Capítulo 30

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Me levanté de la silla y me di la vuelta, en una mesa había unos cuantos regalos, tarjetas, chuches... Y al lado de la mesa estaba Culebra, con algo en las manos, pero se lo escondió tras la espalda.


Jimena: Bueno, esperamos que te gusten, T/n, es que no tuvimos mucho tiempo para comprarlos.

Yo: Muchas gracias, pero enserio, que no hacía falta.


Me acerqué a Culebra para ver lo que tenía, pero Ángel (que no sé de dónde salió) se adelantó y me dio una caja.


Ángel: Si quieres puedes empezar por el mío.

Yo: Ángel, que, que no tenías porque.


Abrí la caja y había un vestido negro precioso, corto, sin mangas y la falda de lentejuelas. 


Lucía: Ala.

Mario: Wow.

Lucas: Ala.

Carlitos: Alaa.

Jimena: Bueno, bueno. Que bonito.

Ángel: ¿Qué pasa? ¿No te gusta?


Creo que lo dijo porque me quedé en silencio, mirando el vestido.


Yo: ¿Estás loco? Me encanta, es precioso. De verdad Ángel, pero no tenías porque. Con todo lo que has hecho con los demás con lo de la fiesta.

Jimena: ¿Qué fiesta?

Yo: Bueno es que, Ángel, Sandra, Alex y Culebra han alquilado un bar.

Sandra: Bueno, parte del bar.

Yo: Gracias.

Jimena: Yo creo que sí ¿no? Yo creo que va a quedar muy bien con este ajustito – dijo agarrando una parte del vestido.


Jimena, Sandra y yo empezamos a reírnos. Cuando volví a guardar el vestido, me acerqué a Culebra.


Yo: ¿Ese es tu regalo?

Culebra: ¿Qué? No, no, no.

Yo: ¿Seguro? ¿Y que tienes ahí?

Culebra: Segurísimo reina. Si es que, no, vamos, que no me he acordado del cumpleaños – dijo levantando las manos, no tenía nada en ellas – Vamos, que, el año que viene, pues, a lo mejor.


Y tras decir eso, se fue. Nos comimos la tarta y le conté todo lo de la fiesta a Leire en mi cuarto. Luego bajé al salón y Culebra estaba sentado en el sofá.


Yo: Vendrás a la fiesta ¿no?

Culebra: Yo es que, no, no soy muy de ir a sitios pijos. Ya sabes.

Yo: ¿Sitios pijos? Pero primero, tú eres de los que ha alquilado el bar, y segundo, es mi cumpleaños.

Culebra: Bueno, pero, no creo que tenga que ir todo el mundo ¿o sí?

Yo: Bueno, todo el mundo no, pero tú... Bueno, no sé, yo pensaba que – me interrumpió.

Culebra: Pues has pensado mal.

Yo: ¿Es que ni siquiera hoy vas a dejar de estar así?

Culebra: Bueno, ¿y tú ni siquiera hoy vas a dejarme tranquilo?

Yo: ¿Qué yo no te dejo tranquilo? – pregunté sin entender nada de lo que estaba pasando.

Culebra: Mira, que ya tienes tus regalos, tus amigos, tu fiesta, tu príncipe azul, ¿qué más quieres?


Claro, ¿cómo no sé me había ocurrido antes? Estaba celoso. 


Yo: ¿Mi qué? Ya se lo que te pasa, y sabes perfectamente que Ángel es mi amigo.

Culebra: ¿Qué pasa? ¿Qué todavía me vas a decir que no hay nada entre tú y él? Venga, por favor, T/n, déjame en paz.

Yo: Pero ¿qué dices? Bueno, vale, haz lo que te dé la gana, pero ya que no me has dado ni las felicidades, al menos ven – dije para luego dirigirme arriba.


Subí a mi habitación, y después de contarle a Sandra lo que pasó con Culebra, ella y Leire me ayudaron a prepararme. Aunque, según ellas, para hacerlo más divertido, me prepararon pero yo no me vi en ningún momento, no hasta que terminaron, me pusieron frente al espejo del cuarto de baño con los ojos cerrados.


Sandra: Venga, ya puedes abrirlos.


Los abrí poco a poco y, no podía creer como estaba tan guapa. Iba preciosa, el pelo ondulado, cayendo sobre mis hombros, un poco de maquillaje, los ojos con un tono dorado muy suave, y un leve brillo en los labios. Luego, un collar que me ponía en ocasiones especiales, y el vestido que me regaló Ángel. Me quedaba muy bien, y unos guantes negros largos, ya sabéis, para no chamuscar a nadie. Unas medias color carne y unos tacones negros. 


Leire: ¿Y? ¿Qué te parece?

Yo: Me encanta, os debo la vida, gracias – dije abrazándolas. 


Salimos del baño y nos encontramos con Alex. 


Alex: Pero ¿y esta cumpleañera tan guapa? 

Yo: Hombre, tu hermana es – sonreí.

Alex: Anda Chispitas, ve tu a prepararte, que yo tardo nada y menos, y mientras tú te arreglas, yo me quedo con ella.


Sandra asintió y se fue con Leire al cuarto. Y Alex, me llevó al cuarto de las peques. 


Alex: Bueno, ahora cuéntame, ¿por qué mi querido cuñado está de tan mal humor?

Yo: No es tú cuñado – lo señalé con un dedo – Y no lo sé, creo que está celoso. 

Alex: ¿Cómo? ¿Qué ha pasado?

Yo: No lo sé, antes bajé, y ya estaba así, hasta que de pronto me soltó que ya tenía a mi príncipe azul. Creo que se refería a Ángel por lo del vestido, pero no lo sé.

Alex: Bueno, no te preocupes, que se le pasará. Ya lo conoces.


Estuvimos un rato más hablando hasta que Leire entró a la habitación.


Leire: Hermanito, te toca vestirte, Sandra ya esta en el baño terminando. T/n, ¿vamos para abajo?

Yo: Claro.


Alex se puso de pie y salió del cuarto, y yo me puse de pie y seguí a Leire hasta la escalera.


Leire: Bueno, bajo, esperas 10 segundos y bajas.

Yo: ¿Por qué?

Leire: Tú hazme caso.


Asentí, ella bajó y escuché voces desde arriba.


Esperé casi 15 segundos y baje. Lucía, Valeria, Carlitos y Lucas se quedaron mirándome desde el salón. Leire junto a la escalera, y Culebra me daba la espalda, así que ni siquiera se dio cuenta.


Carlitos: ¡Ala! – dijo mirándome con la boca abierta.

Culebra: Pero bueno, ¿y a ti ahora que te pasa? – le preguntó a Carlitos.


Al ver que no le iba a responder, miró a Lucas, que me miraba embobado. Entonces ya me miró, y yo terminé de bajar las escaleras. Y todos se acercaron un poco más a mi.


Yo: ¿Qué pasa? ¿Por qué me miráis así?

Carlitos: Porque pareces una princesa.

Lucía: Estas preciosa.

Yo: ¿Sí?

Valeria: Sí, estás guapísima.

Lucas: Estas que lo partes.


Me quedé mirando a Culebra, pero me apartaba la mirada. Ángel, Alex y Sandra bajaron, ya preparados. Ellos dos iban con un traje de chaqueta, la verdad es que bastante guapos. Sandra, iba con otro vestido que le regaló días atrás Ángel. 


Ángel: ¿Nos vamos?

Leire: Sí, os vais ya.

Lucas: Joe, pasarlo genial.

Leire: Ojalá pudiera ir yo a esa fiesta.

Lucas: Ya, y yo.

Yo: Bueno, de todas formas volveremos pronto, y cuando llegue si estáis despiertos, pues os lo cuento todo ¿vale? – abracé a Leire y le revolví el pelo a Lucas.


Ellos asintieron y me despedí de los peques. Ángel, Alex y Sandra ya habían salido de casa, yo me dirigí a la puerta, miré una última vez a Culebra, que me volvió a apartar la mirada, y salí de casa. Fuimos al bar y allí ya estaba casi toda la clase. La verdad es que me encantaría que mi prima, o mis amigas de mi antiguo instituto estuvieran aquí, pero bueno. Nos sentamos Sandra y yo en una mesa, mientras escuchábamos a la banda tocar. Bueno, más bien la escuchaba Sandra, porque yo estaba pensando todo el rato en que me encantaría que Culebra estuviera aquí. Sandra pareció notarlo, y me acarició un poco la mano, así que volví a la realidad. Paqui se acercó a nosotras.


Paqui: ¿Y todo esto lo han preparado tus hermanos?

Yo: Sí.

Paqui: Que suerte tienes de tener unos hermanos así. Es el mejor cumpleaños de la historia. Super guay.


Paqui se fue a otra mesa y Ángel se acercó preguntándonos si necesitábamos algo. Nosotras negamos y se fue, diciendo que esperara un momento. Volví a apoyar mi cabeza en mi mano, que estaba apoyada en la mesa. Y Sandra me dio un pequeño golpecito en el brazo, y me señaló la puerta. No pude evitar sonreír al ver a Culebra en la puerta. Él me sonrió un poco, encogiéndose de hombros.


Sandra: Acaba de mejorar el día.

Yo: Pues si.


El cantante dejó de cantar y empezó a hablar.


Cantante: A ver, por favor, este es un mensaje para T/n, la cumpleañera. ¿Por qué no subes aquí a cantarnos esa canción que tanto te gusta?


Me quedé un poco impactada, pero Sandra me acompañó al escenario, y las dos hablamos con el pianista, para decirle la canción que iba a cantar. Ángel, Alex y Culebra estaban hablando en la barra. Sandra bajó del escenario y se sentó en la mesa. La melodía del piano empezó a sonar y yo a cantar.


Yo:

No te busqué, pero tal vez, así nos conocimos.

Casualidad, o fue el destino quizás, el que nos trajo aquí.

No olvidaré, lo que sentí, cuando choqué contigo.

Con tu mirada, iluminé la ciudad, no lo quise admitir.


La verdad es que la canción me recordaba un poco a Culebra y a mi, ya que hablaba de dos personas con un amor imposible, (como nosotros dos), de una energía que ni podían controlar cuando estaban juntos, (como yo con el poder, cerca de Culebra). Mientras la cantaba no dejaba de mirarle, él me sonreía, pero disimulaba poniéndose serio y mirando al suelo, pero siempre volvía a mirarme y a sonreír.


Yo:

¿Cómo explicar, el huracán, que se formó, en mi interior?

¿Cómo parar, esta emoción?

Que aceleró, hasta el último golpe, de mi corazón.


Ángel empezó a hablar con Culebra, no me daba buena espina lo que fuera que le estaba diciendo, aunque con el ruido de la música no podía concentrarme en cantar y leerles la mente.


Yo:

Una ecuación, sin solución, cuando no estás conmigo.

Una energía que no sé controlar, cuando estás junto a mi.


Ambos volvieron a mirarme. Cuando volví a cantar la siguiente estrofa empezaron a hablar de nuevo.


Yo:

¿Cómo explicar, el huracán, que se formó, en mi interior?

¿Cómo parar esta emoción?

Que aceleró hasta el último golpe de mi corazón.


Se veía a Culebra enfadado, eso me preocupó.


Yo:

Si yo pudiera ser la piel, que te abriga.

Si no tuviera que esconder nuestro amor.


Esta vez parecía que ambos estaban enfadados. Y Alex intentando calmar la situación. 


Yo:

¿Cómo explicar, el huracán, que se formó, en mi interior?

¿Cómo parar esta emoción?

Que aceleró, hasta el último golpe, de mi corazón.


Esto ya no me gustaba, estaban apunto de pegarse. Culebra se tiró encima de Ángel, y Alex y unos camareros les separaron. Yo me puse nerviosa y explotó el altavoz, cosa que hizo que empezara a salir fuego. Sandra vino corriendo, me ayudó a bajar del escenario y cuando apagaron el fuego, salí del bar. Dejé a los demás allí, me quité los zapatos (me dolían a reventar los pies) y me fui a casa, seguida de Sandra. Llegué y como no era tan tarde porque solo pasó media hora más o menos, los críos estaban allí, en el salón, pero pasé de ellos y subí a mi cuarto. Me cambié, me puse ropa cómoda, me desmaquillé y me quedé en mi cama, tapada hasta arriba, pensando, y de tanto pensar me quedé dormida. De verdad que no entiendo a que ha venido esa pelea, pero estaba harta de esos malos royos, así que mañana hablaría con ellos.



---Al día siguiente---

Me desperté, y bajé a desayunar en pijama, ya que era sábado. Me hice un Cola-Cao y me senté en la mesa.


Sandra: Buenos días – dijo entrando a la cocina.

Yo: Hola – dije para después beber un sorbo de la taza.

Sandra: ¿Cómo estás? – dijo sentándose enfrente de mí.

Yo: Bueno, no fue la mejor forma de terminar un cumpleaños, pero creo que podré vivir con ello.

Alex: Buenas – dijo entrando a la cocina.

Sandra: Hola.

Yo: Buenos días.

Alex: ¿Qué tal? – preguntó sentándose a mi lado, lo preguntó en general, pero sabía que se refería a mi.

Yo: Bueno, podré vivir con el desastre de cumpleaños que tuve.

Alex: Ya, lo siento.

Yo: No, no os preocupéis, no es culpa vuestra.

Sandra: Pero nosotros tuvimos la idea.

Yo: Eh, la pelea no fue vuestra culpa. Voy a hablar con Culebra, y a ver si puedo saber que pasó.

Alex: Aprovecha, lo acabo de dejar en el cuarto.


Subí y entré a la habitación. Pero no había nadie, pero para variar podría estar invisible, así que igualmente entré y me quedé allí.


Yo: Culebra, estás aquí ¿no?


Me senté en mi cama.


Yo: Venga, ahora no me digas que no vas a dar la cara. Bueno, yo solo he venido a decirte que, estoy harta de que siempre estéis igual Ángel y tú. ¿Me puedes contar que es lo que te pasa con él?


Me quedé mirando la mesita de noche, había un papel arrugado de periódico, y sobre él, un globo de nieve. Me levanté de la cama y me agaché junto a la mesita de noche, la cogí y empecé a mirarla. Me sonaba de algo. Claro, es el árbol de navidad que encendió a Sandra el día que llegamos a Valle Perdido. Él sabía que me encantaba la navidad.


Yo: ¿Este es tú regalo?

Culebra: Esto es una mierda de los chinos que pillé por dos euros – dijo haciéndose visible mientras se acercaba a mi.


Me levanté del suelo y me quedé delante de él.


Yo: Que mal disimulas.

Culebra: ¿Ah sí?

Yo: Sí. Pero aunque el regalo sea barato, o el papel sea horroroso o una patata, es el regalo más bonito que me han hecho nunca – dije sinceramente.


Nos quedamos mirándonos por unos segundos. Pero él cogió la bola y la estampó en el suelo, haciendo que se rompa.


Culebra: ¡Esto es una mierda de los chinos! Y si te gusta, cómprate otra.


Me puse nerviosa, porque me asustó lo que hizo, nunca lo había visto tan enfadado. La lámpara empezó a encenderse y los juguetes de los niños que estaban en el pasillo.


Culebra: Joder, ¿ya estamos? ¿Por qué no te largas? Que ya tuvimos bastante con la que liaste ayer – dijo yéndose a la puerta dándome la espalda.

Yo: Pero ¿por qué me estás diciendo esto? ¿Qué te pasa? – dije intentando contener las lágrimas.

Culebra: Lo que pasa... Lo que pasa es que eres un peligro público ¿vale? Y que lo mejor es que te largues. Antes de que hagas otra de las tuyas.

Yo: ¿Qué? – no podía creer que me estuviera diciendo eso, no lo creería hasta que no me lo dijera mirándome a los ojos – Culebra mírame. No me pienso mover de aquí hasta que no me mires a los ojos y me repitas eso.


Se dio la vuelta y empezó a acercarse a mí.


Culebra: ¡Qué te largues! ¿Me entiendes? Que entre tú y yo no hay nada. Y que nunca lo va a haber. ¿Qué pasa? ¿Qué todavía no te ha quedado claro? – dijo gritando.

Yo: Transparente – dije con la voz rota.


Salí de la habitación y me encontré con Alex y Sandra asustados.


Alex: ¿Qué pasa?

Sandra: ¿Y estos gritos?


Se callaron al verme con los ojos llenos de lágrimas.


Yo: No sé, preguntadle a ese de ahí – señalé la puerta del cuarto con la cabeza.


Sandra y Alex se miraron, para luego el segundo entrar al cuarto y la primera pasarme un brazo por los hombros y guiarme al sofá del salón.


Sandra: Pero ¿qué ha pasado? 

Yo: No lo sé, entré para ver a que vino la pelea de ayer y empezó a gritarme y rompió el regalo que me hizo, y me dijo que no quería anda conmigo nunca – dije llorando.

Sandra: Anda ven, que seguro que es un malentendido – dijo abrazándome.


Pasaron unos minutos y escuché jaleo por la escalera así que me sequé las lágrimas y me separé de Sandra para disimular. Aparecieron todos y se quedaron en los sofás, aunque yo no sabía a que venía nada de esto.


Lucas: ¿Te han despedido?


Mario asintió. Miré a Sandra confundida, pero ella tampoco sabía nada.


Leire: ¿Y qué vamos a hacer?

Sandra: Pero ¿podemos vivir con lo que tenemos?

Ángel: Bueno, yo cada vez estoy ganando más. Trabajo en más jardines. Puedo ayudar.

Jimena: No, no va a hacer falta Ángel, igual no alcanzaría. Muchas gracias.

Alex: ¿Entonces qué?

Mario: Pues... Pues nada, pues que me han echado, que me he quedado sin trabajo pero, bueno, igual que he encontrado un trabajo puedo encontrar otro. ¿No? O sea, si a mi ahora los trabajos a mi me salen, que no os preocupéis. 


Culebra suspiró y se fue para arriba con Alex. Jimena se puso de espaldas a Mario y a nosotros. Salí del patio, y Ángel entró a la cocina y se me acercó. 


Ángel: ¿Estás así por lo de Mario? No te preocupes seguro que salimos adelante.

Yo: Bueno, no es por eso.

Ángel: ¿Es por lo de la fiesta? A lo mejor no fue tan buena idea, no... Lo siento.

Yo: No tienes que disculparte, era un regalo de todos. Es solo que Culebra, bueno, él es así cuando no confía en alguien, pero seguro que pronto sigue como siempre. 


Él se quedó callado.


Yo: De verdad, no te preocupes, se le pasará pronto.

Ángel: Tengo que decirte algo.

Yo: Claro, dime, ¿qué pasa?


Se empezó a acercar y terminó activando su poder para besarme. Me pilló desprevenida por lo que no me dio tiempo a apartarme, y cuando analicé lo que pasaba ya se había separado. 


Yo: ¿Por qué has hecho eso?

Ángel: Es que me he dado cuenta, de que creo que me gustas.

Yo: Ahora no Ángel, hablamos después – dije entrando a casa.


¿En serio? Pero si a él le gustaba Sandra. Joder, ya estoy confundida, quiero decir, no me gusta, pero ahora no sé como tratarlo. Salí de la cocina y subí en busca de ayuda de alguien, encontrándome a Alex.


Alex: ¿Qué te pasa? 

Yo: Que la vida me odia.

Alex: ¿Qué ha pasado?

Yo: De todo. Ven, te lo cuento.


Ambos fuimos al cuarto y nos sentamos en mi cama.


Yo: Bueno, ya sabes lo que ha pasado con Culebra.

Alex: Sí.

Yo: Vale, pues ahora llega Ángel y me besa, diciendo que le gusto. 

Alex: ¿Cómo? ¿No le gustaba Sandra?

Yo: Eso pensaba yo. Y ahora no sé que hacer. Si darle una oportunidad a Ángel ahora que Culebra me odia, si ignorarlo... No sé.

Alex: A ver, ¿a ti te gusta Ángel?

Yo: No.

Alex: Pues entonces no le des la oportunidad a Ángel, lo único que vas a conseguir es confundirlo más. Y por lo de Culebra, no te odia, solo... Bueno, ya sabes como él.

Yo: Sí, se perfectamente como es, pero no sé que he hecho para que esté así conmigo. 

Alex: Bueno, ahora mismo descansa, que tienes una cara de cansada que no puedes con ella, aprovecha el finde para despejarte. 


Me abrazó y salió del cuarto. Y aunque no tuviera sueño, es verdad que estaba cansada, así que me tumbé en la cama y no salí de allí en lo que quedaba de finde, excepto para comer y ducharme. 




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3218 palabras.

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15/02/2023

Los protegidos y tú (Actualizada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora