Capítulo 25

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Mini maratón 1/2


Regalo de reyes atrasado ❤️




---Al día siguiente---

Me desperté en mi cama, como siempre. Con la pequeña diferencia de que al abrir los ojos Culebra estaba a mi lado, dormido. La verdad es que podría acostumbrarme a despertarme así. Sonreí un poco. Bueno, al menos yo pensaba que estaba dormido pero me metí en su mente y escuché un "¿estará despierta?".


Yo: Sí – susurré – Estoy despierta. Por si se te olvidaba también puedo leer la mente – sonreí.


Él abrió los ojos y se quedó mirándome. Ahora que lo pensaba, ¿qué hacía aquí?.


Yo: ¿Qué haces metido en mi cama? 

Culebra: Pues nada – dijo mirando a las demás camas.


Yo también miré, y me encontré con que en la cama de Sandra, estaban ella y Alex, no pude evitar sonreír. Y en la de Alex estaban Lucas y Leire, en la de Culebra los tres peques.


Culebra: Lo normal – volví a mirarlo – Intentar dormir. Pero vamos, que no me lo pones muy fácil, eres como una estufa.


Yo me reí un poco.


Yo: Ya, pero ¿me puedes decir porque estás metida en mi cama?

Culebra: ¿Qué quieres reina? Si el cuarto de Mario está a tope con tu coleguita del boca piñón, y en el cuarto de las crías hay un fugitivo de la poli, ya no había más camas libres.

Yo: Por si no lo sabias, esta tampoco está libre. Tú lo que querías era arrimarte – dije de broma riéndome.

Culebra: Pero ¿qué dices? Si la que se me está arrimando eres tú.

Yo: Cállate, yo creo que somos los dos. Te he echado de menos todo este tiempo que he estado afuera.


Él sonrió un poco.


Culebra: Y yo reina.


Yo también sonreí. Y él se incorporó un poco, quedando apoyado en sus codos. Yo lo imité y quedé a su altura. Nos quedamos mirándonos, y él empezó a acercarse a mí para besarme, admito que no me aparté, pero nunca llegué a sentir sus labios sobre los míos, ya que cuando estaba a simples centímetros de besarme los pequeños rayos salieron de mis labios para ir a los suyos, por suerte dándole solo pequeños pellizcos y no haciéndole daño de verdad. Él se separó y se volvió a echar en la cama suspirando, yo hice lo mismo quedando a su lado. Alguien llamó a la puerta, así que me incorporé y Ángel entró.


Ángel: Perdona. No quería despertarte, es que he oído voces y, bueno que quería comer algo y no sabía si...

Yo: No – lo interrumpí – Tranquilo, ya íbamos a bajar.

Ángel: ¿Ibais?


Yo miré a Culebra, pero no estaba.


Yo: Iba, iba – corregí levantándome de la cama.


Me levanté, me puse los guantes y salí, iba a cerrar la puerta pero utilicé el poder de Lucía para hablar con Culebra.


Yo: Culebra, lo siento. Sigo sin poder controlar. Ojalá pudiera pero no lo consigo, no te enfades.


Tras decirle eso con la mente, bajé con Ángel. Lo llevé a la cocina y al volver al salón vi que estaba Jimena enfrente de la ventana, pero me estaba mirando.


Yo: Jimena, que no vi a Blanca.

Jimena: ¿Crees que él pudo haberla visto?

Yo: Bueno, él me ha visto preguntar por ella y no me ha dicho nada, no creo.

Jimena: ¿A quién le has preguntado tú por Blanca?

Yo: A ver, nos siguieron dos hombres, Alex y yo nos peleamos con ellos, no pudimos con ellos, menos mal que apareció Ángel. Se peleó con ellos, y logramos pararles, yo intenté amenazar a uno de ellos y sacarle información sobre Blanca, pero no me dijo nada. Y luego vinieron más y tuvimos que irnos. Perdóname, lo siento. Es que podía haberme quedado, haberle insistido más, haber intentado sacarle la verdad. Pero es que, a lo mejor, si lo hubiera hecho – no me dejó acabar.

Jimena: A lo mejor estarías secuestrada T/n. No estarías aquí con nosotros. Y yo estoy feliz de tenerte aquí, y de que estés bien. ¿Vale?


Yo asentí y las dos nos abrazamos. Como era temprano y aún no tenía mucha hambre, subí a por un libro para leer para entretenerme. En las escaleras me encontré a Carlitos.


Yo: Buenos días peque.

Carlitos: Hola. ¿A dónde vas?

Yo: A por un libro, ve tú a desayunar, ahora bajo.

Carlitos: Vale.


Terminé de subir y entré a mi habitación, con tan mala suerte de que Alex y Sandra estaban despiertos, demasiado cerca.


Yo: Perdón. Luego vengo.


Iba a cerrar la puerta de la habitación pero Sandra me paró.


Sandra: No te preocupes, ya nos íbamos a levantar. 


Al final entré, y cogí un libro cualquiera. Aunque me di cuenta que ni Culebra ni Leire estaban ya allí. Supongo que ya estarían por abajo. Bajé a la cocina con el libro y allí estaban Sandra y Alex, pero ni rastro de Carlitos ni Ángel. Empecé a desayunar y pasé bastante de mis hermanos porque estaba leyendo, hasta que escuchamos un grito. Todos fuimos al salón, allí estaban Andrés, Mario, Jimena, y todos los demás. Excepto Ángel, que acababa de entrar en la cocina. Me enteré que Ángel se coló en la habitación en la que estaban Andrés y Elena y se asustaron.


Yo: A ver, Ángel no sabía que tú estabas allí – le dije a Andrés.

Jimena: ¿Qué sabéis de él?

Alex: Bueno, sabemos que nos salvó.

Culebra: Sí, y ya de paso se las apañó para que lo trajerais aquí.

Yo: ¿Qué quieres decir con eso?


Creo que Culebra seguía un poco enfadado por lo de esta mañana, pero joder, no es mi culpa no controlar.


Culebra: Pues que – no pudo seguir hablando, Mario lo cortó.

Mario: Vamos a ver, no sería la primera vez que esta gente se vale de, bueno pues de trucos para saber dónde estamos. Quiero decir que de alguna manera este chaval puede que os haya utilizado para llegar hasta nosotros.

Leire: A ver Mario, que nosotros le pedimos ayuda a él.

Culebra: Si este tío pasó tanto tiempo con esa peña, lo más seguro es que sea uno de ellos.

Lucas: Yo he vivido con ellos eh.

Alex: Y al principio desconfiábamos de él ¿o no?

Culebra: Sí, pero este es un moñas, y se le ve. Pero es que ese tío, a mi este tío me da mala espina.

Yo: Pero ¿mala espina por qué?

Culebra: Porque – Carlitos lo interrumpió.

Carlitos: Pues a mi me cae bien. ¡Atraviesa paredes!

Mario: Ya, pero no se trata de que nos caiga bien o mal. Se trata de saber si podemos o no nos podemos fiar de él.


Lucía y Valeria entraron por la puerta de entrada con el periódico, algo preocupadas. Se acercaron a Mario.


Yo: ¿Le vais a echar?

Culebra: Deberíamos.

Jimena: No sabemos. Todavía.


Mario se quedó muy serio y algo pálido.


Jimena: ¿Qué? – le preguntó a Mario.


Mario le enseñó el periódico a Jimena. Ambos se quedaron mirando a Andrés.


Mario: Pues que solo falta que pidan recompensa y todo – dijo enseñándonos el periódico.


En este salía una foto de Andrés y que lo estaban buscando por todo el pueblo.


Jimena: A ver, vamos a calmarnos un momento. Primero vamos a esperar a que Andrés y la niña se marchen y después decidimos que hacer con Ángel. Mientras tanto ellos se van a quedar en la habitación sin salir – se refirió a Andrés y a Elena – Por favor, y nosotros vamos a actuar con normalidad, como si nada hubiera pasado. ¿De acuerdo?

Mario: ¿Cómo si nada hubiera pasado? – dijo mirando por la ventana – Eso díselo a Rosa Ruano, que ya se ha leído el periódico. ¿A que hora se levanta esta mujer?

Lucas: Yo creo que nunca duerme.


Yo me reí un poco antes ese comentario. Al final todos nos preparamos para ir al colegio y salimos de casa. Cuando ya estábamos llegando Lucas nos habló en general.


Lucas: Dijimos que teníais fiebre, supongo que sería una gripe o algo así.


Ignoré un poco a Lucas y me dirigí a Culebra.


Yo: ¿Qué te pasa? ¿Me puedes explicar que te ha hecho Ángel para querer echarlo de casa sin conocerlo de nada?

Culebra: A mi nada. No me gusta. Una cosa de piel.

Yo: ¿Una cosa de piel? ¿Qué es eso?

Lucas: Y bueno – nos interrumpió, volviendo al tema de antes, intentando que no empezáramos una pelea – Estaríais con 39 ¿no? Para que sea creíble que te has recuperado tan rápido y – Culebra lo interrumpió.


Culebra: Desde que entró por esa puerta no me fio de él.

Yo: ¿Estás celoso? – pregunté, aunque suponía que sí.


Creo que Lucas se dio cuenta de que no le íbamos a echar cuenta, por lo que se calló. Los demás miraban el espectáculo desde atrás nuestra.


Culebra: ¿Celoso? ¿Yo? Pero tú flipas. Celoso ¿de qué?

Yo: Pues ¿de que va a ser?

Culebra: Tú eres una creída.

Yo: Y tú eres tonto. ¿Tanto te cuesta reconocerlo?

Culebra: Reconocer ¿el qué? A mi me da igual que te vayas por ahí con el ojitos lindos, os caséis y tengáis niños fosforitos. Que me da igual.

Yo: ¿Ah, sí?

Culebra: Pues claro.


Nos paramos en la entrada del colegio, ya que ya habíamos llegado pero no queríamos que se enteraran de que Ángel está en casa.


Yo: Pues no me dijiste eso el día que nos fuimos.


Se quedó callado mirándome.


Culebra: No sé de que me estás hablando.

Yo: ¿Cómo? – dije sin poder creérmelo.

Culebra: Que no sé que dices. Que te lo estarás imaginando.


¿Cómo no? Tuvo que llegar el Culebra con el orgullo por las nubes.


Yo: Claro, debe ser de la fiebre que he tenido.


Entré en el colegio, seguida de Sandra, dejando a los demás allí.


Sandra: Oye, ¿a qué ha venido eso?

Yo: Pues no sé, pregúntale a él.

Sandra: ¿Te gusta Ángel?

Yo: ¿Qué dices?

Sandra: ¿Y por qué lo defendías tanto?

Yo: Porque me ayudó a escapar, además, ya sabes quien me gusta.

Sandra: Pues sí, me parece que estaba un poco celoso.

Yo: Anda, quédate con Ángel, y así me dejan los dos tranquila – dije refiriéndome a Culebra y a Ángel.

Sandra: Anda relájate, que al final te va a dar fiebre de verdad. Venga vamos.


Fuimos a clase. Estuve todo el día evitando a Culebra. No por él, sino por mi, porque me conozco y se que si vuelvo a hablar con él y sigue sacando a la luz su modo orgulloso voy a soltar lo primero que se me venga a la cabeza y voy a liarla. A la salida, estaba hablando con Leo y más gente. Que me estaban preguntando que tal estaba. Luego Leo, me apartó un poco para hablar conmigo.


Leo: Y ¿cómo estás por lo del coche?

Yo: Bien, enserio Leo, ya estoy perfecta.

Leo: Me alegro. ¿Quieres que te acompañe a casa?

Yo: Claro.


Durante el día de hoy, Leo se había estado acercando a mi. Pero le leí la mente, y no era por conveniencia por acercarse a Sandra, o porque Claudia se lo dijera, o cualquier cosa de esas. Sino porque quería se mi amigo. Al principio, cuando lo conocí en aquella tienda de ropa, me atrajo un poco, pero después de descubrir mis sentimientos por Culebra me olvidé de él. Pero eso no quiere decir que no me quiero llevar bien con él. Cuando salíamos del colegio, miré al patio, en el cual estaba Culebra mirándome y se le acercaron Alex y Lucas, yo seguí mi camino hablando con Leo de cualquier tontería que se nos ocurría. Llegamos a casa, me despedí de Leo y entré. Fui a la cocina y allí estaban Sandra, Leire, Mario, Jimena, Rosa y Ángel. Espera ¿Ángel? ¿Qué me he perdido? Me metí en la conversación.


Rosa: ¿Vive aquí?

Sandra: Es Ángel, mi amigo Ángel – dijo acercándose a él.

Rosa: Ahh, tu amigo. Tu amigo especial ehh. ¡Ui! Que calladito te lo tenías eh. ¿Y cómo es que no te he visto por aquí antes?

Jimena: Es el novio del pueblo de veraneo.

Rosa: Ahh, ¿y desde cuando tenéis pueblo de veraneo?

Mario: De siempre, de siempre. Roquetas de Mar. 

Rosa: ¿Roquetas? ¿En Almería?


Mario asintió. Vi que Lucas, Culebra y Alex entraban en la cocina y se acercaban a nosotros. Oh, oh. Me da que a mi queridísimo hermano no le va ha hacer mucha gracia esta situación.


Rosa: Ui, que casualidad, si yo voy siempre a Roquetas, de toda la vida. Y dime Ángel, ¿tú eres de la zona de Guadix, de agua dulce...?

Mario: No, él es más de agua amarga – dijo con un pequeño tono de sarcasmo.

Rosa: Anda que, en esta casa aparece gente todo el rato como las setas eh. A ver si voy a tener que ir vigilando de cuarto en cuarto a ver si tenéis más inquilinos.


Todos nos reímos para disimular.


Mario: Jajaja, que jodida eh. Oye Rosa, ¿sabes que he estado pensando?

Rosa: ¿Sí?


No presté mucha más atención, subí a la habitación para dejar la mochila y Culebra me dio ropa para que se la diera a Ángel. Ah sí, se me olvidó mencionar que cuando Rosa se encontró a Ángel, él estaba con una toalla en la cintura. Creo que eso fue lo que le causó curiosidad. O no. No sé, pero bueno, cogí la ropa que me dio Culebra.


Culebra: Toma, y dile a tu coleguita, el boquita piñón, que eso de vuelta eh.


No le respondí, solo me dirigí a la puerta.


Culebra: T/n – me di la vuelta para mirarlo – Oye que, pues a ver que – lo interrumpí.

Yo: ¿Qué quieres ahora? ¿Qué soy una creída? ¿Qué soy una niñata? – dije a la defensiva.

Culebra: No, bueno, un poquito borde si que estás la verdad, pero, que solo quiero hablar contigo.

Yo: Ya, ¿y te vas a acordar de lo que has dicho? – dije un poco más tranquila.

Culebra: Sí, me voy a acordar.

Yo: Vale, bueno pues empieza.


Él se quedó callado mirándome, parecía que quería decir algo, pero no decía nada. Quería decir algo, abría la boca y la cerraba, no empezaba ninguna frase. Y yo tampoco quería forzarlo. Yo a veces también era muy orgullosa y me costaba pedir perdón, y también sabía que le costaba mucho expresar sus sentimientos. Pero eso, hablé yo esta vez.


Yo: No importa, déjalo, está todo bien – dije sonriéndole un poco, para que entendiera que no estaba enfadada con él.


Fui a darle la ropa  Ángel y después volví al cuarto, allí estaba Sandra sentada en su cama. 


Yo: Vaya, parece que mi consejo te lo has tomado a pecho.

Sandra: Ya, lo siento, no pensé. Es que no quería que nos metiéramos en líos.

Yo: Ya, tranquila. Si no me importa. Lo malo es Alex. ¿Cómo se lo ha tomado?

Sandra: Pues no sé, no me ha dicho nada, pero supongo que mal. ¿Cómo te tomaste tú lo de Culebra y Claudia?

Yo: ¿Enserio me lo preguntas? ¿Y todas esas veces en las que casi sale ardiendo el colegio por mis nervios? ¿Y las luces? – le dije con una mirada de "¿en serio?".

Sandra: Es verdad. No sé porque las cosas son tan difíciles. 

Yo: O son fáciles y las complicamos.

Sandra: Ya, tienes razón. Oye, ¿y como es que de un día para el otro empezaste a no poder tocarle?

Yo: Pues no sé – dije sentándome frente a ella en su cama – Un día me desperté, y simplemente no controlaba. Creo que fue el día siguiente al de la excursión al campo, ¿recuerdas lo que pasó?

Sandra: Sí.

Yo: Pues ahí, en esa semana lo confirmé. Iba como un zombie por la casa, la verdad. Creo que nunca lo había pasado tan mal como en ese momento, la semana después de la excursión, el día en el que le dije que eligiera a Claudia, y cuando me confirmó que se quedaría con Claudia. Pero bueno, eso ya ha pasado.


Sandra se quedó mirándome.


Yo: A ti te pasa con Alex desde que lo conociste ¿no?


Sandra asintió.


Yo: ¿Qué sentiste?


Ella miró la puerta y yo entendí el mensaje. Que cerrara la puerta, ya que esto era más privado.


Yo: Voy – dije yendo hacia la puerta.


La cerré volví al lado de Sandra, pero al sentarme empecé a escuchar cosas. Miré a Sandra, quien me miraba expectante sin entender que me pasaba. Me concentré y empecé a leer mentes. Escuché la de Sandra, obviamente, que estaba a mi lado, la de Alex y Culebra, dentro de la habitación y la de los niños, pero era en el pasillo, supongo que estarían jugando. La verdad, es que no iba a echar a Culebra y Alex, a ver si de una vez por todas se daban cuenta de la realidad.


Sandra: ¿T/n?

Yo: Sí, no te preocupes. Estaba leyendo la mente por si había alguien, pero es la de los renacuajos jugando en el pasillo.


Sandra asintió.


Yo: Y bueno, ¿qué sentiste?

Sandra: No sé explicarlo es como, que me pongo super nerviosa pero en el buen sentido, y, no sé, es que no sé explicarlo.

Yo: ¿Cómo un vuelco al corazón? ¿No sabes que hacer cuando estas cerca de él, pero no quieres que se vaya de tu lado? ¿No paras de pensar en él? ¿Sientes un cosquilleo extraño en el estómago cuando piensas en él o estáis cerca?

Sandra: Se nota que nos gustan eh – dijo soltando una risita nerviosa.

Yo: Pues nada, bienvenida al club.

Sandra: Pero ¿cuándo lo sentiste? Porque yo desde la primera vez.

Yo: La verdad, es que yo también, pero nunca me había pasado, así que tampoco la presté mucha atención. Pero al parecer si era algo, y nada, aquí estamos hablando de la vida.


Ambos nos reímos.


Sandra: ¿Por qué nos pasa esto? ¿Por qué a nosotros?

Yo: No lo sé, pero se que tiene que ser por algo, las cosas no pasan porque sí.

Sandra: ¿Crees que hay alguna solución?

Yo: ¿Para esto? Supongo, no podemos haber nacido así porque sí. Quiero creer que no nacimos así. Mejor dicho, necesito creerlo.


Ambos nos abrazamos.


Yo: ¿Vamos a picar algo?

Sandra: Venga.


Salimos de la habitación, dejando solo a los chicos. ¿Lo hice queriendo? Sí, jeje. Cuando llegamos a la cocina íbamos a coger algo para comer, pero nos reunieron a todos en el salón. Faltaban los reyes de Roma que nos estaban espiando, así que me pidieron que subiera a llamarles. Subí y entré al cuarto.


Yo: Eh – dije nada más abrir la puerta, haciendo que me miraran rápidamente – Vosotros dos, cotillas, para abajo, nos llaman a todos.


Me siguieron en silencio. No sé porque pero no dijeron nada de la conversación de Sandra y mía. Da igual, bajamos y escuché que Sandra hablaba.




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2994 palabras.

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07/01/2023

Los protegidos y tú (Actualizada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora