a tus hermanas lo que sea que te hicieron – dijo poniéndose enfrente mía, a unos simples centímetros de mí – ¿He acertado?


Sabía perfectamente que todo lo que había dicho era verdad, pero no iba a dejar que se quedara con el orgullo por las nubes.


Yo: No has dado ni una – dije sonriendo.


Él sonrió y nos quedamos mirando mientras sonreíamos. Hasta que se escuchó de fondo que ya había gente en casa. Me giré y Alex nos abrió la puerta. Entré y estaban Mario, Carlitos, Lucía, Valeria, Leire y Lucas. Culebra se quedó un momento fuera, no se para que la verdad, pero bueno.


Carlitos: La sesión de espiritismo fue en mi habitación.

Mario: Que no. Que nadie puede enterarse que sois especiales. ¿Estamos? Y menos ir al director del colegio y decirle que eres capaz de mover cosas con la mente Carlos.

Carlitos: Pero yo no quería decir mentiras. Tú dices que eso está mal. Y tampoco quiero que Borja Ruano si piense que se va a morir.


Vale, me he perdido. ¿Cómo que Carlos ha utilizado los poderes delante de gente? ¿Y encima va y se lo dice al director? ¿Y Borja se va a morir? Me he perdido mucho. Culebra se puso a mi lado.


Culebra: ¿Tú no te habías largado? – le preguntó a Lucas.

Mario: Sí, pero ha vuelto. Y que quede claro para todos, es el primo Lucas. ¿Estamos? El primo Lucas. Después hablamos sobre la verdad, la mentira, lo que está bien y lo que está mal ¿vale? – lo último se lo dijo a Carlitos – Ahora tenemos que preparar la cena. ¿Dónde está Jimena?

Yo: Pues, cuando hemos llegado no había nadie.

Mario: ¿Qué? ¿Todavía no ha venido?

Yo: No.

Mario: Pero ¿qué hora es? – miró el reloj que tenía en su muñeca – Es tardísimo. Bueno, vamos a preparar la cena. ¿Mh? Vamos a preparar la cena – dijo poniéndose un delantal – Y voy a, voy a empezar por la pasta. Cogemos y preparamos la pasta, que al fin y al cabo lo que tengo que hacer es meterla en el agua, la meto y, y mejor la ensalada ¿no? Empiezo por la ensalada y ya la dejo hecha. Lo que más tarda es el horno, así que lo suyo sería que metiera el cordero, que se vaya haciendo en el horno y se vaya calentando. O, pero lo que están calientes son las bebidas también, deberíamos de meter las bebidas en el frigorífico y... Es que no sé por dónde empezar.


Yo cogí un delantal y me lo puse.


Yo: A ver Mario, cálmate. ¿Vale? Carlitos, Lucía y Valeria, vais a poner la mesa. Luego tú Mario, vas a cocer la pasta. Sandra y Alex, vais a meter el cordero al horno. Leire vas a meter las bebidas en el frigorífico y yo voy a hacer las ensaladas.

Lucas: ¿Y yo qué hago?

Yo: Tú... Mario, déjale el móvil, vas a llamar a Jimena y le vas a decir que venga de inmediato. Tenemos el tiempo justo para inventarnos veinte años de vida en común. ¿Vale?

Mario: Eso.

Culebra: ¿Yo no hago nada? – dijo entrando en la cocina, ni siquiera me di cuenta de que se había ido con los nervios de Mario – De lujo, me voy a ver la tele.

Yo: De eso nada, tú vienes y me ayudas con las ensaladas.


Y después de eso, todos me hicieron caso e hicieron lo que les dije. Cuando estuvo todo listo fuimos a vestirnos y a arreglarnos. Eso sí, Jimena seguía sin contestar. Estábamos ya todos listos, en la escalera, esperando a los Ruanos y Mario seguía llamando a Jimena.


Mario: ¿Dónde se ha metido esta mujer?


Llamaron al timbre.


Mario: No nos pongamos nerviosos.


En realidad, el único que casi se subía por las paredes de los nervios era él. Se acercó a la puerta y la abrió, mostrando a la familia Ruano.


Mario: ¡Hola!

Rosa: ¡Hola! ¡Ya estamos aquí!

Mario: ¡Que alegría!


Sandra y yo no pudimos evitar soltar una pequeña risa al ver la "gran actuación de Mario" para recibir a los vecinos. Se dieron dos besos mientras se saludaban entre todos. Borja y Carlitos se sentaron en el sofá. Lucía y Valeria también, pero estaban con sus cosas. Leire pasaba también un poco del tema y hablaba con Lucas. Claudia arrastró a Alex y a Culebra hasta el salón y Sandra los siguió. Yo me quedé con Mario en la entrada, junto a Rosa y Antonio.


Rosa: ¿Y tú mujer? ¿Dónde está?

Mario: Ehh, Jimena, ha salido. Su madre, que se ha puesto enferma de repente.

Antonio: Nada grave, espero.

Mario: No, no nada. Una pequeña caída.

Yo: Catarro.


Mario y yo nos miramos. Y a la vez dijimos "sí".


Mario: Catarro, estornudó, se desequilibró, y cayó por las escaleras rodando. Un drama.

Rosa: ¿Y cuándo ha sido eso?

Yo: Esta tarde – dije rápidamente antes de que volviéramos a liarla.

Rosa: Que raro. No la he visto salir.


¿Qué? ¿Nos espiaba? Me quedé mirándole esperando una explicación.


Rosa: No es que esté yo espiando detrás de las cortinas. Pero es que he estado toda la tarde limpiando cristales, y ¿a qué hora dices que se ha ido?

Yo: ¿Un poco de vino? – pregunté para cambiar de tema.

Mario: Sí.

Yo: ¿Sí?

Antonio: Sí.


Me dirigí a la cocina dejando a Mario solo ante el peligro. Ya no se escuchaba lo que hablaban desde la cocina, espero que Mario no la cagara. Busqué 4 copas, por si Jimena aparecía, y busqué una botella de vino.


Mario: ¿Viene ese vino? – escuché que gritó.

Yo: Sí, sí, ya está – aparecí por la puerta de la cocina señalando las copas.

Rosa: No, no. Déjalo bonita. Otro día. Cuando Jimena no tenga cosas importantes que hacer. ¿Eh?


Justamente se escuchó el ruido de las llaves al otro lado de la puerta.


Mario: Mira, ya está aquí.


Él se acercó a la puerta y cuando Jimena entró la abrazó y estaban cuchicheando, supongo que explicándole todo rápidamente. Llevé la botella de vino y las copas a la mesa y nos sentamos. Ya llevábamos varias preguntas hechas por Rosa, los peques ya habían terminado de comer, y estaban en el sofá.


Antonio: El corderito estaba delicioso. La carne tierna como mantequilla. Yo es que soy más de carne que de pescado.

Rosa: Así que, ¿os casasteis por lo civil?

Mario: Sí, en, en Andalucía. En el Sur, en un pueblecito precioso, Salteras, se llama. Una boda íntima, sencilla, ¿verdad?

Jimena: Muy íntima.

Antonio: Pues nosotros nos casamos en el 84. Hace solo 25 años.


Mientras ellos hablaban, Claudia no paraba de tirarle fichas a Alex y a Culebra. Hay que ser descarada y patética, si vas a ligar con los dos, por lo menos que no estén los dos presentes. Aunque la verdad, creo que Alex ya mismo le iba a dar calabazas, no se le veía muy cómodo.


Rosa: ¿Y la luna de miel?

Mario: En Mallorca. En un hotel de tres estrellas. Con un balcón, vistas al mar, precioso.

Jimena: Si, divino, divino.


Mira, porque estoy al lado de Sandra y los Ruanos están de espaldas a la zona donde estábamos mirando porque sino la hubiéramos cagado. El helicóptero que había traído Borja estaba volando por el salón. Miré a Sandra con los ojos muy abierto, y Mario que se dio cuenta también la miró con los ojos que parecían que se le iban a salir de la cara.


Rosa: ¿Y luego dónde os fuisteis a vivir?

Mario: A un piso que nos dejó mi padre – dijo disimulando.


Yo seguía mirando a Sandra, la cual la pobre estaba intentando controlar su poder.


Jimena: ¿Cómo era que se llamaba la calle?

Mario: En, en el centro.

Antonio: En el centro, que bonito. Aunque un poco ruidoso. Te acuerdas cuando – Rosa lo interrumpió.

Rosa: Y al poco te quedaste embarazada, ¿no?


Yo seguía mirando a Sandra, que la pobre hacía todos sus intentos por controlar su poder, pero no lo conseguía. Con señas disimuladas, conseguí que Alex viera el problema del helicóptero.


Jimena: Si, no tardamos mucho, ¿no? Amor – le dijo a Mario.

Mario: Un mes, mes y pico.


No sé qué pasó, pero Sandra al fin dejó de controlar el helicóptero y justo cuando iba a caer al suelo Mario levantó un poco la voz.


Mario: Y al poco nació Carlitos.

Rosa: Carlitos, Lucía y Valeria, querrás decir. ¿No son trillizos?

Jimena: Sí, es que nació primero Carlitos, después Valeria y luego Lucía. A los minutos.

Carlitos: Lucía, Valeria y yo somos trillizos – dijo acercándose a Rosa – Mi cumpleaños es el 4 de mayo, me quitaron las amígdalas, tengo miopía y estigmatismo. Y mi plato preferido, son los macarrones con tomate – sonrió diciendo lo último.

Rosa: Ni que te lo hubieras aprendido de memoria.


Todos nos reímos para disimular. Al final, los mayores nos fuimos a la habitación, a jugar a las cartas o a algo, no me enteré bien la verdad. Los críos se quedaron en el salón con los padres, y Leire y Lucas, pues estaban a su bola, ni idea de dónde estaban.


Sandra: ¿Y si jugamos a las cartas?

Claudia: Guay, al strip-pocker. Soy malísima, siempre pierdo.

Yo: Bueno, es que yo paso de quedarme en pelotas.

Claudia: Ay, ¿no quieres jugar? Que pena. Bueno, pues ya jugamos nosotros – dijo refiriéndose a ella, a Culebra y a Alex.

Culebra: Y si jugamos a la brisca.

Alex: O al chinchón, que es muy divertido – dijo nervioso.

Claudia: Guay, al strip-brisca, o al strip-chinchón o – la interrumpí.

Yo: ¿Strip-continental? – pregunté sarcásticamente.

Claudia: Pues sí.

Sandra: Me lo imaginaba – sonrió sarcásticamente.

Claudia: ¿Vas a por las cartas? – dijo mirándola.


Sandra se iba a ir de la habitación pero hablé yo.


Yo: Tranquila hermana, ya voy yo – la agarré del brazo y me acerqué a ella para susurrarle – Traigo yo las cartas porque sino termino matándola. Las traigo y me voy, porque paso de estar con esos ligando.

Sandra: No, por favor, quédate, no me dejes sola.

Yo: Bueno, solo porque tú me lo pides – suspiré.

Sandra: Gracias.


Le sonreí y fui a buscar una baraja. La encontré y volví a la habitación y estuvimos un rato jugando.


Claudia: Yo he vuelto a perder – dijo dejando las cartas en el suelo.


Sandra y Alex estaban junto a mí, y Culebra y Claudia estaban enfrente nuestra. Y creo que le quedó claro que Alex no quería nada con ella, porque no volvió a acercarse a él en toda la noche.


Yo: Pero si tienes un trío.

Claudia: ¿Esto es un trío?

Sandra: Lo sabes perfectamente.

Claudia: No, no. No tenía ni idea. Yo es que soy más de pareja – dijo desabrochándose la camisa – Los tríos no me van – dijo quitándose del todo la camisa y quedándose en sujetador.

Yo: Yo paso – dije tirando las cartas al suelo.


Me levanté y salí de la habitación, seguida de Sandra y Alex. Al salir, escuché tacones subir las escaleras y Rosa apareció en el pasillo preguntándonos donde estaba Claudia.


Alex: Esa habitación, la del fondo.


Seguimos a Rosa, que a la pobre se le quedó la cara blanca como un fantasma al ver a Claudia en sujetador a punto de lanzarse sobre Culebra. Rosa sacó a Claudia a rastras de la habitación y cuando Sandra y Alex también se fueron me acerqué a Culebra.


Yo: Oye, que si querías quedarte a solas con ella solo tenías que decirlo – dije para picarlo un poco.

Culebra: ¿Tú estás tonta? Yo no iba a hacer nada con ella – dijo alejándose de mi.

Yo: ¡Que era broma! – elevé la voz para que me escuchara.


Al final entré en mi habitación y me senté en la cama, mirando el cielo por la ventana. Y de la nada me entraron ganas de llorar. ¿Por qué? No lo sé, algo dentro de mi le dolía lo que había pasado hoy, no sé exactamente el que pero...


Lucía: ¿Estás triste?


No me había dado cuenta de que estaba aquí.


Yo: No – sonreí – Anda ven, que te acuesto.


La cogí en brazos y salí de la habitación. En el pasillo me encontré con Valeria, y decidí acostarla a las dos. Arropé a Valeria y cuando iba a arropar a Lucía me dio algo que estaba en la manta.


Lucía: ¿Qué es esto?


Yo lo cogí. Era un papel que tenía forma de estrella, pero la textura era diferente a la de un folio.


Yo: Parece la parte de atrás de una pegatina, de estás de las que cuando apagas...




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3311 palabras.

Si queréis podéis dejarme un comentario de que os a parecido la historia o alguna sugerencia. Si os ha gustado podéis dejar una estrella. Gracias por leerme. ❤️

02/11/2022

Los protegidos y tú (Actualizada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora