Capítulo 42

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Ángel: Te he contado la verdad. Te he dicho porque hice lo que hice. Y sigues sin creerme.

Sandra: Me largo. Es que no se ni porque he venido.


Ella empezó a alejarse, pero él corrió detrás de ella y le intentó atar las manos. En ese momento cogí una piedra grande y fui a estampársela en la cabeza. Pero él endureció sus moléculas y dejó a Sandra para darme un puñetazo en la barriga, haciendo que cayera al suelo sin respiración y retorciéndome de dolor.


Sandra: ¡T/n! - escuché que gritó.


Poco a poco, mientras me retorcía, conseguí encontrar oxígeno. Estaba aturdida, por el porrazo en la cabeza, y no sabía bien lo que pasaba, pero escuché un ruido fuerte muy cerca de mi y luego como alguien me levantaba poco a poco, me abrazaba y me dejaba apoyada sobre él. Era Culebra, lo reconocí por su olor, y por la forma de agarrarme.


Culebra: ¿Estás bien? - me preguntó.

Alex: ¡No vuelvas a tocarlas! - gritó.

Sandra: Corred, vamos.


No sé que pasaba, solo sé que Alex y Culebra me agarraron entre los dos y empezaron a correr. Cuando ya estaba mejor y podía respirar, me soltaron, pero volvimos a correr. Ya estábamos bastante alejados, y al ver que no nos seguía, nos paramos para descansar.


Culebra: Joder, te dije que ese tío no era de fiar. ¿¡Por qué has tenido que venir!?

Yo: Bueno, vale. Lo siento, no me grites.

Sandra: Culebra, déjala, la idea ha sido mía.

Culebra: Joder, que hemos tenido que dejar a los niños solos con Lucas y Leire. Y no sé si vamos a salir de esta. No sé quien es ese tío, pero me conoce - él se llevó una mano al pecho - Y si tiene una oportunidad se que va a ir a por - hizo una mueca, y se cayó al suelo de rodillas.

Yo: Culebra - me acerqué a él - ¿Qué te pasa? - se quedó callado - ¿¡Qué te pasa!?


Le empezó a faltar el aire.


Culebra: Nada. Tenemos que ir a casa, los niños están solos - dijo levantándose, apoyándose en mi para poder mantenerse en pie.

Alex: ¿Pero qué dices? ¿Cómo vamos a ir a casa? Que tienes que descansar, que no.

Culebra: Vamos - insistió.


Volvimos a caminar mas relajados para que Culebra se recuperara, porque no quería dejar de andar. Terminó pasando un brazo por mis hombros, apoyándose en mí completamente para poder andar, mientras que con su otro brazo se agarraba el pecho con fuerza. Yo le pasé una mano por la cintura para ayudarlo a caminar mejor, y mi otra mano agarrando la que tenía sobre mis hombros. A lo lejos, vimos una casa y decidimos parar ahí porque Culebra no estaba bien. Entramos, había mucho heno y cosas de caballos, pero muy antiguas. Mientras Sandra y Alex sujetaban a Culebra, yo cogí una especie de taburete de madera, y lo apoyé contra una viga, para que Culebra se sentara y apoyara la espalda allí. Lo sentamos con cuidado, él estaba sudando y muy cansado. Le faltaba el aire y se notaba.


Yo: ¿Estás bien?

Culebra: Sí, estoy bien.

Yo: ¿Por qué te pasa esto? ¿Ha sido por hacer desaparecer la casa?

Culebra: Es que, nunca he hecho desaparecer algo tan grande por tanto tiempo. Pero si me das 5 minutos, me recupero - murmura, sonriéndome para tranquilizarme.


Algo no cuadraba, a tenido mi ayuda, y yo que no había dormido en 3 días no estaba tan mal como él. Había algo más que me estaba escondiendo.


Yo: Mentira, estás mintiendo - dije agachándome a su lado - Hay algo más - el miedo de poder perderlo pudo conmigo, haciendo que las lágrimas empezaran a salir de mis ojos - Dime que tienes - pedí.


Él empezó a ahogarse otra vez.


Yo: Culebra, que te tienes que poner bien, por favor, te tienes que poner bien y punto.

Los protegidos y tú (Actualizada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora