Capítulo 33

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Yo: Ya bueno, pero eso es porque estaba en esa casa, con esa gente mala y le pasaron cosas horribles. Pero ahora está aquí, con nosotros, y además quiere olvidarse de todo eso. Y bueno, aunque no te caiga muy bien, ¿no crees que merece que le des una oportunidad? Todo el mundo merece una oportunidad. Para demostrar que en el fondo es bueno. ¿Recuerdas cuando tus padres adoptivos te devolvían al orfanato porque pensaban que eras rara?


Ella agachó la cabeza.


Lucía: No me conocían de nada. Les daba miedo y me devolvían al orfanato.

Yo: Hasta que llegó Silvestre. Que te dió una oportunidad, ¿a qué sí?


Ella asintió sonriendo.


Lucía: Me miró. Los ojos, y me dijo que me iba a querer siempre. Aunque leyera la mente, o fuera buena o mala. Eso es lo que hace la gente de tu familia.

Yo: Pues a mi me pasa lo mismo con Ángel. Él solo quiere una oportunidad. Solo quiere ser feliz.

Lucía: ¿Cómo lo sabes?

Yo: Porque lo sé. Le miro a los ojos y veo que es bueno, como Culebra. Que aunque parezca un chulo y un macarra, en el fondo es muy bueno, ¿a qué si?


Ella asintió. Y justamente Leire entró a la habitación.


Yo: Peque, ¿tienes alguna camiseta ancha?

Leire: Si. Toma – dijo yendo a su armario a por ella – ¿A dónde vas?

Yo: Con Sandra, que Ángel la ha invitado a una piscina y me han añadido al plan.

Leire: Pues pásatelo bien. Toma – me dio una camiseta.

Yo. Gracias.


Me di la vuelta y me dirigí a la puertame encontrándome de frente a Culebra. Carraspeé la garganta, pasé por su lado y volví a mi habitación, me puse la camiseta y Sandra y yo nos fuimos a la casa que nos dijo Ángel. Se supone que él ya estaba allí esperándonos. Estuvimos bañándonos en la piscina un rato. Ángel se sentó en el borde de la piscina, y yo a su lado. Parecía pensativo. Mientras tanto Sandra estaba contentísima nadando de un lado a otro.


Yo: Ángel, que yo sí confío en ti.

Ángel: ¿A qué viendo esto ahora?

Yo: A lo que me dijiste ayer por la mañana. Sobre que, hay mal rollo en casa y que sentías que no encajabas.

Ángel: Ya. Bueno, tampoco es para tanto.

Yo: Bueno, pero yo quiero que sepas que, que yo te creo. Que yo se que eres bueno. Que me salvaste la vida a mi y a mis hermanos y que serías incapaz de hacer daño a nadie.

Ángel: Ya...


Tras esa conversación, dijo que tenía que ir un momento a ver algo. Me volví a meter en la piscina y tras estar varios minutos con Sandra en el agua, fue ella la que se sentó en el borde de la piscina porque estaba cansada. Y normal, si llevaba todo el rato para arriba y para abajo en la piscina. La puerta de la piscina se abrió (porque era climatizada) pero nadie entró. Sandra y yo nos miramos confundidas, hasta que en el suelo empezaron a aparecer huellas de 4 zapatos. Aunque seguía sin aparecer nadie.


Yo: ¿Culebra?


Culebra apareció junto a Alex.


Culebra: ¿Qué? ¿Está buena el agua?

Yo: Ahora me vas a decir que estabas de paseo ¿no?

Culebra: Mira, a ver si no voy a poder gorronear piscinas como vosotras.

Yo: Mira, cuéntale ese cuento a otra ¿vale? Nos estabas siguiendo, como siempre.

Culebra: ¿Tú que te crees? ¿Qué mi vida gira entorno a ti?


Me quedé callada. Ya es la segunda vez que me lo decía, ¿y si de verdad había dejado de gustarle?


Culebra: Que no eres tan importante, reina.


Sandra y Alex nos miraban, sin saber qué decir. De pronto, algo bajo el agua, empezó a tirar de mí, escuchaba murmullos desde el agua. Intentaba emerger del agua, pero algo me arrastraba hacia dentro. Conseguí mantener la cabeza fuera del agua, mientras intentaba nadar hacia la escalera.


Alex: ¿Pero qué es eso?

Sandra: ¡T/n!

Culebra: Reina, ¿qué pasa?


Volví a sumergirme en el agua. Nadando a contracorriente volví a subir.


Yo: No sé qué pasa – conseguí decir.


La corriente era muy fuerte, no podía mantenerme arriba del agua y ya se me estaban cansando las brazos. Intenté avanzar, pero estaba tan nerviosa por no saber lo que pasaba, y que me faltaba al aire, que mi cuerpo empezó a desprender descargas eléctricas, Sandra, que tenía los pies dentro del agua, se salió corriendo, porque le di calambre.


Alex: ¡T/n!


Volví a desaparecer en el agua pero esos recuerdos los tengo borrosos hasta que todo lo vi negro.

Empecé a toser, y de mi garganta solo salía agua. Cuando paré, analicé todo. Estaba tumbada junto a la piscina, a mi izquierda estaban Ángel y Sandra. Y... ¿Mi hermano y Culebra no estaban aquí? Rápidamente me incorporé para buscarlos, pero al sentarme los vi, estaban junto a la escalera de la piscina, Culebra estaba tumbado, con la mano roja chamuscada, y con los ojos cerrados. Fue entonces cuando miré a Alex, estaba sonriendo mientras negaba con la cabeza. Uf, menos mal, estaba bien, no estaba muerto. Fue entonces cuando sentí que se abalanzaban sobre mí. Y me quejé, me dolía todo el cuerpo. Me giré para ver a Sandra separándose de mí, confundida y preocupada.


Yo: Sandra, sabes que te adoro, pero me duele todo.

Sandra: Venga, vamos a casa.

Yo: Pero, ¿y ellos? – señalé a mi hermanito y a Culebra, que seguía inconsciente.

Sandra: Ellos vienen después, venga, tenemos que curarte.


Me ayudó a levantarme, me puso una toalla con cuidado de que no me tocara mucho el cuerpo, y tras una breve mirada a ellos dos, Alex me hizo un gesto para que me fuera. Emprendimos el viaje.


Yo: Vale, ahora cuéntame. ¿Qué ha pasado?

Sandra: No lo sé, ha sido súper raro. Algo empezó a tirar de ti, y no podíamos ir a por ti, hacías que todo el agua diera calambres. Culebra agarró el limpia-bichos para que te agarraras, pero empezó a darle calambre cuando lo agarraste. Así que lo soltó. Cuando te estabas quedando sin fuerzas, Alex y yo fuimos a por Ángel, y a por algo que no emitiera electricidad si tú lo cogías. Pero cuando llegamos, ya estabas al fondo de la piscina inconsciente, y Culebra tirado en el suelo.

Yo: Pero ¿está bien? Dime que sí, por favor

Sandra: Si, no te preocupes, Alex le tomó el pulso y estaba bien. Ahora, lo que no entiendo es como ha pasado eso.

Yo: No lo sé, pero no quiero volver a entrar en una piscina en mucho tiempo.

Sandra: Vale, venga vamos, que nos vamos a congelar.


Llegamos a casa, abrimos la puerta, y fue bastante raro. Entramos y todos se nos quedaron mirando, bueno, más bien a mí. Jimena y Mario tenían algo en las manos, pero ambos dejaron de pasárselo para mirarme y acercarse. Los niños que andaban por ahí correteando también se quedaron quietos mirándome. Lucas y Leire que venían bajando las escaleras hicieron lo mismo, bajaron corriendo para mirarme. Y todo se volvió un show, todos preguntando de todo. ¿Qué había pasado? ¿Dónde estábamos? ¿Dónde están Culebra, Alex y Ángel? ¿Que si estaba bien?...

Sandra, mi salvación, respondió de forma rápida y dijo que íbamos a curarme, que luego nos preguntaran lo que quisieran. Subimos las dos al baño, y mientras me curaba ella salió a por algo de ropa para las dos. Volvió ya vestida, terminó de ayudarme y me vestí. Iba incomodísima, llena de vendas y de tiritas. Bajamos y ya estaban todos en la cocina sentados, esperando explicaciones. Las cuales, dio Sandra porque yo no recordaba ni la mitad de lo que me contó.


Jimena: ¿Pero tú estás bien?

Yo: A ver, estoy viva, que no es poco.


Leire y Lucas me abrazaron. Jimena los imitó, y Mario se quedó delante de mí.


Mario: La próxima vez, ten más cuidado hija – dijo abrazándome.

Yo: Ya, como si hubiera elegido que me pasara todo eso. Aparte, espero que no haya próxima vez.


Al final terminó yéndose. Los peques se acercaron a mí.


Valeria: ¿De verdad estás bien?

Yo: Sí cariño.


Los tres me abrazaron, escuché la puerta abrirse y ellos se separaron. Miré hacia la puerta y entró Alex, en cuanto me vió me abrazó.


Alex: ¿Estás bien?

Yo: Sí.

Alex: No me asustes más así.


Asentí y lo abracé, sobre sus hombros vi a Culebra. Nos separamos y se puso a un lado dejando que me acerque a la única persona con la que tenía ganas de hablar.


Yo: ¿Estas bien?

Culebra: Eso tendría que preguntártelo yo a ti, ¿no?


Asentí sonriendo un poco.


Yo: Voy a por el botiquín para curarte eso – señalé su brazo.


Él asintió. Salí de la cocina a por el botiquín, y cuando volví ya solo estaba Culebra en la cocina. Nos sentamos en la mesa y empecé a curarlo.


Yo: Lo siento.

Culebra: Tranquila reina, no es tu culpa.


Mientras seguía curándolo, nos quedamos en silencio. Hasta que él carraspeó un poco la garganta y habló.


Culebra: Reina, ¿no crees que deberíamos hablar de algo?


Me paré de golpe. Y lo miré. No sé si estaba preparada para ser rechazada. Asentí débilmente y aparté las cosas a un lado.


Yo: ¿Prefieres que vayamos arriba y así no nos interrumpe nadie? – pregunté nerviosa.


Él asintió. Subimos, dejé el botiquín en el baño y entramos a la habitación, que curiosamente estaba vacía. Nos sentamos en mi cama, uno enfrente del otro. Y me armé de valor.


Yo: Bueno, tú ya sabes lo que siento... Y no sé, a lo mejor te incomoda o – a este punto yo ya hablaba muy rápido y evitando su mirada – No sé, entenderé lo que tu quieras hacer y – me interrumpió.

Culebra: Me encanta cuando te pones nerviosa y hablas sin parar – admitió.


Me callé de inmediato. Y lo mire. Estaba con una pequeña sonrisa, pero sin apartar su mirada de mí.


Culebra: A ver reina, que tu ya sabes que no soy muy bueno con estas cosas, pero que sí. Que tú también me gustas – bajó la voz ante lo último.

Yo: ¿En serio?


Él asintió. Y en mi boca apareció una pequeña sonrisa tonta. Así que lo abracé. Y él de inmediato me lo devolvió.


Yo: Siento no poder controlar esto – dije refiriéndome a los poderes.

Culebra: Te lo digo siempre, no te preocupes, no es tú culpa.


Tras un pequeño rato finalmente nos separamos.


Culebra: Ya sabía yo que te volvía loco.

Yo: Mira quien habla, él que se ponía celoso con que alguien se acercara a mí.

Culebra: ¿Pero que dices? – se hizo el loco – Eso es lo que a ti te gustaría.

Yo: Pues si, a ti te encanta que yo me ponga nerviosa y a mi me encanta que te pongas celoso.

Culebra: Ya, ¿y quién ha sido el único que ha intentado salvarte?

Yo: Tú. Si es que estás loco por mi.

Culebra: Y tu por mi.

Yo: Pues sí, a mi no me cuesta admitirlo, orgulloso.

Culebra: Bueno, vamos a dejarnos de ñoñerías, que me pegas lo cursi. ¿Vienes abajo?

Yo: Me duele todo. Prefiero quedarme aquí. ¿Te quedas conmigo?

Culebra: Bueno, pero solo porque sé que no puedes estar sin mi ni 3 segundos.


Sonreí, acostándome en la cama. Él se puso a mi lado, y yo apoyé mi cabeza en su pecho. Y así me quedé dormida.



...

Ya habían pasado varios días, estábamos a miércoles. La verdad es que todo iba a mejor. Sobre todo Culebra y yo, como siempre, había pequeños piques, pero nada importante. Lo que si era raro es que Ángel me evitaba desde el incidente de la piscina, obviamente eso no era ningún problema para Culebra, y tampoco para mi, pero si me parecía raro.

Pues eso, hoy, miércoles por la mañana, nada más que me desperté me dirigí a la habitación de Lucas y Ángel. Llamé a la puerta.


Yo: ¿Ángel?


Al ver que no respondía, entré. Estaba poniéndose unos pantalones, así que me giré, pero no salí de la habitación.


Ángel: Tengo prisa.

Yo: Perdón. Que, bueno, yo, quería hablar contigo. Porque es que tengo la sensación que, desde lo qué pasó el otro día en la piscina, pues que tengo la sensación, de que me estás evitando.


Él se quedó callado. Al ver que no decía nada me di la vuelta y no estaba en la habitación. Bajé rápidamente, pero acababa de salir por la puerta. Entré en la cocina, Jimena y Mario estaban en la encimera preparando tostadas, los demás estaban en la mesa desayunando. Como estos últimos días, me senté junto a Culebra. Bueno, más bien, me puse en mi sitio, y él se sentaba a mí lado en los desayunos.


Yo: Buenos días – dije sentándome en la mesa.

Mario: Buenos días hija mía.

Jimena: Buenos días.


Mario dijo algo y los niños se fueron, pero no le presté atención porque Culebra me estaba mirando.


Yo: ¿Qué pasa?

Culebra: Nada, nada – dijo sonriendo.

Yo: Eres muy tonto ¿lo sabías?– sonreí.


Él tenía la intención de responderme, pero Alex lo interrumpió cuando llamó nuestra atención y nos señaló a Lucas. Ambos lo miramos, parecía pensativo, y ausente. Sandra miró a Leire en busca de ayuda pero ella solo hizo un gesto con la mano, restándole importancia, aunque por su cara supe que si era importante. Justamente Mario y Jimena empezaron a hablar, desviando nuestra atención hacia ellos dos.


Mario: Oye y, seguro que, ¿qué en la casa no va a haber nadie?

Jimena: Que si, que el padre se va a trabajar temprano, Leo estará en el colegio – al escuchar su nombre, Culebra y yo nos miramos, ¿que tramaban con la familia de Leo? – Y Ana en la reunión del A.M.P.A. Tú simplemente tienes que controlar que esté ahí mientras yo busco los documentos y ya está.

Mario: Y si alguien te ve romper la ventana, ¿qué?

Jimena: No voy a romper nada, hay una llave extra en el macetero de la entrada.


Yo miré a Culebra de forma significativa.


Yo: Ni se te ocurra meterte.

Culebra: No tenía pensado meterme – dijo de forma inocente.


Lo seguí mirando sin fiarme mientras ellos dos seguían hablando.


Mario: Bueno, da igual, ¿y si te ven dentro?

Jimena: Bueno, ¿se te ocurre una idea mejor?


Culebra carraspeó la garganta, llamando la atención de Mario y Jimena, para después dedicarme una corta mirada inocente.


Culebra: A mi si – levantó la mano como si estuviéramos en clase, pidiendo turno para hablar.

Jimena: A ver, esto no es cosa tuya Culebra.

Culebra: Bueno, que, pues hablando de estos temas ¿no? Lo mejor es fichar a un profesional – dijo mientras se levantaba y se ponía enfrente de ellos – Vamos, que a mi no me va a ver nadie.

Jimena: Que no, que no es buena idea, muchas gracias.


Mario asintió, dándole la razón a Jimena. Vale, admito que a mi también me gustaría ayudar, y ¿por qué no empezando por ayudar a Culebra en esto?


Yo: ¿Y por qué no? – dije levantándome y poniéndome junto a Culebra – No sé. Jimena, está claro que muchas veces no podéis con todo. Y además es que creéis que no nos enteramos de nada. Pero os lo vemos en la cara – Culebra me miró de una forma que no entendí y se rio un poco – Y sí, esto que nos pasa a nosotros es una maldición, que nos ha alejado de nuestras familias, nuestros amigos... Pero de repente, en casos como este se puede convertir en algo bueno. En algo útil. Para que podamos echarle un cable a las personas que queremos. Así que, ¿por qué no?


Mario sonrió.


Lucas: Porque podemos cagarla. Cagarla mucho.

Leire: Lucas.

Lucas: Han metido a Hugo en un internado por mi culpa.


Culebra y yo nos miramos, los dos sin tener ni idea de nada de lo que hablaban.


Jimena: No a ver, eso no es verdad. Tú solamente has hecho lo que yo te he pedido. No ha sido culpa tuya.

Lucas: Usé mis poderes, me transformé en Hugo, y ahora él está en un internado solo – remarcó la última palabra – Lejos de su familia – todos nos miramos entre nosotros – Esto de los poderes es una maldición. Y no pienso volver a utilizarlos.

Jimena: Y nosotros tampoco te vamos a pedir que lo hagas. Y a ustedes tampoco – dijo mirándonos a nosotros dos – Estamos aquí para protegernos, para que no corráis ningún riesgo. Además, Mario y lo tenemos todo bajo control, ¿verdad?

Mario: Verdad, verdad – dijo para nada convencido.


Lucas miró a Leire, que se levantó y se fue con él. Terminamos de desayunar, me vestí y fuimos al colegio. Habían pasado ya varias clases. En un cambio de clase pasé por delante de una sala apartada en la que no había nadie, solo estaba Culebra de espaldas a la entrada. Me acerqué un poco.


Yo: ¿Qué haces ahí tú solo?


Rápidamente al escucharme, se guarda algo en la chaqueta, pero no se giró, así que me puse yo delante de él.


Culebra: ¿Eh?

Yo: ¿Qué tienes ahí?

Culebra: Oye, ¿tú por que no te vas a molestar a otro? ¿O a tu novio? – lo pensó un momento y luego me sonrió – Ah no. Que no te hace ni caso.

Yo: Prefiero que tú me hagas caso, celosín. Eres muy tonto, ¿lo sabías? – dije de broma.

Culebra: Y tú una pesada, no te digo.

Yo: Pero, ¿se puede saber que estás tapando ahí?


Me ignoró y salió de la salita, pero al salir sin querer se le cayó algo al suelo. Me acerqué y lo cogí rápidamente, era un periódico. Me puse a su lado y empezamos a recorrer los pasillos del cole.


Yo: Pero ¿qué haces tú con un periódico?


Se quedó callado intentando explicarme, sin saber como hacerlo.




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3982 palabras.

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31/03/2023

Los protegidos y tú (Actualizada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora