Capítulo 10

348 16 0
                                    

A la mañana siguiente me desperté la primera. Así que me duché tranquila y me vestí. Cuando salí del baño Valeria, Lucía y Carlitos estaban bajando las escaleras, vestidos y listos para ir al cole.


Yo: Buenos días enanos, ¿ya estáis listos?

Carlitos: Sí. Solo nos falta desayunar.

Yo: Si queréis os cogéis unas galletas y nos vamos ya al cole.

Valeria: ¿No vamos a esperar a los demás? 

Yo: No tengo ganas de esperarlos, pero si queréis os podéis quedar y esperarlos vosotros.

Lucía: No, yo me voy contigo.

Carlitos: Y yo.

Valeria: Pues yo también.

Yo: Pues venga.


Bajamos las escaleras y entramos a la cocina. Estaba allí Mario tomándose un café.


Mario: Buenos días.

Yo: Buenos días Mario. Los niños y yo vamos a irnos ya al cole, ¿vale?

Mario: Si, si.


No pareció importarle mucho porque estaba a su bola. Los peques y yo nos fuimos al cole y al llegar me quedé un rato en las mesas de la cafetería. Cuando empezó a llegar la gente, Sandra, Leire y Lucas se acercaron corriendo a mí.


Sandra: ¿Estás bien? ¿Qué te pasa?

Yo: Nada. Estoy bien, de momento.

Leire: ¿Veis? Os lo he dicho.

Sandra: ¿Y por qué ayer llegaste tan tarde? ¿Y esta mañana te has ido corriendo?

Yo: No me he ido corriendo, simplemente me he despertado temprano y quería venir antes.

Leire: Vale, eso no te lo crees ni tú.

Yo: A ver, es verdad no me pasa nada. Solo estoy un poco agobiada porque todo se está descontrolando, me refiero, a que teníamos que pasar desapercibidos, y cada vez la estamos liando más. Y yo necesito que esto salga bien.

Lucas: Tranquila, seguro que todo sale bien – me abrazó y yo le devolví el abrazo.

Sandra: Bueno, vosotros dos a clase, que vosotros empezáis antes.


Leire y Lucas se despidieron de nosotras y se fueron. Entonces aparecieron Alex con Culebra en la puerta de la entrada. Alex le hizo señas a Culebra y después de muchas señas Culebra se fue, entonces Alex se acercó a nosotras.


Alex: Hola chicas. Estáis muy guapas. Queridísima hermana Sandra, te la robo – dijo mientras me arrastraba del brazo.

Yo: Oye, que se andar.

Alex: Ya lo sé, pero quedaba más dramático así, y aparte no me fio de ti.

Yo: Oye, que no soy un perro que se escape cada dos por tres. 

Alex: Pues lo pareces, primero ayer, cuando fue la pelea en clase te fuiste, luego cuando fuimos Culebra y yo hacia ti donde estabas con Leire y Lucas, luego ayer por la noche sin querer hablar y ahora esta mañana te vienes sola.

Yo: No estaba sola, estaba con los niños. 

Alex: No son excusas. Ya puedes ir soltando el que te pasa.

Yo: Joder, que pesados, todos igual. Que no me pasa nada – me dirigí a las escaleras y me senté en ellas, Alex se sentí a mi lado, así que apoyé mi cabeza en su hombro – Lo único que me preocupa es que esto salga mal. Se supone que teníamos que pasar desapercibidos y lo único que hacemos es llamar la atención.

Alex: Yo estoy seguro de que todo va a salir bien.

Yo: No si siguen inculpando a Culebra de robar. Podrían incluso ponerle una denuncia, y entonces descubrirían que Policarpio Castillo Rey no existe, ni ninguno de nosotros.

Alex: Bueno, tú tranquila, que seguro que se soluciona todo, ¿vale?


Yo asentí con la cabeza. Y él me pasó un brazo por encima de los hombros. 


Yo: Anda, venga vamos a clase.


Nos levantamos de las escaleras y fuimos a la case, pero Alex me dijo que se iba a parar un momento en la fuente a beber agua, así que yo entré a la clase y me senté. Al rato entró Sandra con Leo. Por cierto, luego tendría que ir a ver si Leo está bien, después de la pelea. Las clases pasaron tan aburridas como siempre. Después de clases fuimos a casa a comer y luego teníamos que volver al cole. Yo estaba recogiendo la lavadora y fui a la cocina con la cesta de la ropa recién sacada, Mario estaba allí y hablaba por teléfono con alguien.


Mario: Lo importante ahora es que consigas ese trabajo. Claro. Bueno pues nos vemos después a la noche. Muy bien. Adiós.

Yo: ¿Era Jimena?

Mario: Sí. Que, no nada, que no, que no puede venir a comer, que está de trabajo hasta arriba.

Yo: Pero, ¿tan pronto y ya echa horas extras?

Mario: ¿Horas extras? No sabes tú la de horas que va a tener que echar para pagar cinco mil euros de reloj.

Yo: ¿Qué?


Mario me quitó la cesta de la ropa. Sacó la sabana y estaban rojas. También sacó un calcetín rojo. Me miró como si estuviera harto de todo.


Mario: Oye, ¿Culebra dónde está?

Yo: Ah no lo sé. Es que no ha venido con nosotros. Bueno, ya sabes que como él va por libre.

Mario: Ya hija ya, ya. ¿Qué me vas a contar?


Suspiró y se lanzó a por la sartén y la quitó rápidamente del fuego, ya que estaba echando humo.


Mario: Ay.

Yo: Mario, ¿estás bien?

Mario: Sí.


Yo lo miré con cara de "¿en serio? No te lo crees ni tú".


Mario: Oye, tú no sabrás nada del reloj ¿no?

Yo: Aunque se lo preguntara no me lo diría.

Mario: Ya.

Yo: ¿Quieres que avise a los demás para poner la mesa y hacemos otra cosa de comer?

Mario: Sí, por favor.

Yo: Está bien.


Les dije a los demás que bajaran a poner la mesa y a comer. Cuando terminamos fuimos otra vez al cole y esta vez me encontré a Leo en las mesas del pasillo. Así que me paré a su lado.


Yo: Hola Leo.

Leo: ¿Qué hay?

Yo: No nada, solo quería saber si estabas bien, después de la pelea y eso.

Leo: Sí, tranquila, está todo bien.

Yo: Me alegro.

Leo: ¿Y tú?

Yo: ¿Yo? ¿Qué?

Leo: Sí, saliste corriendo de clase después de separarnos.

Yo: Ah, sí. No, es decir, sí, todo bien.

Alex: Hola chicos – se acercó a nosotros con cara extraña.

Leo: Hola.

Yo: Hola, ¿estás bien? Tienes mala cara.

Alex: Sí, es decir, no, ¿por qué no...?


No pudo decir nada más porque el cristal que teníamos al lado se rompió. Sentí varios pinchacitos en el brazo, y cuando lo miré estaba lleno de sangre porque algunos cristales se habían clavado en él.


Yo: Ostia.

Alex: ¿Estás bien?

Leo: ¿Qué ha pasado?

Yo: Joder, que tengo el brazo lleno de cristales.

Alex: Joder, mierda, ven vamos a la enfermería. Leo, tú avisa a Sandra, por favor.


Alex me agarró del brazo que no tenía cristales y fuimos a la enfermería.


Enfermera: ¿Qué ha pasado?

Alex: Estábamos en las mesas del pasillo y el cristal de la ventana se ha roto y le han caído cristales en el brazo.

Enfermera: Sentaos y esperad, que la sala ahora mismo está ocupada.


Alex y yo nos sentamos. Miré mi brazo y rápidamente agarré el de Alex con fuerza. Alex me miró asustado por lo que acababa de hacer, así que le enseñé el brazo y él abrió los ojos como si se le fueran a salir. Hasta ahora mismo tenía el brazo lleno de sangre, pero ahora no había ninguna gota de sangre.


Alex: ¿Qué has hecho? – susurró para que la enfermera de recepción no se enterara.

Yo: No he hecho nada, ha desaparecido sola. Pero me sigue doliendo. 


Alex se quedó un momento mirando el suelo y yo me asusté, pero entonces me miró.


Alex: Claro. Concéntrate. Tu poder es copiar cualquier otro. Parece que estás usando el de Culebra. Concéntrate y haz como si tú misma te hicieras visible después de hacerte invisible.


Yo cerré los ojos y me concentré. Cuando abrí los ojos sonreí al ver la cara de alivio de Alex. Miré mi brazo y tenía sangre. No me alegraba de sangrar pero si de no tener la sangre invisible. Al final un chico salió de la sala y la enfermera nos dijo que entráramos a esa misma sala. Entramos y me sentaron en una camilla. Alex me agarraba de la mano para tranquilizarme. El doctor se acercó con una pequeña mesa de ruedas, sobre ella había una bandeja, unas pinzas y varias gasas. Él empezó a quitar algunos cristales y contra más quitaba, más apretaba la mano de Alex, pero él no se quejó en ningún momento. Cuando me sacó todos los cristales, me echó agua oxigenada y me vendó toda la zona afectada.


Doctor: Y esto lléveselo a su casa y se lo echa cada noche.

Alex: Así lo hará. Gracias doctor.


Ambos nos despedimos de él, Alex guardó el agua oxigenada y las vendas. Me colgué la mochila del hombro y salí de la sala junto a mi hermano. En la recepción estaban Sandra y Leo. Se acercaron corriendo a nosotros.


Sandra: ¿Cómo estás?

Leo: ¿Estás bien?

Yo: Sí, estoy bien.

Alex: Deberíamos ir a casa.
ㅤㅤ
Yo: Gracias por preocuparte Leo.

Leo: Sin problemas, mañana hablamos ¿vale?


Los tres asentimos y Leo se fue.


Yo: Vale, ya me estás contando que ha pasado – le pregunté a Alex.


Él se quedó callado.


Yo: Esto lo ha hecho Culebra, ¿no? Por eso no estabas con él y tenías esa cara.


Él volvió a quedarse callado, dándome a entender que sí.


Yo: Vale, muy bien, recoged a los demás, yo voy ya para delante.


Los dejé con la palabra en la boca y salí del colegio, ya que había perdido toda la hora que me quedaba en la enfermería. Vi que Culebra estaba más delante de mi entonces aceleré el paso y me puse a su lado.


Yo: Has sido tú, ¿no?

Culebra: Déjame en paz, reina.

Yo: O sea, no te bastaba con intentar enrollarte con su novia – me interrumpió.

Culebra: Eso es lo que te jode, ¿no? Que me enrollara con ella. Tú tranquila, no te pongas celosa, que no pasó nada.

Yo: Y darle una paliza – seguí con la conversación de antes – Sino que encima coges y le partes un cristal en toda la cara.

Culebra: ¿Tú no deberías apoyarme a mí? Que soy tú hermano.

Yo: Tú pasas de todo, ¿no? Sobre todo, de nosotros. Lo único que nos han pedido es que no llamemos la atención y tú vas y la lías en el colegio cada vez que puedes. Y encima todo el mundo piensa que les has robado a los vecinos.

Culebra: ¿Tú también crees que fui yo?

Yo: Pues no, sé perfectamente que tú no fuiste, pero te comportas como si lo hubieras hecho. Y encima tienes los santos cojones de hacer esto y ni siquiera preocuparte – le dije remangándome la camisa y enseñándole la venda del brazo – Esto sí que es por tú culpa – dije señalándome el brazo.


Lo dejé solo y fui a casa. Subí a mi habitación y Mario estaba fregando el suelo del baño. Se le veía inquieto.


Yo: Mario, ¿estás bien?

Mario: Sí, sí, sí.

Yo: No creo que estés llevando mal la casa. La verdad es que esto es muy difícil.

Mario: Si no es eso, T/n, no es eso. Es todo. Soy yo. ¿Cuál era el trato que tenía yo con Jimena? Que ella salía a la calle, a conseguir dinero para pagar las facturas y yo me quedaba aquí en la casa, cuidando de la casa, limpiando, procurando que Culebra no desplumara a los vecinos... ¿Y qué es lo que hago?

Yo: Bueno a ver, tú tampoco puedes cargar con todo.

Mario: Pues a ella parece que no le hace falta nadie. Con lo que tiene encima y ahí va, tirando para delante. ¿Sabes una cosa? Esta casa andaría perfectamente solo con ella.


Yo lo miré con cara de "¿en serio?"


Mario: Que sí T/n, que muy bien. Que si, que yo estoy aquí, que sí. Pero estoy como... como viéndolo todo desde fuera, como si estuviera en el banquillo. Como si fuera un suplente. Bueno, ni suplente. Yo soy el utillero. El último mono, al que nadie respeta, pero cuando llega el entrenador todo el mundo de pone firme.

Los protegidos y tú (Actualizada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora