Capítulo 40

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Leire me alcanzó y entró conmigo a la habitación, ambas nos sentamos en mi cama, llorando. Lucía y Valeria entraron mas tarde, ellas no estaban llorando, pero se quedaron con nosotras en la cama. Lucas pasó por el cuarto y se llevó a Leire para que se relajara, pero las peques se quedaron dormidas a mi lado.

Sandra y Alex también entraron, pero cada uno se acostó en su cama sin decir nada. Esa noche tampoco dormí, no podía conciliar el sueño sabiendo que Culebra podría estar por ahí en peligro, aunque en la llamada confirmara que no era así.

A la mañana siguiente, desperté a las niñas, cuando Alex y Sandra bajaron, nos vestimos las tres. Mientras Valeria intentaba ponerse la corbata, yo le hacía a Lucía sus trenzas.


Lucía: T/n, ¿tú crees en los deseos? ¿Crees que si pides pides un deseo y no se lo cuentas a nadie, se cumple?

Yo: Claro, ¿tú no? – ella negó – ¿Por qué?

Lucía: Cuando unos papás me adoptaban yo pedia que no se dieran cuenta de que era rara para que no me devolvieran. Pero, siempre se daban cuenta.

Yo: Pero bueno, te adoptó Silvestre, que te quería mucho. Y además cuando se dio cuenta de que podías leer el pensamiento no te devolvió, ¿a qué no? – volvió a negar – Y luego llegamos nosotros, que te queremos tanto o más. Así que a lo mejor si se ha cumplido tu deseo.

Lucía: ¿Tu has pedido alguna vez un deseo y se ha cumplido? – yo asentí – ¿Cuál?


Lo pensé un momento. La verdad estaba pensando en poder controlar para poder estar con él. Pero claro, tuve que disimular porque estaban las dos peques delante.


Yo: Pues poder controlar mis poderes, y mira ahora – dije acariciándole la mejilla sin los guantes.


Ella sonrió al ver que la podía tocar.


Yo: Poquito a poco.

Valeria: No estabas pensando en eso – dijo tras recibir una mirada de Lucía – Estabas pensando en Culebra. ¿Le quieres?

Yo: Sí, mucho.

Lucía: ¿Y por qué no se lo dices? A lo mejor vuelve si se lo dices.

Yo: Lo he intentado, pero no me ha contestado al teléfono. Y él ya lo sabe, no hace falta que se lo diga – dije recordando todas las cosas que vivimos esas semanas – La verdad es que me gustaría mucho poder contarle a Culebra que ya puedo tocarle y que no puedo hacerle daño. Y si no vuelve jamás lo sabrá.

Valeria: A lo mejor no se puede olvidar de nosotros y vuelve ¿no?

Yo: A lo mejor.

Lucía: ¿Por qué no intentas llamarlo de nuevo?

Yo: Lo intentaré de nuevo. Pero venga, vamos, que llegamos tarde – dije cogiéndoles a ambas de las manos para bajar las escaleras.


Llegamos abajo y fuimos a desayunar, me quedé hablando con Leire. Los peques al terminar salieron de la cocina. Lucas llegó y se sentó pero Leire dijo que iba a ir al baño. Salió y a los minutos se escucharon muchos pasos rápidos por las escaleras, pero ninguno de los dos le dimos importancia.


Lucas: Los niños están muy raros, ¿no?

Yo: Lo sé, sé que es por Ángel.

Lucas: T/n...

Yo: Me da igual lo que digas Lucas, se que él tiene algo que ver en todo esto, y tu por mucho que quieras disimular también lo piensas.


Me levanté y salí al patio. Aprovechando eso, cogí el móvil y llamé a Culebra. Volvió a salir el contestador y esperé a que sonara la señal para hablar.


Yo: Culebra, es que, me ha pasado algo. Algo que lo cambia todo. Y que voy a poder – me quedé callada.


Tal vez si no le decía que era, le daba curiosidad y volvía ¿no? Por muy tonto que pareciese, no le dije anda.


Yo: Que, si vuelves a casa te lo cuento. Por favor, pasa de tú orgullo y vuelve a casa – me mantuve callada durante unos segundos – Me lo prometiste – dije algo desanimada.


Dejé el mensaje y subí a por la tropa para ir a clases. Al pasar por el cuarto de Lucas, vi que estaban Lucas y Leire en el suelo, contra la pared, sentados con cara de pánico, y Ángel de pie, delante de ellos, de forma amenazante. Rápidamente entré, interponiéndome entre los tres.


Yo: ¿Qué coño les has hecho Ángel? 

Los protegidos y tú (Actualizada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora