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No sabía que pensar.

Desde que se separaron, fue directa a su habitación para tratar de poner en orden sus ideas. La oferta de Anthony era tan deslumbrante como improbable. Demasiado buena para ser posible. Sin embargo, ahí estaba esa duda que le cosquilleaba en el estómago y la hacía temblar.

¿Y si era real? ¿Y si verdaderamente podía salir de allí con un marido rico?

Intuía que sería un tipo de mediana edad. Unos treinta o cuarenta años a lo sumo. Dudaba que fuera tan joven como ella. Sabía por sus padres que los matrimonios concertados tenían grandes posibilidades de acabar mal. Pero, no podía ser peor de lo que ya tenía.

Patrick la había golpeado, violado y humillado. Había sido impasible con sus sentimientos y ella había sobrevivido. Además, ya no tendría que trabajar como una doncella. Incluso si acababa cubierta de moratones, tendría sus propios aposentos y sirvientas.

La riqueza era una virtud que solo podías valorar de verdad cuando habías carecido de ella. Además, le daría la posibilidad de conocer a personas refinadas. Haría nuevas amistades y podría vivir sus días con un mínimo de tranquilidad. Si la cosa se ponía complicada, siempre estaba la opción del veneno para quitarse de encima a un hombre maltratador.

Era evidente que tenía que aceptar. Lo que no le resultaba alentador era visitar los aposentos del Patriarca, precisamente por la noche. Seguramente querría acostarse con ella antes de firmar el trato. De otro modo, le habría bastado una nota u otro paseo. Otra razón podría ser, querer ocultárselo a Patrick.

Oh, Patrick.

Creía que ya lo conocía. Pero ni siquiera podía imaginarse cómo reaccionaría. ¿Montaría en cólera o se mostraría indiferente? ¿Le echaría su deslealtad en cara o simplemente no aparecería? No le había dicho lo que sentía por ella. Durante la noche, había creído que empezaba a encariñarse. Aunque su trato en la mañana hubiera sido decepcionante.

Pasó otra media hora dándole vueltas a la oferta de Anthony, hasta que comprendió que la necesitarían en las cocinas. Leonor no debía estar de buen humor por su ausencia.

Estaba cruzando el vestíbulo cuando vio entrar a Beatrice y a Anthony agarrados del brazo. La doncella de Bryce tenía la mirada perdida, mientras que el Patriarca le sonreía como un cazador olisqueando a su presa. Aquella expresión depredadora solo duró unos segundos. En cuanto la vio, la saludó con cortesía y le guiñó un ojo.

Roxana continuó su camino con una sensación amarga en las entrañas. Los nervios atenazaban sus extremidades haciendo que sus dedos fueran torpes y descuidados. Recibió varias reprimendas de Leonor, pero apenas la escuchaba. Sus pensamientos la tenían absorbida hasta el extremo.

Anthony debía haberle hecho la misma oferta a Beatrice. Ya le había dicho que los dueños de aquella empresa tenían varios hijos. Así que deseaba hacer una alianza fuerte. O quizás quería casarla con otros herederos. ¿También le habría dicho que fuera a confirmarle esa noche? No le encajaba.

— ¿Te ha absorbido el Patriarca la sesera? – le espetó Leonor lanzándole un trapo a la cara.

— Lo siento, estoy distraída.

— ¿Qué te ha dicho para que estés así? – inquirió Sarah dándole vueltas al guiso de la olla.

— Nada importante, es solo que tiene algo hipnótico.

— Yo sentía como si me estuviera robando la energía – asintió Sarah -. Es extraño, pero, cuando por fin se marcharon del comedor, fui consciente de lo cansada que estaba por la tensión.

Cuando el amor ciegaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora